A medida que la contienda electoral por la presidencia del país avanza, el debate político se ha agudizado. Y en un país de amplias brechas sociales como el nuestro, asumir un rol político implica innegablemente asumir una posición frente a ellas.
Así, el debate pone en la mesa los intereses urgentes y necesarios de los patricios sociales (o aspirantes a serlo), contra los de la plebe del país y sus problemas de gente corriente. Los de arriba, gente de bien con problemas reales que no soporta a esa gente de abajo, que no es más que un puñado de inconformes e incompetentes.
Ellos, los de arriba, están en la cúspide de sus comunidades. Son impecables e incuestionables. Son acomodados y nunca han sufrido necesidades aunque tengan mucho menos de lo que merecen, y si las han tenido se acomodan a ellas porque son bendiciones y Dios los está probando. No importa qué tan abajo estén, no importa si son pobres, desempleados o mueren en las puertas de una EPS, a fin de cuentas ahora sí se puede viajar por las carreteras del país y eso es lo que importa. Ser pobre es una desgracia superable, los demás son pobres porque quieren, pero ellos no; a ellos les han dicho que la plata está ahí y sólo hay que buscarla, aunque ninguno sepa cómo.
La guerra nunca los ha tocado pero la apoyan a toda costa. Los muertos van y vienen, al fin y al cabo alguien tiene que dar la guerra, pero Dios quiera que no sean ellos porque la gente de bien no muere en el monte, eso solo le pasa a esos muchachos que seguramente no andan por ahí recogiendo café; y a los honorables héroes de la patria: soldados hijos, padres, esposos y hermanos de otra gente. Verdaderos y necesarios mártires de esa, la guerra de los de arriba.
Los jóvenes de arriba tienen mucho por expresar, pero todo lo que dicen es mandado a decir, todo lo escucharon antes porque conocieron el mundo a través de sus smartphones. Son reacios, a veces violentos, y repiten una, dos, tres y las veces que sea necesario que ellos tienen la razón, duélale a quien le duela. Hay que escucharlos porque son educados y preparados, sus papás sí pudieron pagarles una universidad decente donde no aprendieron mañas de ningún revoltoso de abajo. Ellos son emprendedores, tienen talento y no son como esa gente que quiere todo gratis; aunque sueñan con hacerse a alguna zona franca para vender manillas y reciclar, como los más pudientes. Todo legal, todo en orden.
Las señoras y los señores son derechitos. Damas y caballeros refinados que han sido educados con valores morales, el Manual de Carreño y la Biblia. Ellos están muy arriba, conocen y respetan las tradiciones porque a este país lo están acabando los homosexuales, los mamertos y esas ociosas desocupadas que andan por ahí embarazándose o pidiendo que las traten con las mismas condiciones que a los hombres ¿qué se están creyendo?
El que no es de arriba es un vago –generalmente– izquierdoso, un mantenido sin aspiraciones que solo espera vivir del Estado o un delincuente. Arriba están muy ocupados ascendiendo socialmente y no tienen tiempo para enterarse de desfalcos como agro ingreso seguro o de las investigaciones por corrupción, paramilitarismo, falsos positivos y narcotráfico contra sus ídolos. Y aunque lo supieran, nada de eso importa porque arriba son idealistas, son los faros de la moral y si ellos quieren, pueden santificar a cualquiera, no importa si es un criminal y un asesino, después de todo usa saco y corbata, debe ser un buen muchacho.