Hace unos días, mi hija de 10 años me preguntó de manera inquieta si el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, podía colocar su rostro en una moneda. En medio de mi curiosidad por su pregunta, le dije que tendrían que pasar una serie de situaciones normativas, económicas y políticas, pero que era una posibilidad que podría darse; su respuesta inmediata, me dejó atónito: “Papi, si eso pasa, yo pisaría esa moneda”. En medio de mi indagación, insistí en saber las razones de sus palabras y le pregunté ¿por qué?, me dio la estocada final para confirmarme que estamos en frente de una generación difícil de leer “Papi, porque ese Presidente es una persona racista, que discrimina a los latinos”.
La verdad, de esta corta, pero profunda conversación, me llevó a hacerme varias preguntas: ¿por qué una niña de su edad estaría interesada en ese tipo de temas, que a gran parte de los “adultos” les es indiferente? ¿A los de mi generación a esa edad por qué no nos interesaban esos temas? ¿Qué los niños hoy se cuestionen frente a este tipo de temas es gracias a la nuevas pautas de crianza o a lo que les enseñan en los colegios? Por eso, gracias a esta situación y a las preguntas que surgieron, quiero en este espacio dar algunos acercamientos frente al tema.
Lo primero que se me vino a la cabeza fue recordar algunos aspectos de cómo nos criaron a los de mi generación y compararlo con estos nuevos niños a los que algunos llaman “Centenials”. La primera situación que recordé fue el cuestionamiento a los padres. Nosotros para “contestarles” como ellos decían, sabíamos que de hacerlo, fácilmente nos iban a “voltear el mascadero”, que a diferencia de los niños de hoy en día, ellos todo lo contradicen, todo lo cuestionan y todo lo ponen en duda, sin tener problema alguno en dejar en evidencia a sus padres.
Por otro lado, recuerdo los castigos. Nosotros vivíamos entre el “fuete” y el peor castigo del mundo: no salir al parque a jugar a ladrones y policías, fútbol, escondite o cualquier actividad con nuestros amigos. Mientras tanto, con estos chicos de esta generación de nativos digitales, la mejor forma de llamarlos al orden es prohibiéndoles que accedan a sus tabletas o dispositivos móviles, que creo que es uno de los principales aspectos que hoy generan que mi hija haga este tipo de preguntas.
Hoy el acceso a la información pareciera que no tiene límites, y nos movemos entre youtubers, apps y redes sociales. Mientras el youtuber de nuestra generación era el padre Rafael García Herreros con su programa el Minuto de Dios, hoy estos chicos tienen al frente de sus múltiples pantallas ejemplos como el de Julio Alberto Ríos Gallego, más conocido como «Julioprofe», quien con más de un millón y medio de suscriptores, da explicaciones detalladas de ejercicios y problemas de Matemática y Física. Estamos en medio de youtubers para todos los gustos, que enseñan de arte, cocina, historia, deportes, política para dummies y cuanto tema se nos ocurra. Pero no todo lo que brilla es oro. También se encuentran casos de éstos “influenciadores” digitales que logran de manera superficial hacer que meterse un puñado de malvaviscos en la boca mientras se dice una palabra se convierta en una tendencia mundial.
Es innegable que este acceso desbordado a la información, que es un tema que tiene sus pros y sus contras, y del que hay mucha tela por cortar, es sin duda la gran frontera que se nos cruza con estos niños digitalizados. Este panorama no nos puede llevar a diosificar o satanizar, ya que necesitamos lograr un punto de equilibro entre estos niños que frecuentemente están indagando sobre el mundo, pero que no se consuman en el frío mundo de la tecnología.
Espero que mi hija y los de sus generación, sigan involucrándose en lo que está pasando en el mundo, que se pregunten cosas a las que los padres muchas veces no tenemos respuestas y que nos obliga a informarnos más, y a que rompamos con la indiferencia o el permisivo silencio frente a lo que acontece en el mundo.