Gamonal fue un término acuñado a inicios del siglo XIX para calificar al avivato hacendado que iba extendiendo sus territorios, sumándoles pequeñas propiedades de las que se apropiaba y despojaba a campesinos e indios. Con el tiempo y como una expresión de dominio heredada del feudalismo, institucionalizada la elección directa mediante el voto de los integrantes del ejecutivo y legislativo, se utiliza la misma palabra para identificar al jefe político que manipula y direcciona tanto el voto de quienes considera sus súbditos, como también canaliza los beneficios obtenidos por su faena y que como redentor y obra suya lleva a las comunidades pobres y necesitadas.
Pareciera imposible imaginar siquiera, que vicios de la “Democracia” como estos, subsistan en la política colombiana, máxime cuando las veredas, corregimientos y aldeas más lejanas y olvidadas ya tienen acceso a la tecnología, el conocimiento y civilización desde una aplicación en el celular, una tableta o los medios de comunicación.
En el Tolima perviven algunos exóticos ejemplares de estas características, quienes mediante trapisondas y manipulación desvirtúan la manifestación directa del electorado, a quienes mediante obras, dádivas o beneficios que obligatoriamente debe hacer el Estado, le hacen ver que éstos son actos de generosidad y reciprocidad política partidista por su respaldo electoral y no como una obligación constitucional y legal que les obliga el imperativo de solucionar las necesidades más apremiantes de los asociados, sin distingos de clase, sexo, religión o militancia política.
Alpujarra, una pequeña y olvidada aldea del sur del Tolima, más cercana a la capital del Huila que a Ibagué, ha tenido que soportar durante cerca de 50 años a un moderno gamonal que, utilizando las estrategias y mañas del medioevo, se considera predestinado para por sécula seculorum sacar provecho y beneficio personal y político de la manipulación electoral de sus coterráneos.
Así lo expresan con rabia habitantes de los sectores rural y urbano de este territorio, quienes no ven la hora en que sus paisanos salgan del letargo en el que los ha sumido la “jefatura” política perpetua de la que se ha apropiado el señor Jaime Osorio Gómez. Dolores cumple el presente año mil doscientos cincuenta años de fundada (1768) y su mayor anhelo, como descendientes de las tribus Anaimas y Natagaimas, es sepultar la intermediación ante los gobiernos nacional y departamental que se les viene haciendo y exigir directamente ante sus elegidos las obras, desarrollo y prosperidad negada.
A Osorio lo tildan de ser un camaleón de la política, que siempre juega varias cartas y en la presente elección presidencial tiene una vela con Vargas Lleras y la otra con Duque. Y con ambos reclamará dividendos, si alguno de ellos llegare a ganar.
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