Como demócrata, no puedo menos que confiar en que el pueblo colombiano sea capaz de superar los muchos escollos que todavía afectan el logro del objetivo de la firma de los acuerdos en La Habana. Seguramente, no podrán concretar sus objetivos los hoy delirantes opositores de los acuerdos, desde el expresidente Uribe y su Centro Democrático hasta el Procurador General.
Por esto prefiero ya orientar mis inquietudes y energías hacia la respuesta a interrogantes como el del título del presente artículo. En este sentido, es preciso resaltar que con la firma de los acuerdos empieza un proceso histórico y social de construcción de la paz; desde la pedagogía originada en el Estado para la movilización de los ciudadanos hacia la refrendación popular de los acuerdos, pasando por la desmovilización de las FARC-EP, la implementación de los acuerdos y los cambios institucionales y políticos que todo ello demanda, hasta el desarrollo de una nueva cultura ciudadana que nos permita abordar la solución pacifica de los conflictos presentes y futuros.
Cada uno de estos “pasos” hacia la construcción de la paz, demanda del Estado y de la Sociedad Colombiana gran firmeza, esfuerzo e iniciativa para superar los inconvenientes que muy seguramente seguirán surgiendo en el proceso; algunos problemas derivados de la complejidad misma de los asuntos institucionales y socioeconómicos tratados y otros problemas derivados de las “triquiñuelas” que los enemigos de la paz seguirán inventando para obstaculizar el proceso.
La tarea de construir una Colombia próspera, equitativa y sostenible, que sepa construir colectivamente un futuro deseado por sus mayorías, está por encima de los intereses mezquinos y retardatarios de aquellos pequeños sectores que, desde la política (algunos gremios y medios de comunicación), se esfuerzan en impedir que nuestra Nación supere esta larga guerra que nos aqueja.
Con toda seguridad, el posconflicto será el escenario mas adecuado para tramitar la superación de los graves problemas de inequidad, subdesarrollo, narcotráfico, etc., que hoy frenan el progreso hacia el bienestar y la convivencia en nuestro país.