A manera de carta abierta.
Dr. José Herman Muñoz Ñungo:
Usted no fue un gran Rector, como lo ponderan sus colaboradores, por el contrario, es el gran responsable de la inminente debacle financiera, política y moral por la que atraviesa la Universidad del Tolima. Usted, un hombre forjado en la burocracia de alto nivel en la institución, no ignora que el actual estado de cosas no se compara con otro.
En mi opinión, ha sido su incapacidad para aceptar los propios errores y la escasa preparación de su equipo de trabajo (y la suya misma) lo que nos llevaron a la penosa situación que enfrentamos hoy.
La crisis es innegable, usted lo sabe, aunque mucho se empeñó en ocultarlo. No volveré sobre las decenas de caracterizaciones que se han hecho. He tenido oportunidad de decírselo en privado, en público y por escrito igual cantidad de veces.
Hace pocos meses debatíamos sobre si existía “la tal crisis de la que habla ASPU” (Asociación Sindical de Profesores Universitarios), hoy, cuando el sol quemó el dedo que pretendía taparlo, la escasa discusión por fin se centró en lo que provocó esa crisis. Ya no hay forma de negar nuestra indigencia.
Las últimas noticias que nos han llegado de su triste administración, un endeudamiento con la banca privada por diez mil millones de pesos, ¡Diez mil!, para cubrir gastos de funcionamiento, nos dieron a conocer cuál es su posición en esa discusión.
Como es de esperarse, la crisis no tiene que ver, según usted, con el aumento de 12 mil millones de pesos en la nómina administrativa durante su administración, ni con las oficinas que abrió para sus aliados, ni con los gastos de minibar, ni con los regalos, ni con las ostentosas fiestas que se cubrieron con recursos de la universidad.
Según la “exposición de motivos” para endeudar la universidad, ésta tendría que ver con la “desfinanciación estructural y crónica” de las universidades públicas, por parte del (esto no se dice explícitamente pero se infiere) gobierno nacional.
Es cierto. En efecto, acabar con la universidad pública es política de Estado desde 1991. Desde entonces, no ha habido gobierno nacional que no le haya negado recursos. Tal vez, de manera más sistemática y sofisticada, desde la primera década del 2000, cuando se normalizaron (los efectos de) las expresiones que usted gusta tanto repetir: calidad, excelencia, acreditación, indexación, universidad-empresa-estado, etc.
Pero la misma historia de desfinanciación podemos contar de los gobiernos territoriales, aunque a usted esa historia no le guste contarla.
Nadie sabe a ciencia cierta cuánto le debe el departamento del Tolima a la universidad (podría sobrepasar los 70 mil millones de pesos), y nadie ha hecho el esfuerzo de calcularlo y mucho menos de cobrarlo. En eso tampoco ha sido la excepción.
Durante su administración fue incapaz de diseñar una estrategia jurídica eficiente para cobrar esa deuda. Por el contrario, de un plumazo, entre la Oficina Jurídica y la Secretaría de Hacienda Departamental, nos quitaron la mitad de los aportes anuales, y nos arrancaron la oportunidad de cobrar lo que de años atrás nos adeudan. Todo, absolutamente todo, se hizo en frente suyo, como Rector.
Nos dicen que la gobernación le ha girado recursos a la universidad, y es cierto, y también que, derivado de proyectos por regalías a través del OCAD regional de ciencia y tecnología, la UT también “se ha beneficiado”. Pero también dicen – lo cual no puedo sostener – que el gobernador quiere decidir en qué se invierten esos recursos (los de los aportes por Ley 30 de 1992) pese a que están destinados para cubrir el relevo generacional de la planta docente. Un acto por demás completamente violatorio de la autonomía, de ser cierto.
Pero no sólo fueron los recursos frescos de la gobernación los que entraron durante su administración. También llegaron recursos del impuesto del CREE y los de la estampilla Pro Universidad Nacional. Juntos, durante las vigencias de 2013, 2014 y 2015 (existen actos administrativos del Ministerio de Hacienda y la gobernación que los respaldan), suman más de 40 mil millones de pesos, esto promediando por debajo. Los recursos por regalías promedian los13 mil millones por año (aunque vienen con destinación específica).
Las administraciones que lo antecedieron a usted en el cargo no contaron con estos dineros (la gobernación no les giró recursos, y no existían la estampilla ProUnal, ni el impuesto del CREE) sufrieron del mismo “desfinanciamiento estructural y crónico” pero no tuvieron que endeudar la universidad.
¿Por qué? ¿Acaso la acreditación de 8 o 10 programas nos va a costar la quiebra?
Lo que me sorprende de su explicación de la crisis financiera no es tanto su argumento oportunista y cínico (con todo respeto), dadas las excelentes relaciones que ha mantenido con el Ministerio y el gobierno de Juan Manuel Santos (sobre todo con su representantes en el Consejo Superior), sino el momento en el que la plantea: a escasas dos semanas de llevarse a cabo la elección de Rector, cargo en el que usted aspira reelegirse.
¿Por qué “echarle el agua sucia” al gobierno nacional cuando necesita esos dos votos para mantenerse en el cargo? No dudo que Raquel Díaz, la “consejera viajera”, como se le conoce en los corrillos, sea una aliada suya, ¿Pero se arriesgará a perder el otro voto, o más bien se perfila usted como el primer Rector del país que “aproveche” la nueva línea de crédito del Ministerio y Findeter?
Mucho me temo que su interés está puesto en la consulta interna. Su cálculo es que el profesor, el estudiante, el egresado y el representante de las autoridades académicas, deben acatar su veredicto. El representante de los gremios vota con el gobernador, que está con usted. Sabe de sobra que no cuenta con el voto de los ex rectores, pero igual no lo necesita.
¿Pero por qué cree que el Consejo Superior “respetará las mayorías”? Dicho de otra manera, ¿Por qué debería considerar los resultados de una consulta no vinculante cuya función es escoger una terna, no postular un ganador? (Ver El respeto a las mayorías en la UT)
El pasado 27 de marzo, una emisora local le preguntó qué opinaba de la re-elección de Ignacio Mantilla como Rector de la Universidad Nacional, a pesar de haber perdido en la consulta con el profesor Mario Hernández. Su respuesta se resume en el titular de esa nota: “Hay que acatar las reglas” (Ver Hay que acatar las reglas) (Ver Ni-Ni, el gobierno de las universidades, ni autonomía ni democracia)
“(…) la comunidad universitaria viene pidiendo cada día más autonomía, que sean ellos los que eligen, pero la ley 30 del 92 dejó esa responsabilidad en el Consejo Superior (…) lo que pasa es que las reglas son claras, en el caso de la Universidad Nacional llegan al consejo superior las cinco mejores votaciones y este tiene la autonomía de escoger una de las opciones que llegaron, entonces todos jugaron con esas reglas y si uno juega con esas reglas yo creo que hay que acatarlas.”
Señor Rector, en caso de que no sea re-elegido el próximo viernes, ¿Usted acatará las reglas? ¿Sus colaboradores lo harán? ¿Lo harán sus aliados?
Hace cinco meses, en una asamblea multiestamentaria en el Coliseo, le propuse que rompiéramos esas reglas. Le presenté el caso de la Universidad de Nariño, que escoge su Rector de manera directa a través del voto de los profesores y los estudiantes; también le dije que iniciáramos un proceso de reforma institucional a través de la asamblea multiestamentaria, como lo ha hecho esa misma universidad.
Su respuesta, a través de un comunicado público, fue que no se podía usurpar las funciones del Consejo Superior. Pienso que en ese momento usted se sentía muy fuerte, y no imaginaba que un nuevo candidato, independientemente de sus calidades, pudiera disputarle la Rectoría. ¿Estoy equivocado?
Siento que ese día tuvo en la mano el pasaje para montarse en el tren de la historia (como dice un amigo que tenemos en común), pero lo dejó pasar. Lo hizo porque se sintió con la fuerza suficiente para despreciar a las mayorías que estaban ese día en el Coliseo, mayorías que hoy cierto democraterismo barato y advenedizo reclama sea respetado por el Consejo Superior.
No quisiera estar en sus deshormados zapatos.
Con respeto y sinceridad,
Andrés Tafur Villarreal.
Estudiante, egresado y profesor de la Universidad del Tolima.
Postescriptum: ¿Por qué no le contó a la comunidad que la “decisión” de conmemorar ya no 60 sino 70 años de fundación de la universidad llevó al traste el trámite legislativo que pretendía solicitar recursos al gobierno para construir la sede sur de la UT en Chaparral?