En una sociedad desigual como la colombiana, en la que la inequidad ha sido el derrotero que ha construido la diferencia de clases, en la que los estratos determinan las vinculaciones entre las personas, manejar el poder gubernamental es un As bajo la manga de quienes quieren acentuar esa situación y el trampolín para quienes, sin pertenecer a esas clases privilegiadas, desean escalar socialmente y ganar esos privilegios.
La tradición que ha hecho carrera en Colombia y en el Tolima con los llamados “delfines” hace que por apellido, tradición y amañamiento en el poder, los hijos de los hijos o amigos de los amigos ocupen los cargos directivos de la mayoría de corporaciones públicas en el país y los departamentos.
Basta sólo con hacer un pequeño recorrido por algunos cargos, curules, puestos o como les quieran llamar para comprobarlo. A nivel nacional, por ejemplo, Simón Gaviria, hijo del expresidente César Gaviria es hoy el Director del Departamento Nacional de Planeación, a pesar de su cuestionado paso por la Cámara de Representantes u Horacio José Serpa, hijo del senador, exministro y excandidato presidencial, quien es hoy concejal de Bogotá. Por este listado pasan los amigos o hijos de Galán, Santos, Turbay, Char, Pastrana, Valencia Cossio, Lleras y un largo etcétera, etcétera, en fin, los delfines influyentes como han sido llamados y reseñados en varios medios de comunicación
A nivel local, la situación no es muy distinta. Más que el apellido, la política sirve como ese escalón que muchos utilizan para ascender, empezando por involucrarse en las filas militantes de jóvenes en los diversos partidos, hacer alianzas, juramentos, entre otras perogrulladas para después ser concejales, secretarios, asesores y demás, hasta alcanzar candidaturas a altos cargos de entidades territoriales por ser amigos o familiares de… Como ciudadanos todos tienen el derecho de hacerlo y a practicar esa parte nefasta de la democracia, sin embargo el tema complejo es cuando con abusos de poder, ya en altos cargos, muchos de estos jóvenes se encargan de dirigir los destinos de la ciudad o el departamento, cerrando el círculo a unos pocos amigos o al selecto sector que representan, del que hacen parte o al que quieren pertenecer.
Esa es la expresión de una clase media emergente que entra en disputa consigo misma para alcanzar un poder que le ha sido casi que arrebatado por las altas esferas que siempre lo han conservado. Ejemplo de ello se evidenció en las anteriores administraciones de la Universidad del Tolima en las que el nepotismo -o la desmedida preferencia que algunos dan a sus parientes o amigos para las concesiones o empleos públicos, según la RAE-, estuvo a la orden del día entre amigos, familiares o cercanos como un árbol familiar de cargos administrativos, que también fomentaron la crisis de la institución educativa; situación que se cuela en instituciones públicas y privadas de la ciudad y el departamento, lamentablemente.
Se puede gobernar una institución, una ciudad, un departamento o un país limpiamente con esa estrategia tan conocida y practicada en las administraciones de recomendar a los conocidos, así después el trabajo no sea lo que un territorio o institución necesita y de la que muchos jóvenes se aprovechan para excluir a otros cuantos que teniendo todas las capacidades profesionales, pero por no estar en el círculo social de quienes manejan el poder, no pueden entrar a trabajar en las entidades públicas como un derecho constitucional?
Vicios políticos o formas de hacer política, este cuestionamiento ciudadano implica una reflexión sobre los poderes delegados a quienes por votación popular se eligieron y que autónomamente designan sus equipos de trabajo. Ese es el privilegio que ganan quienes llegan al poder, las llamadas cuotas que cuestionadas o no, se siguen repartiendo a nivel local sea cual sea el discurso de los gobernantes de turno y que privilegian a sus cercanos o a sus “roscas” como popularmente se les ha conocido.
Una democracia limpia de esos derroteros clientelistas y amiguistas haría un país, departamento o ciudad más cercana a sus ciudadanos. Si bien nadie gobierna con el enemigo, el nivel de equidad, igualdad e inclusión, no sólo en los discursos, sino en la práctica de puestos o cargos públicos de libre remoción o no, haría que los privilegios de estar cerca al poder no se acentúen y que se aprovechen como en un juego de ajedrez para eliminar a los peones. De eso se trata la otra forma de hacer política, de reivindicar a los otros y no sólo por estar en condición de discapacidad, ni ser diversos, sino por capaces y distintos políticamente, en lo profesional y como ciudadanos.