Erika Guerrero se gana la vida con las manos, tal como lo hacía en su natal Venezuela, con esas mismas herramientas y las inmensas ganas de enderezar su presente y futuro, que a veces siente oscurecerse, pero al que no le teme.
Desde que llegó a Ibagué, su acento la delata. Quienes la conocen o escuchan, saben que esta mujer de 34 años nació kilómetros más allá de la frontera. Justamente, a la ciudad llegó después de recorrer 30 horas en un bus desde su natal Villa del Rosario, en el estado Zulia.
Antes que aterrizara sus pies en el Tolima, sus ojos recorrieron parte de la Costa Caribe y el Magdalena Medio, hasta que llegó al barrio Gaitán, donde, a escasos dos meses de vivir, muchos ya saben que su diario vivir transcurre en medio de pies y manos.
En el vecino país dejó a sus dos hijos bajo el cuidado de su expareja, y hasta allá llegan los $50.000 que envía cada semana para el alimento, en medio de la escasez que los azota.
“A mí me pagan y lo primero que hago es enviarle dinero a mis hijos. A veces me quedo sin un peso, pero lo que me llena de tranquilidad es que ellos coman y tengan sus cosas”, cuenta emocionada.
A la ciudad vino por una amiga que le dijo que estaban necesitando venezolanos para trabajar. No lo pensó dos veces. La propuesta fue un bálsamo para su vida, pues la difícil situación que enfrenta su país había disminuido el número de clientas que atendía de manera independiente.
Conocía a Ibagué virtualmente por comentarios de allegados que le habían narrado cómo era la ciudad, su gente amable y el acogedor clima. Está tan amañada que tiene pensado quedarse.
“De verdad que me ha parecido una ciudad espectacular, no me quiero ir. El clima, el trato de la gente y el trabajo me tiene muy contenta”, señala con cierto aire de esperanza.
Tiene planes de traer a sus hijos de 13, 15 y 17 años, y a su nieto que nació hace menos de un mes. Cuando habla de su familia se le salen algunas lágrimas, sin embargo, saber que ellos están bien le da fuerza para seguir adelante.
Pero Erika no es la única, hay miles de venezolanos que migraron paulatinamente hacia Colombia a raíz de la grave crisis económica, social y política que atraviesa el Gobierno Bolivariano.
A pesar de que Ibagué ocupa los primeros lugares de desempleo en Colombia (cuarto en el ranking nacional) y tiene más de 38.000 desocupados, todavía es atractiva para los centenares de extranjeros que buscan una oportunidad al interior del país.
En comparación a otras capitales, la tolimense ofrece un costo de vida barato que es llamativo para los de afuera. Muchos coinciden en que los precios del mercado son accesibles para su condición económica.
Hay más de 600 venezolanos
Según Migración Colombia, en la ciudad el censo de población venezolana regular está estimado de la siguiente manera: 56 residentes, 96 temporales, 147 con permiso especial de permanencia y 178 en proceso de nacionalización.
Sin embargo, no es un secreto que la cifra de venezolanos que viven de manera informal es mayor. Según la autoridad de control, en Ibagué hay 611 venezolanos irregulares. Muchos de ellos ingresaron sin documentación o se les venció el permiso de 180 días que otorga el Gobierno para desarrollar actividades meramente turísticas.
EL OLFATO conoció el número de venezolanos regulares presentes en 14 municipios del Tolima. La lista la encabeza Ibagué con 293, le sigue Mariquita con 72 y el Líbano con 65.
¿Qué hacen?
La mayoría de estas personas trabajan en el mercado informal. Como Erika, los venezolanos son empleados en peluquerías, panaderías, restaurantes y hasta en la calle vendiendo dulces, limpiando parabrisas y rebuscándose en lo que salga. En algunos casos, los empleadores se aprovechan de la ilegalidad de los foráneos para fijarles tarifas de empleo que están por debajo del promedio y omiten aportes de seguridad social.
De acuerdo con el director de la territorial del Ministerio de Trabajo en el Tolima, Elio Fabio Rodríguez, hasta la fecha no han recibido denuncias de explotación laboral, sin embargo, señaló que dicha situación es una realidad en la zona céntrica de la ciudad y anunció que le harán seguimiento a las empresas que vulneren los derechos laborales.
“Hemos tenido información del área de comercio del centro entre la 12 y 16 con Tercera. Si nosotros visitamos un establecimiento y verificamos que no les pagan seguridad social, ni tampoco el salario mínimo, procederemos a investigar y sancionar drásticamente”, indicó.
¿Por qué hay tanto irregular?
Más allá de la diferencia de cifras, existen varios motivos para que los foráneos no se acerquen a entidades públicas a ponerse al día con sus papeles. Uno de ellos es la sanción económica, que generalmente se impone por el vencimiento de la estadía. Las multas van entre 1 a 7 salarios mínimos mensuales vigentes, dinero que para un venezolano que ha llegado prácticamente sin nada en sus bolsillos, es imposible pagar.
Las estadísticas de Migración Colombia también registran ciudadanos venezolanos que ingresaron al país entre el 2012 y 2015 con capacidad económica suficiente para aplicar a un visado y por consiguiente se desempeñan laboralmente de manera regular.
No obstante, en los últimos años las familias colombo-venezolanas, que han llegado de manera irregular son personas de escasos recursos económicos.
El personero de Ibagué, Juan Felipe Arbeláez, coincide con estas cifras. Según el funcionario alrededor de 200 venezolanos ya tienen prácticamente toda la documentación en regla.
A su despacho llegaron hasta el 31 de diciembre de 2017 apenas 67 personas solicitando asesoría para solucionar su condición ilegal. La mayoría de estos acudieron a pedir refugio, visa de cónyuge TP10 (para poder trabajar) y atención en salud a través del Sisbén.
“Estamos ayudándole a los venezolanos a conseguir permisos temporales para que puedan trabajar con el fin de que la informalidad no prime”, indicó Arbeláez.
Mercado laboral atractivo
Aunque no se tienen cifras del impacto en la economía local por la llegada masiva de venezolanos, el director del Observatorio Laboral de la Universidad del Tolima, Jorge Renza, piensa que la situación conllevaría a una mayor demanda en los puestos de trabajo que aumentaría la tasa de informalidad y provocaría un descenso de salarios, en vista de que los foráneos están ocupando puestos que los locales no quieren tomar.
“Es posible que la mano de obra venezolana esté ganando un importante espacio de las ofertas laborales de la ciudad, pero como no hay información concreta nos estamos moviendo en el plano de la especulación”, manifiesta Renza.
El funcionario califica como un suceso inusual que el desempleo se haya disparado en el último trimestre del año y los venezolanos sigan llegando a buscar trabajo.
“Nuestra ciudad podría ser de paso para los venezolanos mientras se generan las condiciones para migrar a países como Chile o Perú, en donde los niveles salariales y de vinculación son superiores que en Colombia”, explica, agregando que Ibagué no está preparada para soportar la llegada de otros más, porque no hay generación de nuevas ocupaciones.
Migración Colombia asegura que en el país hay actualmente 202.064 venezolanos de manera regular y 267.667 irregulares en rangos de entre los 15 y 35 años de edad.
Aunque todavía cueste trabajo dimensionar el impacto de una población que es difícil de cuantificar, lo cierto es que cuando llegan a la capital tolimense encuentran puertas abiertas para progresar, formar familia y vivir tranquilamente.