Alejandro Lozano aprendió el oficio de la fotografía desde los trece años. En aquel tiempo, Ibagué apenas contaba con algunos estudios fotográficos. La posibilidad de captar los rostros estaba en manos de fotógrafos inexpertos que apenas empezaban a profesionalizarse.
La primera cámara fotográfica que utilizó Alejandro fue una Rolleiflex prestada. Él solía recorrer el centro de Ibagué fotografiando a las personalidades más destacadas de la época. Además, se paseaba, cámara en mano, por la vista de Rosalía Prada, una muchacha que luego se convertiría en su leal compañera a lo largo de cincuenta y seis años.
Después de sortear las consecuencias de un matrimonio secreto, Rosalía y Alejandro decidieron dedicar sus vidas al arte de la fotografía. Durante diez años, el joven fotógrafo trabajó para el estudio Foto Venus, perteneciente a Miguel Morales. Rosalía, mientras tanto, dedicó sus años a aprender el oficio de estilista y al cuidado de su familia.
Tanto Rosalía como Alejandro son ibaguereños. Desde muy jóvenes han sabido combinar la pasión por la fotografía con la sapiencia comercial. Ambos son los propietarios de Foto Iris, el estudio fotográfico más antiguo de toda la ciudad. Aún hoy es un negocio rentable que logra sobrevivir a las imposiciones de las nuevas tecnologías.
Retrato de un inicio
Luego de trabajar un largo tiempo para Miguel Morales en Foto Venus, Alejandro Lozano decidió emprender su propio negocio de la mano de su esposa. Con la pasión intacta por el oficio, juntos decidieron inaugurar en 1972 el estudio Foto Iris, justo al lado de lo que aún hoy es la Feria Escolar.
«Un día Alejandro se conoció con Humberto Arbeláez, el dueño de esa casa. Como él veía que nosotros éramos jóvenes, pero teníamos muchas ganas de trabajar, decidió arrendarnos esa casa por mil seiscientos pesos mensuales. Y como yo sabía de peluquería y Alejandro de fotografía, nos dedicamos a retratar a todos los turistas que llegaban al Hotel Europa», recuerda Rosalía.
Para entonces, en Ibagué una fotografía costaba alrededor de ciento cincuenta pesos. Mientras Rosalía embellecía a las novias, Alejandro las retrataba; luego, ellas se paseaban por la carrera Tercera hasta la Catedral, listas para desposarse. Desde los inicios, Foto Iris representó para la ciudad un encuentro con la vanidad y la elegancia.
«Como a mí ya me conocían, para 1974 ya teníamos un estudio bien montado. En el mismo lugar teníamos la peluquería. Ya en 1980 compramos el primer equipo digital en sesenta millones. Tuvimos que vender un apartamento para dar la cuota inicial, pero sabíamos que la dedicación nos acercaría al éxito«, dice Alejandro.
A partir de entonces, Foto Iris se convirtió en el principal estudio fotográfico de la ciudad. Los ibaguereños acudían allí para retratarse, indistintamente de la ocasión: fotografías para documentos y celebraciones familiares, eventos políticos y sociales, mosaicos escolares y eclesiásticos, aniversarios, casamientos.
El incendio
A las 4:50 de la madrugada, un 29 de marzo del año 2008, la casa ubicada en la carrera Tercera número 12-81 fue consumida por el fuego. Las llamas, implacables, alcanzaron los diez metros de altura. Dos de los locales más tradicionales y antiguos de la ciudad se disiparon por el incendio.
El humo se extendió a lo largo de la carrera Tercera, llevando toxicidad y ruina a un sector de la ciudad caracterizado por las edificaciones antiguas. Justamente, esa vieja arquitectura, marcada por el predominio de la madera, apresuró las llamas.
Los bomberos se presentaron a las 3:07 a.m., cuando todavía era posible hablar de un conato de incendio. Sin embargo, no fue suficiente la disposición del personal: la emergencia requería de herramientas más eficientes para extinguir el fuego. Cuando Rosalía y Alejandro llegaron al lugar, toda la estructura estaba ardiendo. Foto Iris y la Feria Escolar ya eran una montaña de escombros.
«A nosotros no nos quedó ni una silla. La Alcaldía y la Gobernación nos dieron la espalda. Por eso yo decidí pedir ayuda a otros comerciantes de la ciudad. Monarca, por ejemplo, nos regaló tres camisas para el estudio. Don Martín, el dueño de JM, nos regaló dinero. Dilma Fuentes, la dueña de Calzado Diana, nos regaló una cámara. La gente de Ibagué, el pueblo, pasaba y nos dejaba sobres con dinero«, dice Rosalía.
Además de la pasión por el oficio, ha sido la persistencia. Tras recorrer toda la ciudad en busca de ayuda, Rosalía y Alejandro lograron reabrir Foto Iris tan solo una semana después de la tragedia. El fuego apenas extinto les dejó un sinfín de deudas y tropiezos. El antiguo estudio no estaba asegurado porque ninguna compañía se arriesgaba a vender una póliza por una casa tan vieja.
«En ese entonces el alcalde era ‘Chucho’ Botero. Después de tanto insistirle, él organizó dizque un “bingotón” para ayudarnos. Por ejemplo, Carlos Alvarado, el dueño de Mercacentro, donó unos electrodomésticos. Mucha gente participó. Lo único malo es que nosotros no logramos recuperar ni una mínima parte de todo lo perdido«, dice Rosalía.
Retrato del presente
Más fuerte que el fuego es el tiempo. Desde el 2008, Foto Iris ha logrado sobreponerse. Hoy en día, el estudio está ubicado en la plazoleta Darío Echandía, paso obligado de todos los transeúntes del centro. Quien ingresa al local, aún puede encontrarse con Alejandro o Rosalía detrás del mostrador.
La fotografía impresa desde hace algunos años ha pasado a un segundo plano. El desarrollo de las nuevas tecnologías ha modificado radicalmente el negocio de los estudios fotográficos. Foto Iris hoy libra una batalla contra lo moderno. Y para mantenerse vigente es indispensable estar al tanto de los avances tecnológicos.
«El negocio ha cambiado mucho. Pero nosotros insistimos en ofrecer un buen servicio de foto-estudio. La gente puede tener celulares y cámaras, pero nosotros seguimos ofreciendo la fotografía profesional«, dice Alejandro.
Para Rosalía, más importante que la fotografía es la posibilidad de recordar buenos momentos: «Desde que llegaron los celulares, la gente no manda a hacer archivos. Ya pocos quieren fotos físicas; se contentan con guardar cientos de fotos en una memoria. Aquí creemos que la foto impresa puede durar más que una digital«.
«Dedicación, mucha dedicación»
Para sortear las dificultades del presente, Foto Iris se ocupa todos los días de ofrecer un buen servicio. Para Alejandro y Rosalía es indispensable tanto la buena atención a los clientes, como la oferta de buenos y profesionales productos. A ello le han sumado estrategias de negocio que permiten acercar a más personas al foto-estudio.
Hoy en día, ofrecen desde acompañamiento fotográfico en eventos, hasta la realización de videos, mosaicos y almanaques. Como administradores, Rosalía y Alejandro buscan alianzas con instituciones para seguir haciendo rentable su negocio. Allí se pueden hacer fotografías incluso para rinoplastias y otros procedimientos médicos.
«Todavía hoy alguien que quiera puede emprender una empresa como esta. Pero tener un estudio fotográfico no es algo sencillo. Quien quiera hacerlo, debe tener mucha dedicación, debe amar la fotografía. Empezar es muy difícil, se requiere de un poco de dinero. La clave del éxito es ser constante. Es necesario tener carisma, deseo de salir adelante«, refiere Rosalía.
Por supuesto, la importancia de Foto Iris se debe al empeño de sus propietarios. Más que perecer ante la inminencia de la tecnología, este negocio se mantiene vigente debido a su afán por mejorar el servicio. A pesar de los cuarenta y tres años de existencia, Foto Iris sigue presente en la memoria colectiva de los ibaguereños. Y es que este negocio se ancla en el recuerdo gracias al amor infatigable por la fotografía.