La responsabilidad social que supone el ejercicio de la democracia

Por: JUAN FELIPE ARBELÁEZ ESPINOSA

“Quien quiere hacer algo encontrará un medio, quien no quiere hacer nada hallará una excusa”, con la simplicidad de este proverbio puede concluirse lo que se necesita en este momento en el país, referente a la espera política, en medio de tan extrema polarización y confrontaciones permanentes entre los ciudadanos, es necesario hacer claridades sobre las necesidades y las posibilidades del país en lo que a política se refiere.

Debe ser evidente en esta instancia, que las filosofías partidistas se han ido diluyendo con el tiempo, y que al interior de cada partido, organización o movimiento político, existe una amplia gama de matices ideológicos y filosóficos que componen una red flexible de expectativas y aspiraciones sobre las acciones a implementar desde lo público, con la intención de promover desarrollo bienestar de la población nacional, a tal punto que suelen surgir opiniones encontradas dentro de los mismos copartidarios, lo cual no puede interpretarse como ausencia de cohesión organizacional ni una fisura estructural, sino como la reivindicación del carácter único de las personas y la heterogeneidad ideológica que representa la naturaleza humana.

En este orden de ideas, se hace notorio que el compromiso y responsabilidad sociales que supone el ejercicio de loa política, puede llevarse a cabo desde cualquier posición ideológica, puesto que la naturaleza misma de dicha actividad es la consecución del bien común, y es precisamente esto lo que debería ser el mantra de todas aquellas personas que desean desde la democracia, buscar un espacio en lo público, propendiendo por el bien común, con respeto a las posiciones de los demás, con la coherencia que habría de esperarse en tal situación.

La defensa de la vida, el respeto de los derechos, la equidad, la justicia, la preservación de los recursos naturales, la consecución de un desarrollo integral y homogéneo, la disminución de la brecha social, etc., son todos nobles propósitos que no pueden pertenecer a uno u otro bando, son axiomáticamente, principios rectores de lo que es la política – o por lo menos de lo que en teoría debería ser –, por lo que su cumplimiento no obedece a la percepción subjetiva de una persona o grupo en ejercicio de una dignidad en lo público, sino que se trata de lineamientos generales que habrían de ser desarrollados a través de una u otra metodología, la cual si se halla sujeta al ideario que se profese.

El punto crítico de la presente disertación radica en la posibilidad de aportar al bien común desde todas las aristas que se subsumen en el marco de la política local y que no pueden existir excusas para propender por mejorar el país; las organizaciones que conforman la estructura política colombiana deben cesar la institucionalización de esta “guerra” mediática que ha venido creciendo exponencialmente en los últimos años, y las personas que militan en ellas deben acatar como condición innegociable, la responsabilidad y compromiso social que representa la oportunidad de ocupar los cargos de elección popular en cada territorio.

El deber de los ciudadanos esta en juzgar a sus representantes electos por la vía democrática a través de sus acciones y no por la bandera que ondean, basta ya del adoctrinamiento y del radicalismo político que solo invita a la violencia, no es racional ni provechoso como sociedad, continuar analizando la política local bajo una lupa de blancos y negros mientras la cotidianidad de nuestras vidas se desarrolla en una amplia gama de grises, es importante entender que en la vida real existen más de dos extremos y que la mayor parte del tiempo, la cotidianidad transcurre como una sutil quimera que mezcla un tanto de cada uno de ellos, determinando que sea inconcebible la idea de neutralidad o extremos absolutos, siendo la búsqueda de ese punto intermedio, el ideal, el punto en el que pueden convivir equitativamente los ideales y anhelos de todos.

Foto: EL OLFATO

Fecha: domingo - 26 agosto - 2018