Según la ONU, el 70% de las mujeres en el mundo en algún momento de su vida han sufrido violencia de género; así mismo, el Boletín de Calidad de Vida para Ibagué de la Red de Ciudades Como Vamos en el año 2016 expuso que, de 312 casos de violencia de género, 275 tuvieron como víctimas a mujeres; es decir, de cada de 10 casos de este tipo de violencia en Ibagué, 8 ocurren en mujeres.
Parece que, las cifras no concuerdan con los avances normativos que se han dado en este tema durante las últimas décadas y que han permitido en parte una mayor visibilización del problema; y es claro que no coinciden, toda vez que ese machismo expresado de manera abierta se ha ido ocultando, y estamos ahora en presencia de un machismo clandestino.
Y es que el machismo –o neomachismo- está en pie de lucha, y eso le ha permitido transmutar y adaptarse a las condiciones actuales. Este ahora vislumbra un escenario de masivas campañas contra la violencia, una educación base frente a este flagelo, y la existencia de grupos activos feministas que alimentan el debate público y desarrollan una importante movilización social y política.
A pesar de ello, el machismo clandestino ha sabido utilizar todo ello a su favor; ha promovido, por ejemplo, una deformación del feminismo y lo ha caricaturizado; expresiones como “Feminazi” son ahora un argumento contra la lucha feminista, un nuevo instrumento de opresión real y simbólica.
Del machismo también somos víctimas los hombres; muchos lectores podrán reconocer cuantas veces vieron imposible quebrarse, cuantas veces vimos improbable expresar con llanto un sentimiento. cuantas veces muchos salimos a la lucha, a la batalla, por demostrar virilidad ¿Cuántas veces dejamos de hacer algo que no es digno de un “varón” ?; es que el machismo es cuestión de todos, y en ese sentido, la lucha feminista también es nuestra.
Para ello, los hombres tenemos que desarrollar un análisis de nuestros comportamientos, tenemos que reconocer la existencia de privilegios establecidos por el machismo, tenemos que reconocer, valorar y promover los espacios de la lucha feminista; y tenemos que ver a las mujeres como pares, escuchar a nuestras madres, hijas, hermanas, amigas etc. mirarles a la cara y demostrarles cada día que estamos con ellas, con su lucha, con nuestra lucha.
Mujeres, mis respetos.