No sé si ocurra en todo el mundo, o simplemente en Ibagué, pero un periodista no puede escudriñarle la vida privada y pública a un hombre o una mujer, cuando su apetito voraz e insaciable por lo que tanto critican -el manejo y la administración de lo público-, afectan sus intereses mercantilistas.
Es cierto, Guillermo Alfonso Jaramillo no es monedita de oro y aún no se sabe si su empeño por hacer una buena administración dará resultados. Tal vez se ha equivocado en algunas decisiones y ya se anunció que los resultados finales los dará la justicia, pero ver, en un mes de gestión, esa catilinaria desde varios frentes hace pensar que no se está pensando en ciudad.
Al revisar y repasar las actuaciones y pronunciamientos de directores de noticieros radiales y notas editoriales de los últimos dos años, uno se pregunta: ¿dónde estaba ese periodismo que ahora aflora con la crítica? ¿Será que por fin entendieron que había que hacer periodismo? Ese periodismo del que habla Kapuscinki: “El deber de un periodista es informar, informar de manera que ayude a la humanidad y no fomentando el odio o la arrogancia».
La noticia debe servir para aumentar el conocimiento del otro, el respeto del otro. Las guerras siempre empiezan mucho antes de que se oiga el primer disparo, comienza con un cambio del vocabulario en los medios, decía Kapuscinki. ¿O será que, ante los anuncios de no permitir la extorsión radial, hicieron frente común para una guerra sin cuartel? Y la ciudad y los ciudadanos, ¿será que no importan?
Nuestra amada ciudad en el último cuatrienio retrocedió por lo menos veinte años. La administración anterior será recordada como la peor de la historia, y nuestro futuro en el ámbito nacional y mundial, en materia de organización deportiva, se vislumbra para dos décadas, cuando logremos recuperar parte del desastre. Desastre que los hoy acuciosos periodistas y protectores de lo público no vieron, o vieron y lo callaron, o lo vieron, negociaron y lo callaron.
Los funcionarios que se amedrantan ante la extorsión radial no saben el daño que ellos mismos se hacen y le hacen a la administración. No se trata, ni mucho menos, de pretender que los medios de comunicación, periodistas y comunicadores, no puedan acceder a prestar sus servicios en lo público y que se les pague por esos servicios, pero lo que no se puede permitir ni acceder es que a un periodista, por ejemplo, le den contratos de obras civiles para que los ejecute un tercero y con ello le paguen su silencio o su apoyo. Ese acoso también debe ser denunciado.
No es fomentando el odio o fomentando la “guerra”, entre la administración departamental o municipal de Ibagué, que recuperamos el tiempo perdido. Sé que al gobernador Óscar Barreto no le interesan las pequeñeces, sino simplemente dejar que cada uno a su estilo haga lo que considere que deba hacerse; y después, tiempo después, se harán las evaluaciones de quienes quieran hacerla y estén calificados para ello, ética y moralmente.