¿Qué nos ha pasado? Duramos años echándole la culpa de todos los males al Santofimismo. Hace rato que se extinguió ese movimiento e Ibagué no levanta cabeza.
Entonces, ¿Ahora a quién le adjudicamos la responsabilidad de todos esos males que vienen como herencia maldita?
En estos casos no queda más remedio que asumir un mea culpa. Porque todos aportamos un granito de arena. Y en ese balance surgen algunas preguntas, que no suponen negativismo, sino una alta dosis de inconformidad:
¿Estamos eligiendo mal a nuestros gobernantes?
¿Estamos eligiendo mal a nuestra clase política?
¿Es seria y verdadera la agenda conjunta entre los mandatarios local y seccional?
¿Existe la verdadera concertación entre lo público y lo privado?
¿Llegamos al límite de la resignación?
¿Nos están doliendo de verdad los males de la ciudad?
¿Se nos volvieron paisaje las promesas electorales?
¿Hemos pasado cuenta a esos barones electorales, que poco o nada han hecho por la región?
¿Nos volvimos indiferentes?
¿Desde Bogotá la ciudad se vuelve un lugar chévere para venir a aburrirse?
¿Estamos pensando que la inversión para el crecimiento y calidad de vida se concentra en la llegada de grandes centros comerciales?
¿Y de la capacidad para protestar qué?
¿Jamás aplicaríamos una revocatoria de mandato?
¿Dónde están las universidades en el debate de competitividad, creatividad y emprendimiento?
¿Dónde están las memorias y resúmenes de los mil y un foros, talleres, congresos, encuentros, charlas y conversatorios por el presente y futuro de Ibagué?
¿Dónde está el relevo generacional?
¿Ya descubrimos la vocación como ciudad intermedia? Teniendo en cuenta que definitivamente el turismo no es el fuerte.
¿Está lejana la percepción de las encuestas a la realidad que se vive en calidad de gobernados?
¿Ofenden nuestra inteligencia aquellos que pretenden hacernos ver una ciudad maravilla cuando la verdad es otra? Si nos comparamos con aquellas que en años anteriores
no alcanzaban los niveles de desarrollo y crecimiento que hoy exhiben.
¿Por qué los gobernantes no rinden trimestralmente sus cuentas en todos los órdenes, planes, proyectos, ingresos y egresos?
¿Tenemos que conformarnos que, cuando en una cadena radial de cubrimiento nacional se mencione a Ibagué, solo sea para decir que por acá se sufre cantidades por el pésimo suministro de agua? Pasa a cada rato en la W. Es decir, mala prensa nacional.
¿Tenemos que soportar a esos que dicen llamarse líderes de los barrios, que terminan volviéndose odiosos y lambones con los mandatarios de turno?
¿Es un mazazo a la libertad de prensa que la pauta publicitaria se convierta en mordaza para los gobiernos? Con la anuencia, claro, de muchos de los que ejercen el periodismo.
¿Tenemos que soportar los gobernantes venidos de menos a más, dando claras señales de que el poder produce obnubilación?
¿Hasta dónde ha sido benéfico para la ciudad que los cargos de alta gerencia, en algunos casos, vengan a ser ocupados por los mal llamados pro-hombres? Y a quienes la ciudad solo les genera incomodad e inconformismo y cero sentido de pertenencia. Y todo por el oportunismo. ¿Cómo por ejemplo una pensión?
¿Está afectando a la ciudad la fuga de cerebros?
¿Mantenemos real sintonía con la ciudad o estamos más pendientes de lo que le pasa a Gustavo Petro en Bogotá, que de lo que le ocurre a Luis H. Rodríguez en Ibagué?
Aclaro, en esta reflexión no hay nada personal. Solo es un dolor de ciudad.
Abogada.