Tuve que resistir las ganas de escribir mis razones para votar “si” al plebiscito por la paz, para reflexionar sobre algo que considero puede hacernos daño como sociedad.
Está claro que el país vive una fuerte polarización desde que inició el proceso de negociaciones con las Farc y que ahora se ha exacerbado con la aprobación del plebiscito. Unos están en contra del proceso y otros lo apoyamos. El problema es que esas posiciones encontradas nos están enfrentando de manera innecesaria y parecieran empezar a crear fisuras en nuestras relaciones como miembros de una misma sociedad.
En todos los sitios de encuentro social, la paz se ha convertido en tema de discusión que termina casi siempre en controversia y, en algunos casos, sacando los sentimientos menos nobles y las actitudes más hostiles de las personas.
Las redes sociales se convirtieron en el campo de batalla entre quienes votaremos por el “sí” y los que piensan hacer lo contrario. Lo malo es que la polémica poco se sustenta, menos con argumentos sanos y respetuosos, más bien los «post» y «trinos» se desarrollan en un ambiente tenso, donde los insultos se vuelven frecuentes e incluso pasan al plano personal.
La defensa que he venido haciendo en torno a la paz negociada y mi decisión por apoyar el “si” en el plebiscito, me ha costado una pugna con muchos de mis amigos que no confían en el proceso; aunque con la mayoría he logrado debatir sin afectar el lazo de amistad que nos une, algunos otros se han tratado de pasar de la raya al no soportar que tenemos pensamientos y concepciones distintas. Algo que por supuesto lamento.
Por descabellado que parezca, en el debate público han hecho carrera diversos mitos que han terminado por encolerizar y polarizar a muchos ciudadanos: que el país avanza hacia un modelo comunista -y no se sonrojan al compararlo con Venezuela o Cuba-, que los guerrilleros ganarán salarios mensuales superiores a los miembros de la fuerza pública, que los negociadores le están entregando el país a las Farc, que la entrega de armas de la guerrilla va a ser un montaje. Como esas, muchas otras exageraciones se han tomado la discusión; la soberbia y altivez expresada en los muros de las redes sociales están llegando a extremos y la desinformación esta a la orden del día. Mermelada, traición, farsa, castrochavista, vendido, fraude, socialismo, comunismo, bandidos, son apenas unos de los calificativos -los más respetuosos- entre los que hablan en contra del proceso.
Evidentemente el país está dividido. Pero creo que un plebiscito que permitirá que todos los colombianos se expresen libremente en las urnas, no puede ser motivo para separarnos como hijos de un mismo país. Es imperioso que quienes entren en polémica sean serios y responsables. Las redes sociales no deben utilizarse como trincheras para injuriar y ofender a todo aquel que tenga criterios opuestos a los nuestros. No es mentira que buena parte del futuro del país estará determinado por la decisión que tomen las mayorías en las urnas, por lo que no podemos sujetar la polémica a discutir sobre cuestiones fantasiosas, triviales y sin fundamento.
Si este proceso no va a servir para resolver todos los problemas que tiene el país -será un punto de partida para lograrlo-, que tampoco sea el motivo para crear más odios y dividir mas nuestra ya segregada sociedad. Por eso, término invitando a los del «si», el «no», los abstencionistas, los que les importa un comino lo que pase, los santistas, uribistas y a todos los colombianos,
a que calmemos los espíritus, desarmemos nuestros corazones y mentes, y controlemos nuestras expresiones públicas para evitar ofender y herir a los demás.
Apoyar el plebiscito no nos hace santistas y rechazarlo tampoco los hace uribistas. Ni más faltaba que fuéramos a reducir el futuro de la paz al apoyo a estos dos dirigentes.
Por mi parte, seguiré defendiendo lo que mi corazón y mi razón me indican: que es mejor esta paz imperfecta pero posible, que continuar recorriendo los penosos caminos de la guerra. Los demás pueden tomar la decisión y defender lo que mejor les parezca. Pero, ¿qué tal si le bajamos a la amargura?, mas bien nos calmamos y nos tratamos como hermanos colombianos. Cuando alguien se suba de tono en la calle explíquele que tener posiciones contrarias no los hace enemigos, si es en una red social entonces invítelo a tranquilizarse escribiéndole un #VamoACalmarno, tal vez le saque una sonrisa o al menos evitará que aumente la discordia.