Carlos Walteros es un microempresario de Ibagué experto en la producción de exostos. Tiene un profundo conocimiento de su producto. Quiere mejorarlo y quiere conquistar nuevos mercados pero no sabe cómo hacerlo, tampoco tiene acceso a recursos de crédito para ampliar su negocio. Habla de innovación y en sus ojos se refleja el deseo de progresar.
El empresario John Peñaloza nos reporta que en Murillo, Tolima, hay microempresarios expertos en la producción de calzado. Han recibido apoyo de la Alcaldía y forman parte de una agremiación, pero no saben cómo ir a conquistar clientes en ciudades como Ibagué.
Estos dos casos evidencian que el futuro de los microempresarios es frágil e incierto. En muchos casos doloroso porque está ligado exclusivamente a la sobrevivencia. Y es lo mismo aquí que en América Latina. Y explica en parte la situación difícil del desempleo que padecemos. A la mayoría les toca remar solos río arriba. Esta es una de las conclusiones de un estudio realizado en 2018 por la CEPAL denominado “Mipymes en América Latina…”.
El panorama lo define claramente la investigación de esta manera: “…las elevadas diferencias de productividad (entre sectores y empresas) reflejan y refuerzan brechas en capacidades, en incorporación de progreso técnico, en poder de negociación, en acceso a redes sociales y en opciones de movilidad ocupacional ascendente a lo largo de la vida laboral”.
Si tenemos en cuenta que según la estructura productiva del país, el 99% son Mipymes, estamos hablando de un problema estructural. Y si a esto le agregamos (lo dice el estudio) que el 49% de las Microempresas son informales, preguntémonos qué ha pasado en Ibagué para que nuestro índice de desempleo supere el 15%.
Creo que nos falta como dice el refrán “tomar el toro por los cachos” y profundizar con el semáforo en naranja, para que los actores claves en pleno, tracen las políticas y las acciones requeridas para salir de este marasmo empresarial que nos consume.
Así como los computadores lentos pueden mejorar su rendimiento a partir de ajustes en su disco duro, así también como sociedad regional necesitamos un nuevo chip que nos sintonice con lo esencial. De verdad, hay muchos problemas que podemos ir resolviendo. Solo basta la voluntad y el compromiso de abordar esos temas de manera colectiva.
Uno de los más grandes retos es cómo lograr que más pymes se preparen y puedan ir con éxito a los mercados internacionales. Taiwan cuenta con 36.193 kilómetros cuadrados, y tenía hace unos años 51 mil pymes exportadoras. Colombia, con más de un millón de kilómetros cuadrados, según un informe de Confecámaras, cuenta apenas con un poco más de 9 mil y, de esta cantidad, las microempresas son una escasa muestra.
Dada la heterogeneidad de nuestra débil estructura productiva, creo que una segmentación por sectores potenciales para conocer sus necesidades, nos ayudaría a definir un plan de intervención en microempresas y pymes. Para ello, las universidades y los gobiernos locales, son piezas claves de este rompecabezas. Y para el sector de las pequeñas empresas que han avanzado en su formalización, el apoyo gubernamental e institucional se puede concentrar en acompañarlos a potenciar sus capacidades.