Desde la semana anterior un grupo de profesores, estudiantes y trabajadores de la Universidad del Tolima, se declararon en huelga de hambre, hasta tanto el rector de la alma máter, el doctor José Herman Muñoz, no renuncie a su cargo.
A ello se suma la declaración de cese de actividades académico-administrativas por parte de las facultades de Ciencias de la Salud, Ciencias Económicas, Educación, Tecnologías y Agronomía, en apoyo al pliego de peticiones de los huelguistas y como un mensaje político encaminado a resaltar que la gobernabilidad de la actual administración de la UT es prácticamente nula. La soberbia y el apoyo de un sector de la clase política del departamento –beneficiaria de la repartija de cuotas al interior de la Universidad- son el sostén del doctor Muñoz.
Entre tanto, la valentía, coraje, determinación y ética universitaria de los huelguistas no tiene duda. Su sacrificio personal no obedece a propósitos inconfesables, personalistas o por simples ansias de poder –como han caracterizado algunos este tipo de acciones- sino como una medida desesperada ante la profunda crisis que atraviesa la Universidad del Tolima y la actitud dilatoria del rector, quien ha engañado a la comunidad universitaria con sus reiteradas mentiras.
Primero, señalando que no había “tal crisis” con el fin de minimizar la situación y así lograr reelegirse. Luego, mintiéndole a la opinión pública y a la comunidad universitaria, al exponer que existían todas las garantías para el “normal” funcionamiento del semestre 2016-A, lo cual no fue cierto. La tan mentada normalidad se ha cargado en los hombros de trabajadores y profesores, a quienes les adeudan tres mesadas, así como las condiciones precarias de funcionamiento de la academia. Finalmente, los comentarios engañosos realizados a la comisión mediadora –integrada por el señor alcalde Guillermo Alfonso Jaramillo, Monseñor Flavio Calle y el exrector Andrés Rocha- en el sentido de que estaba dispuesto a renunciar si los huelguistas levantaban la protesta, para luego salir en medios a decir que le estaban haciendo matoneo y que por ningún motivo iba a renunciar; para cerrar su poco histriónica declaración en medios, acuñó una frase para la galería de la indignación: “si cometimos errores, fue de buen fé”.
Si el señor rector no tiene ningún problema en mentirle a profesores, estudiantes, al Consejo Superior, a la comisión de notables, e incluso al representante de Dios en Ibagué, ¿qué podemos esperar? En cualquier universidad seria, ante tan lamentable prontuario de mentiras y faltas a la ética, el rector tendría que haber renunciado por traicionar los más altos principios de la vida universitaria.
Es cierto que el doctor Muñoz no es el único responsable de la crisis por la que atraviesa la Universidad del Tolima. El desdén por lo público al interior de la Universidad pública más importante del departamento empezó hace ya varios lustros. No obstante, es importante recordar que el actual rector ha hecho parte de la administración de la Universidad desde hace doce años, como vicerrector de desarrollo humano y vicerrector académico, periodo en el cual la mediocridad académica, el clientelismo y el pago de favores políticos estuvo a la orden del día.
Además, no podría dejarse de lado en este balance el nefando papel que han jugado varias organizaciones estudiantiles que hicieron parte de la danza de los millones y terminaron tristemente cooptadas por la administración y que hoy en día sirven como defensoras de oficio del señor rector, con el argumento peregrino –que esconde los verdaderos e inconfesables motivos- de que es la única forma de evitar la imposición de un rector neoliberal, como si Muñoz no hubiese sido un embajador de la política educativa del gobierno nacional.
Así las cosas los huelguistas, aunque tienen sobradas razones para justificar su acción, no pueden quedar solos. Precisamente porque debemos valorar al máximo la entrega de quienes han decidido arriesgar su integridad física en estos momentos aciagos, necesitamos sumar fuerzas para poder hacer lo que más le conviene al interés público en general y a la Universidad del Tolima en particular.