“No basta, traerlos al mundo porque es obligatorio, porque son la base del matrimonio o porque te equivocaste en la cuenta…”
Quise iniciar esta columna con la estrofa de esta canción, del cantautor Franco de Vita, que nos permite ver la realidad de por qué algunos hijos fueron concebidos. Lo cierto es que después te das cuenta que son sangre de tu sangre, y aún así, para muchos padres puede ser lo más grande, lo más sublime, mientras que para otros puede ser motivo de discordia, dolor y obstáculo para su vida.
No obstante, estos seres nos hacen sentir tantas experiencias maravillosas; con ellos aprendemos a ser padre y madre, título que no lo otorga ninguna universidad, sino la experiencia de la vida. En muchas ocasiones me he preguntado: ¿de quién son los hijos? ¿de Dios? ¿de la vida? ¿o quizá son un préstamo momentáneo?
Entonces, mientras los tengamos, ¿qué podemos hacer por ellos? ¿qué necesitan los hijos de sus padres?
Amor incondicional: representado en acciones, guiándolos en cada edad y etapa de la vida, a través del afecto, cariño, entregando lo mejor. Comprometiéndose en todo, dándole la mano en los buenos y malos momentos, corrigiendo y exigiendo con amor, todo esto le brinda seguridad. Darles muestras de cariño todos los días, un abrazo, una sonrisa, una mirada, escribirles una nota, etc.
Tiempo: mucho tiempo compartido para disfrutarlos, jugar con ellos, estar en familia juntos, compartir tertulias familiares, asistir a reuniones y entrevistas del preescolar o colegio, sentarse a comer en familia. Cuidar de su salud, alimentación y aseo; tiempo también de calidad.
Autoridad: en el sentido de hacerlos crecer integralmente en todas sus dimensiones, guiándolos, siendo firmes y estables en lo que se quiere. Haciéndolos partícipes de los planes y decisiones familiares. Corrigiendo sus acciones y conductas, amándolo incondicionalmente.
Formarlos en hábitos: estableciendo normas, límites y horarios, logrando en ellos su autonomía; es tan necesario como sano.
Ser un buen modelo a seguir: los hijos son grandes observadores en todas las edades, por esta razón aprenden más del modelo y el ejemplo que de las propias palabras. Cuida cada acción de tu vida y más delante de tus hijos. Si deseas cultivar en los hijos el ejercicio de ciertas virtudes o cualidades, vívanlas así los llevarás lejos. “Las palabras convencen, el ejemplo arrasa”
Abrir las puertas de la comunicación: es brindarles a los hijos que se acerquen a buscar a sus padres cuando los necesiten sin temor alguno, dándoles el tiempo y la confianza suficiente para escucharlos; es decir, estar disponibles. Es importante cultivarles la capacidad de reflexión para que saquen sus propias conclusiones y aprendizajes.
Amor conyugal: primordial para brindarles a los hijos estabilidad en la afectividad, el amor y la sexualidad, ya que en el modelo que vean en sus padres estará basado la relación de amor que ellos construirán en un futuro.
Los padres y madres de familia que crían solos a sus hijos, según su situación o condición, pueden poner en práctica de igual manera toda esta guía.
Para concluir, ¿qué necesitan los hijos de sus padres? Lo resumo en dos palabras: presencia y amor.
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