No entiendo cuál es la sorpresa con la sonada frase del Presidente Santos, que hoy nos refresca la memoria con el remoquete que arrastra al expresidente Ernesto Samper, refiriéndose al dinero que entró a su campaña según él “a sus espaldas”. Desde que tengo memoria, estamos manejados por personajes que en su gran mayoría se han dedicado a dar discursos de moral y rectitud, pero que siempre han estado salpicados por casos de corrupción.
Lo que está pasando con el Presidente Santos, con el excandidato Óscar Iván Zuluaga, y con todos aquellos que irán saliendo con en el efecto cascada del mal de la corrupción, no puede dejar por fuera las responsabilidades partidistas de personas como el expresidente Álvaro Uribe Vélez.
He sido defensor de posturas encaminadas a soñar una Colombia distinta, en la que mi familia pueda caminar en un mundo en paz; por ello asumí claras posiciones frente a esta posibilidad de construir una nueva historia, pero lo hice convencido en lo que significa esta apuesta, más no en quienes enfilaban sus banderas políticas (a favor o en contra) con estos anhelos.
Es que hoy cobra más sentido la frase del presidente del Ecuador, Rafael Correa “La paz no es ausencia de guerra. La paz es sobre todo presencia de justicia, salud, educación, seguridad social, salarios dignos, necesidades básicas satisfechas”.
Pero hoy soy un convencido de que es imposible transformar si seguimos siendo cómplices silenciosos de estos personajes, expertos en volver discursos de campaña todos los males en los que estamos inmersos los colombianos, pero que han crecido de manera desbordada, gracias a ellos mismos.
En medio de estos personajes, hemos estado ciudadanos que desde diversas orillas ideológicas y políticas, soñamos y anhelamos salir de este remolino en el que se encuentra el país, y en el que el principal cáncer que nos consume no es la paz-guerra, sino la corrupción, que ya es el tema de campaña presidencial que se avecina, y que se replicará como un virus en los comicios municipales y departamentales.
No será raro verlos salir a los medios de comunicación como los “padres de la moral” escudados por sus aduladores, y mostrándose como dignos representantes de Poncio Pilatos al pedir votos lavándose las manos con las acciones de las que ellos mismos son cómplices.
Estos personajes, que son los mismos con las mismas, los que representan a esos partidos que han tomado las ansias de cambio de tenemos la mayoría de los colombianos para materializarlos en votos; esos que se han robado a este país, los que nos han llevado a enfrentarnos desde la polarización, y que no nos han permitido encontrarnos en la diferencia.
Estos personajes, que mientras nosotros estamos luchando con ideas desde nuestras creencias de derecha, izquierda o centro, están por debajo de la mesa negociando sin ningún tapujo entre ellos y repartiéndose la torta de la nación, los departamentos y municipios.
No es sino detenerse a recordar, en que mientras el país demostraba en las calles y en las redes sociales lo dividido que estaba por lo acontecido en el plebiscito por la paz, el cuadro que nos tocó observar de manera pasiva estaba enmarcado por un expresidente Andrés Pastrana, un moribundo político hasta ese momento; un expresidente Álvaro Uribe Vélez, quien sin duda es el hombre que ha manejado los hilos de la política de Colombia desde hace por lo menos 20 años; y un camaleónico Presidente Juan Manuel Santos.
Estos tres personajes políticos, sin ningún tapujo estaban jugando su juego de tronos con las conciencias democráticas de quienes estábamos por fuera argumentando, contradiciendo y pensando desde diversas orillas una mejor nación.
Frente a este triste panorama, es el momento de alejarnos de los partidos y de los “líderes” que promueven los extremos ideológicos, de enjuiciarlos moralmente en las redes sociales, en los medios de comunicación, pero fundamentalmente en las urnas. Debemos rechazar contundentemente a los actores directos e indirectos de la corrupción, para no seguir viéndonos reflejados en actores políticos que lo único que han hecho es aprovecharse de las necesidades de los colombianos y de sus sueños por construir un mejor país.
Esto ya no es un tema para rasgarse las vestiduras, incluso entre amigos y familiares, por pensar distinto. Es el momento de deslindarnos de las corrientes políticas tradicionales, que si bien pueden tener personas con importantes cualidades intelectuales como el caso de Jorge Enrique Robledo, filosóficas como el caso de Humberto de la Calle y visionarias como el caso de Iván Duque, no dejan de representar ese disfraz de ideales por medio de los cuales se han robado nuestro país.
Yo estoy dispuesto a dar ese paso, ¿y ustedes?
@rafaelgonzalezp