Cuando en la cúpula de la justicia convergieron tolimenses, creí que renacía el “Chaparral de los Grandes” o, parodiando los acontecimientos de otra parte del mundo, que era la “Primavera Tolimense”. Pero qué decepción hemos tenido; claro, no me refiero a ilustres coterráneos que hoy en día hacen parte de las Altas Cortes, sino a quienes tuvieron la oportunidad de hacer algo grande por el país, por la justicia y por el Tolima.
Nadie puede decir que el ya casi exfiscal General de la Nación no sea un profesional de amplia trayectoria, de avezados conocimientos, pero su huella no será la de impartir justicia ni mucho menos corregirle sus males; por el contrario, llegó a hacer lo que no le gustaba ser: mediático, esnobista, guerrerista y perseguidor. Claro, después de su nefasto paso por la Fiscalía volverá a Alemania, como becario de la Fundación Alexander von Humboldt, repasará sus conocimientos de Derecho Constitucional en la Universidad de Erlangen y será nuestro embajador en la tierra de Hitler.
Pero ¿qué nos deja Eduardo Montealegre? Los escándalos, la celebración de contratos non sanctus, perseguir por cuestiones políticas a quien se le atravesaba en sus posiciones, el despilfarro, anuncios de investigaciones, impunidad y su arrogancia, inferior a su legado.
Pero, en defensa de Montealegre, puede decirse que su Fiscalía no difiere de las de Alfonso Gómez Méndez, Mario Iguarán, Luis Camilo Osorio, Guillermo Mendoza Diago, Vivian Morales, Alfonso Valdivieso, etc. Así, con esta institucionalidad cuestionada, es imposible que las FARC se sometan a un Estado corrupto y siempre tendrán razones de peso para dilatar la firma de la paz. Los bandazos de Montealegre solo han servido para echarle leña a la hoguera.
Los tolimenses quedamos a la espera de los anuncios televisivos con relación al fracaso de los Juegos Nacionales, pero este ibaguereño, sin sentido de pertenencia por lo nuestro, no quiso investigar y fue uno más de los alcahuetas de las “ias”, silenciosas.
No faltaran los “lambicolor” en proponer homenajes o proponerlo como candidato presidencial, o la Revista Dinero en nombrarlo como el hombre del año. Mientras tanto, los que se robaron los Juegos Nacionales seguirán en sus costosas ciclas haciendo ostentación en las redes sociales, jugando golf, trotando por el mundo o llevando a sus hijos a estudiar al exterior, como la guerrilla. Ese será el legado.