La reacción del Gobernador ante el acuerdo de cese al fuego entre las Farc y el Gobierno se puede explicar de dos maneras: 1. Porque quiere mermelada, y 2. Porque le teme a las circunscripciones especiales, también denominadas “Circunscripciones Transitorias Especiales de Paz” (CTEP). Las dos posiciones no son excluyentes, y su tragedia es que la primera viene en el mismo recipiente de las segundas, y también viceversa.
En realidad las contradicciones del Gobernador son lo de menos. Es un político, no un teórico. Como candidato no tenía otra opción que ser “uribista” para enfrentar al candidato de la Unidad Nacional. Hoy, como mandatario, no le queda de otra que ser “santista” para poder participar de los “millonarios” recursos del posconflicto.
En un contexto de déficit fiscal por la baja de los precios del petróleo y el alza del dólar, y con la chequera de las regalías controlada desde Bogotá, tiene que agacharle la cabeza al Presidente, aunque hoy aparentemente le esté mostrando los dientes.
Bastará una llamada de Santos, un proyecto, un compromiso, una promesa materializada en ceros a la derecha para que el gobernador dé un nuevo timonazo y regrese a las filas de la paz, aunque realmente tenga su corazón, como lo tiene, empeñado a la guerra.
No obstante, por legítima que sea su preocupación por los recursos — sin ellos no hay “soluciones que transforman” — a lo que realmente le teme Barreto y la clase tradicional que él representa, es a la competencia electoral que devendría de nuevos actores políticos en el territorio.
Ese es uno de los puntos pendientes para resolver en La Habana. Sin embargo, el mapa dibujado en el marco del proceso de desmovilización, desarme y reintegración de la guerrilla, arroja pistas sobre dónde podrían quedar ubicadas las CETP.
El acuerdo de participación política solo indica que el Gobierno se compromete a crear en las “zonas especialmente afectadas por el conflicto, el abandono y la débil presencia institucional (…)” unas circunscripciones (…) para la elección de “representantes a la Cámara de Representantes”(…) “de manera temporal”. El número de curules y los períodos electorales en que éstas estarán vigentes son objeto de negociación.
Las CETP, en principio, no será asignadas a las Farc, pero su elección se dará en las zonas en donde esa guerrilla ha tenido mayor influencia. En el caso del Tolima, a pesar de los anuncios del Gobernador, y de los tubos, el cemento y las ferias que organiza en el sur hace seis meses, es claro que son las Farc las que hace más de 50 años hacen presencia en el territorio.
Eso lo entiende perfectamente el recién reelegido mandatario, quien en su discurso de Herrera el pasado 25 junio afirmó que los problemas de la zona, más que a causa del conflicto, se deben a la ausencia de Estado y de liderazgo desde lo público. (Ver: Dura reacción de Barreto por zonas de concentración de las Farc en el Tolima)
No obstante, “invitó” a luchar para que las Farc no se queden con esas curules, sin desaprovechar la oportunidad de polarizar a la población no solo en contra del proceso, sino contra la misma posibilidad de la convivencia y la reconciliación en la zona.
La politicidad que el Estado le ha reconocido a la guerrilla, potestad para emprender un proceso de negociación política, además de la que le otorgó para la escena judicial la Jurisdicción Especial para la Paz, hace prácticamente irreductible su futura – y ya casi presente – participación electoral.
Sin resolverse este punto, y el de las curules directas a esa guerrilla — derecho que han tenido las demás insurgencias que han negociado el fin del conflicto — es claro que las élites subnacionales, acostumbradas como están a controlar el poder político, económico, judicial e informativo en las regiones, lucharán a brazo partido para que las CETP no queden en manos del nuevo movimiento político de las Farc, y por el contrario queden en manos de la clase política tradicional.
Ese es el sentido que tiene la campaña permanente de Barreto en el sur del Tolima, en donde, para “llevar Estado”, tendrá que bailar al ritmo que le imponga Santos.
El Gobernador tiene una encrucijada en el alma y el Presidente lo sabe.