La libertad de prensa debe venir acompañada por el proceso de revisión exhaustiva de lo que estamos haciendo en las salas de redacción de los medios. Cada día nos encontramos con escenarios desoladores, donde se difunde información sin control alguno; donde existen simples datos plagados de falencias en la recolección de la información y en su misma redacción, pero, sobre todo, emitidos sin pensar en lo que realmente quieren y necesitan ver, leer o escuchar los públicos a los que nos dirigimos.
Se vuelve un hecho noticioso cualquier situación sin tener en cuenta una de las características propias de la noticia “el interés del público”. Ejemplos tenemos múltiples, como la “transmisión” en directo de un suicidio, que solo genera morbo -entre muchas otras consecuencias para la sociedad- y, en general, mala imagen para el periodismo serio. Tal vez lo hacen para capturar audiencias.
Bien lo dijo el periodista danés Ulrik Haagerup, en el encuentro de la Inma (International News Media Association, por sus siglas en inglés) realizado en 2017 en Nueva York: “el periodismo es mucho más que un producto. Es el fundamento de la democracia. Es algo en lo que la gente debería poder confiar”.
¿Quién ha realizado un estudio sobre lo que el público quiere ver en sus medios para decir qué es lo que va a publicar? Una ventana a la que pocos se han acercado. Y tal parece que tampoco se ha ahondado en la pregunta ¿qué consecuencias trae lo que publicamos? Y es que, en definitiva, todo lo que se difunde tiene efectos en las audiencias.
Javier Darío Restrepo, afirmó durante el Festival Gabriel García Márquez de Periodismo 2018 que “existe un ambiente de desconfianza y dejamos de creer los unos en los otros. ¿Y por qué ha sucedido eso? Porque la información está plagada casos de corrupción. Y eso, todos los días ha ocurrido hasta crear la convicción de que todos somos una manada de pícaros. ¿Por qué sabemos más de los corruptos que de los honestos? ¿Por qué los corruptos son prácticamente los héroes de cada día? En cambio, los honestos son los que están silenciados. Y aquí el silencio sobre los honestos está desinformando y está creando la imagen contraria”.
Entonces, para hablar de una verdadera libertad de prensa se debe primero revisar lo que se está haciendo. Eso sería una actuación coherente frente al deber y al derecho. Pero, sobre todo, porque existe la imperante necesidad de tener un periodismo responsable que vele por una sociedad real y verazmente informada.