El Bloque Capital de la estructura paramilitar que se autodenomina “Águilas Negras”, ha iniciado una campaña de intimidación y desprestigio en contra de algunos medios de comunicación cercanos a procesos populares y movimientos sociales que hacen oposición al actual gobierno de la República.
No reproduciré el grueso calibre de las expresiones usadas en sus “comunicaciones”. Sin dificultad, el lector podrá intuir su visceralidad y violencia: palabras soeces acompañadas de amenazas directas a las personas que operan estas plataformas informativas, en razón de su presunta – la acusación no es nueva – relación con las guerrillas colombianas, lo que han denominado “Farc-eleno-política”.
El grupo sentencia que todos y cada uno de los colectivos y personas mencionadas en el panfleto deben abandonar inmediatamente todas las universidades públicas, cuestión que llama poderosamente la atención.
Algunas de esas personas y medios de comunicación alternativos y populares [así señala el panfleto] trabajan en este departamento, y especialmente uno de estos – en el que personalmente he publicado – es prácticamente un bien común de la Universidad del Tolima. Hablo de la revista El Salmón Urbano.
Me parece que no se puede perder de vista esta relación – universidad pública y medios alternativos y populares – porque en esta estrategia de terror, lo que está en juego no solamente es la libertad de expresarse, en un país que se precia de ostentar la democracia más sólida de América Latina, sino el derecho mismo de pensar.
Extraña entonces que en su comunicación oficial sobre el asunto, antes que brindar un respaldo total a la publicación y al colectivo que la gestiona, las directivas del alma mater hayan decidido tomar distancia, pese a que desde hace 15 años la revista cuenta con su aval institucional y con sus recursos.
Si una publicación que es gestionada por profesores, funcionarios, egresados y estudiantes de la Universidad del Tolima, pero que además es financiada por ella, no es institucional, ¿Entonces qué lo es? ¿Acaso una revista indexada cuyo contenido y dirección editorial y científica está a cargo de profesores de otras universidades?
Otra cosa es que las directivas de la Universidad no compartan la opinión de quienes publican en la revista El Salmón, lo cual es respetable, pero muy distinto de la afirmación ingrata, insensata y oportunista de que la revista no es institucional, y que sólo “cuenta con un apoyo parcial para su publicación”. ¡Como si la Universidad del Tolima se redujera a la voluntad de sus directivas!
Paradójicamente, la institución cuenta con un programa académico que forma profesionales de la comunicación…
Sin embargo, el Tolima es solo un punto en la geografía del terror trazada por los paramilitares. Canal Capital, Telesur y la Agencia de Reporteros sin Fronteras también fueron amenazados por este mismo grupo, que al parecer, tendría tentáculos en todo el territorio nacional: han sido declarados “objetivo militar” comunicadores de Antioquia, Santander, Boyacá, Cundinamarca, Cauca y Valle, entre otros.
Me interesa plantear un punto de vista sobre el asunto en esta perspectiva, porque lo que se proponen las amenazas de las denominadas “Águilas Negras”, es llevar al plano militar lo que en el político se encuentra definido por los discursos oficiales del Estado y sus medios de comunicación, discursos ideológicos que trazan los límites de lo que puede ser visto y oído, y ya no solamente lo que puede ser expresado.
Asistimos a la producción de marcos explicativos de la realidad por parte de las grandes cadenas de medios, cuya disposición narrativa no solamente propone modelos de conducta en las audiencias sino que interpela directamente nuestros afectos, al tiempo que produce una mirada unilateral de la realidad: la oficial.
Hechos políticos recientes de gran envergadura como el paro agrario, la resistencia popular de los campesinos del Catatumbo, la expulsión de las fuerzas militares del cerro Berlín a manos de la Guardia Indígena, la intentona de destitución de Gustavo Petro e incluso la movilización estudiantil del 2011, han marcado un pulso muy intenso por el control de la información y por supuesto, por la forma como son registrados los hechos en los medios de comunicación.
A mi juicio, en estas coyunturas, las grandes cadenas de medios – que no se distancian ni un ápice de la fuente oficial – fueron desbordadas por la información que circuló en las redes sociales, información que era producida in situ por las personas directamente implicadas en los hechos, y reproducida y reproducida de manera más elaborada por los medios alternativos y populares.
No se nos puede olvidar que en los bloqueos durante el paro agrario en el Tolima, los celulares y las cámaras de quienes pretendieron registrar los acontecimientos, con fuero o sin fuero de periodistas, fueron considerados blanco legítimo de la fuerza pública.
Entonces, visto desde esta perspectiva, las intimidaciones y amenazas no son gratuitas. Hace 12 años que en Colombia asistimos a una polarización radical en la que quienes plantean un punto de vista crítico o medianamente alejado de la mirada oficial, es considerado terrorista, colaborador del terrorismo o apátrida.
Con esto no quiero decir que nos tengamos que acostumbrar, sino todo lo contrario. Mi respaldo total en calidad de comunicador social periodista y docente universitario a los medios de comunicación y a los colectivos amenazados, y mi saludo y agradecimiento a elolfato.com, que abre su plataforma al debate público de ideas.
Secretario Asociación Sindical de Profesores Universitarios, ASPU – Tolima.
@andresconsuerte