Elsa Barrios mide 1.30 metros de estatura y desde hace 16 años trabaja en la Universidad de Ibagué. Su talla baja no ha sido impedimento para realizarse como profesional en contaduría pública y ayudar para que otras personas con su misma condición reconozcan sus habilidades y no se dejen vencer por las dificultades.
Cuando era niña, su estatura pasaba inadvertida. Solo fue hasta llegar a los ocho años cuando se dio cuenta que los niños de su edad empezaban a crecer, pero ella no. Contrario a lo que muchos piensan, esta situación no fue motivo para que la discriminaran o apartaran de los juegos y dinámicas infantiles.
“Los niños no discriminan, lo hacen si han visto este comportamiento en los adultos. Durante mi infancia no recuerdo que alguien me haya tratado mal por ser de talla baja, por lo menos mis compañeros de colegio no”, recuerda.
Para Elsa, la manera de sobreponerse a su condición de talla baja ha sido aceptarse como es. Por este motivo, nunca ha querido victimizarse; por el contrario, se considera una mujer segura de sí misma y consciente de sus diferencias.
“Me acepto tal cual soy y eso ha permitido que la gente sepa que no me siento menos que nadie. No me da pena pedir ayuda cuando lo necesito, pero eso no es impedimento para hacer mis cosas”, manifiesta.
Una gran líder en el Tolima
“El objetivo que busco es la visibilización de las personas de talla baja, como una persona igual a cualquiera otra. Que se puede desempeñar en cualquier campo profesional o lo que quiera realizar. No somos personas para causar risas y entretenimiento para otros”, asegura Elsa.
Y es que en su trabajo como líder ha logrado que en Ibagué se realicen importantes eventos para las personas de baja estatura. Por ejemplo, en 2009, coordinó en la capital del Tolima el Quinto Congreso Nacional para Personas de Talla Baja, evento organizado junto con la Asociación Pequeños Gigantes de Colombia.
Además, Elsa también promovió el primer encuentro recreativo y deportivo para personas de talla baja, un evento que busca que la comunidad en general cambie su perspectiva y reconozca las diferencias de los otros, no como un impedimento, sino como una manera normal de vivir.
Sin embargo, y pese a los esfuerzos realizados por Elsa y la población de talla baja en Ibagué, la ciudad todavía no se encuentra adecuada para que todos puedan acceder de forma cómoda y sencilla a las edificaciones, el transporte público y todo tipo de espacios.
«Queremos que mejoren la accesibilidad, no solo a nivel arquitectónico, sino por ejemplo en el mobiliario de las oficinas, que es mucho más alto que nosotros; las escaleras también las hacen muy elevadas y además de la dificultad para subirlas o bajarlas también puede provocar accidentes», reitera.
«No somos un problema»
Según Elsa, además de todos los desafíos que se presentan en su vida gracias a las inexistentes políticas inclusivas, se suma otro reto y es el de conseguir trabajo. «Antes de ingresar a la Universidad de Ibagué pasé muchas hojas de vida, pero cuando me veían se les quitaba las ganas de contratarme«.
Y agrega: » Es que en las empresas creen que es un problema porque deben adecuar un puesto especial para uno y al final piensan que uno va a causar incomodidades y gastos y no a aportar como profesional. Cosa que por supuesto no es así. Llevo 16 años trabajando en la Universidad e ingresé a hacer mi pasantía como almacenista, así fui avanzando y ahora soy analista de auditoria en la institución».