De los retos mayores que enfrenta una región, hay uno en especial que debería concentrar todos los esfuerzos, las sinergias y las voluntades: se trata del liderazgo.
Si las gentes de un territorio no tienen la capacidad de entender y aplicar el profundo significado de esta palabra, si los líderes y decisores de ese mismo territorio no son conscientes de lo valioso que es el trabajo mancomunado, si la dirigencia política y empresarial no comparte espacios para construir escenarios que cambien el actual estado de cosas, si las universidades no se conectan con las realidades municipales, si no tendemos puentes para gestionar las grandes oportunidades que se generan desde el gobierno nacional, si no articulamos las mentes con más lucidez, experiencia y desprendimiento que hay bajo este cielo del Tolima, si no somos capaces de pensar con sentido estratégico, si nos conformamos solo con ser gestores de pequeñas noticias diarias que mañana todos habrán olvidado, si pregonamos a los cuatro vientos de lo que somos capaces de hacer y no lo hacemos, si nos apropiamos de las ideas de los demás y no reconocemos nuestras debilidades y los talentos de otros, si no somos conscientes del momento histórico que estamos viviendo, si nos reunimos a desayunar para “hablar sobre cómo construir región o ciudad” y terminamos “pelando” del político de turno sin propuestas de acción concretas y, si no hay una auténtica disposición de ser verdaderos gestores del cambio, nuestro tiempo habrá pasado en vano y ese cargo y esa responsabilidad con que la vida nos premió, se desvanecerá con los días y no seremos más que un pobre recuerdo.
Los nuevos liderazgos reclaman desprendimientos, convocatorias abiertas, espacios para el debate, compromisos serios, respuestas claras a necesidades concretas, inclusión y representación. Los nuevos liderazgos no los construyen cuatro gatos en una región, sino una sólida masa de voluntades. Escuché de César Augusto Vargas la historia de lo que fue capaz de liderar la dirigencia gremial del pequeño municipio de Magangué, en el departamento de Bolívar: gestionó y tomó la vocería para construir un puente de 3,3 kilómetros, el más largo del país, con una inversión de 250 mil millones de pesos. Y el mismo César me preguntaba ¿nosotros con qué proyectos de largo aliento estamos comprometidos en el Tolima? ¿Qué tareas de corto, mediano y largo plazo vamos a emprender para honrar a nuestros hijos y a las generaciones que esperan de nuestra gestión y liderazgo?
Hay múltiples caminos qué recorrer. Voy con este ejemplo: supe que el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo abrió un fondo por 400 mil millones de pesos llamado “exprimiendo la naranja”, que permitirá apalancar créditos, capital semilla y emprendimientos para el sector de la economía creativa. Y hay otro fondo para “Fábricas de Productividad” que apunta al fortalecimiento, ampliación y modernización de plantas a través de la sistematización…”. El sector turístico se encuentra en una oportunidad similar y “se hace indispensable preparar verdaderos planes de acción entre el Gobierno, los gremios, los empresarios y las autoridades regionales”, recomienda Germán Vargas. Y si nos sintonizamos con el alma regional, y si abrimos las puertas para pensar el futuro, miles de personas estarían listas a acompañar las grandes causas que no hemos emprendido todavía.