La vida es de ensayo y error, pasamos día tras día teniendo experiencias, unas agradables otras no tanto pero todas igual de maestras para crecer en todos los aspectos de nuestra vida. Muy seguramente, todos, en algún momento hemos sufrido tanto que hemos llegado a tocar fondo y a enfrentarnos con nuestros peores miedos y porque no decirlo, nuestros peores demonios. Pero de eso se trata, de seguir y de convencernos a nosotros de que todos, por difícil que sea lo que atravesemos o por grave que sea nuestro error, merecemos segundas oportunidades.
Nunca nada será tan grave si existe un arrepentimiento de corazón y ahí está la clave para lograr todo aquello que anhelamos y más cuando estamos hablando de perdón. En ocasiones nos volvemos tan razonables, tan reales y tan prácticos que nos olvidamos de todo aquello que nos hace vibrar y lo primero de eso es escuchar el palpitar de nuestro corazón, porque desde él es que sale la fuerza para lograr todo lo que nos propongamos en la vida, sea bueno o no.
¿Pero porqué hablar del corazón cuando mencionamos las segundas oportunidades? Simplemente porque existen situaciones en las que nos volvemos fríos, parcos y ciegos de sentimientos que nos creemos con la potestad de juzgar y criticar el actuar de los demás, olvidándonos que todo aquello que nos enfurece en otros es precisamente lo que cargamos dentro de nosotros. De ahí la importancia de dejar de lado aquello razonable y detenernos más a menudo para sentir que tan fuerte palpitamos frente a una situación y así lograr tomar la mejor decisión.
Así entonces la invitación de hoy es a no juzgar, a hacer para construir y a creer en la posibilidad de que todos somos merecedores de soñar en grande, de perdonar y ser perdonados, de retractarnos y enmendar errores, de reconocer y aceptar falencias para ir con todo nuestro ser en la búsqueda de segundas oportunidades que nos permitan no repetir patrones de heridas, pero sí fortalecer las acciones de mejora continua de ese yo interno que está lleno de amor y aportes positivos para otros, pero que a veces se camufla entre razonamientos absurdos y miedos ajenos.