Tras los inesperados resultados del plebiscito para refrendar los acuerdos de La Habana, volvemos a sufrir de dos cosas en Colombia: incertidumbre y vergüenza internacional. Las preguntas que muchos nos hacemos: ¿Ahora qué sigue?, ¿se renegociará?, ¿qué se va a renegociar?, ¿las Farc aceptarán una renegociación?
Después de las declaraciones de Juan Carlos Vélez, queda claro que las máximas de la campaña del No fueron falsas consignas para generar indignación en los colombianos y lograr el resultado que finalmente se obtuvo. La oposición no estuvo basada en los textos de los acuerdos, sino en falacias como el castrochavismo y la “sodomización” del país.
Partiendo de que las consignas del uribismo para ganar en el plebiscito no tienen sustento en los acuerdos ni en la realidad, de llegar a darse una renegociación ¿qué se renegociará?
Digo consignas del Uribismo porque sin duda, los más de seis millones de votos por el No fueron capitalizados por el expresidente Uribe; Santos pierde el tiempo hablando con Pastrana, Ordoñez, Martha Lucía o los pastores. La renegociación debe realizarse con “el dueño de la finca” y tendría dos caras: la negociación pública y lo que se negociaría por debajo de la mesa.
En cuanto a lo que se renegociaría públicamente con Uribe se encuentra, en primera medida, la derogación de la Reforma Rural Integral: con la consigna de “defender la propiedad y la inversión privada”, se buscará salvaguardar los intereses de quienes se han beneficiado del despojo de tierras, es decir, los financiadores del paramilitarismo que compraron a precio de huevo miles de hectáreas para dedicarlas a la ganadería, siembra de caña de azúcar, palma de aceite, etc.
Con el argumento de no poner a la fuerza pública y a la guerrilla en el mismo nivel, Uribe también pondrá sobre la mesa que los militares responsables de delitos, como los falsos positivos, no deban someterse a la justicia transicional, menos en los términos establecidos en los acuerdos de La Habana, donde la Verdad y Reparación a las Víctimas son elementos prioritarios.
Finalmente, y por debajo de la mesa, Uribe exigirá que se solucione la situación jurídica de sus allegados que se encuentran prófugos o en la cárcel, especialmente de su hermano Santiago y de su exministro de Agricultura, no sería raro que termine pidiendo a los Estados Unidos libertad para Simón Trinidad y para Andrés Felipe Arias.
Se podría decir que lo que se renegociará es una ampliación del “marco de impunidad”, donde quepa el «uribismo».