Para no ir muy lejos, el pasado viernes Máryuri Trujillo tuvo un difícil dilema: ir a la celebración del Día de la Madre en el colegio de su hijo o desplazarse al sur del Tolima a cubrir la emergencia invernal en el sur del departamento.
Y como siempre, tuvo que ingeniárselas para cumplir con sus dos enormes responsabilidades: amar a su hijo e informar al país lo que ocurre en el Tolima.
«Me dolía el corazón solo pensar que los compañeritos de Simón (su hijo) tuvieran a su madres ahí y no estar yo con él. Decidí ir al colegio, que Simón me viera y después salí corriendo a hacer el informe para el noticiero«, cuenta la corresponsal de Noticias Caracol en el Tolima desde hace 14 años.
Desde hace seis, Máryuri es mamá y periodista, dos tareas que la apasionan, que la motivan, que la llenan de fuerza, que le consumen todo el tiempo -y todas sus energías-, y que le brindan enormes satisfacciones.
«Yo amo el periodismo. Empecé de regalada cuando estaba en la universidad. Trabajé tres años para el canal local (en esa época Cablecentro). Después estuve en la jefatura de prensa de la Policía en Ibagué, en el Festival Folclórico Colombiano y luego llegué a Caracol Televisión», recuerda.
Antes del nacimiento de Simón no medía el peligro. Hacía cubrimientos delicados en hechos de orden público y siempre estaba ahí: en el lugar de la noticia.
Pero todo cambió con la llegada de su hijo. «Él es un milagro. Yo supuestamente no podía tener hijos porque tengo útero bicorne (malformación congénita). Y antes de hacerme una cirugía para corregir esa malformación, me dijeron que estaba embarazada y desde ese momento todo cambió«, dice.
Simón nació en medio de un paro campesino y después de su licencia de maternidad tuvo que ir a montar su lugar de transmisión en el sector de Boquerón, en medio de fuertes enfrentamientos entre el Esmad y los manifestantes.
«La protesta fue infiltrada por la guerrilla y hubo hasta disparos de parte y parte. Fue la primera vez en mi vida que pensé en renunciar. Fue muy duro: nos tiraron gas lacrimógeno, piedras, palos. Pensé en llamar (al noticiero) y decir: yo no voy a cubrir (la noticia) porque no voy a arriesgar mi vida, tengo un hijo de tres meses en mi casa«, recuerda.
Pero no lo hizo. Con la ayuda de niñeras y el apoyo de su mamá, ha hecho todo lo posible para atender su familia y desempeñarse como una de las mejores corresponsables de Noticias Caracol.
«Hace poco, con el allanamiento de los supuestos supermercados de las Farc en Melgar, fuimos temprano a hacer un informe y nos regresaríamos en la tarde. Pero: ¡Sorpresa! Me llamaron y me dijeron que nos teníamos que quedar. De inmediato, llamé a mi mamá para que se quedara en el apartamento, pues mi esposo trabaja y vive en Bogotá«, cuenta Máryuri.
Esta periodista nació en el Líbano. Es directa y sin filtros, pero respetuosa. No se queda con nada y discute siempre con cabeza fría y con argumentos. Es buena amiga y buena colega. «Ella es de las pocas que defiende a los periodistas cuando hay abusos de las autoridades o de los políticos«, dice Fredy Gutiérrez, su camarógrafo.
Su rostro es familiar para muchas personas. Hay días en los que aparece en el noticiero en las emisiones de la mañana, del mediodía y de la noche. Casi siempre, sale bien vestida, bien peinada y con su infaltable seguridad. Pero otros, por los afanes, no alcanza a escoger su mejor pinta.
«La gente es cruel. Muchas veces se fija más en la blusa, en el pelo o en el maquillaje que en la información. Detrás de esa periodista hay una mamá que se levanta a las 5:00 de la mañana a escuchar noticias y a prepararle el desayuno a mi hijo para despacharlo al colegio«, afirma.
Tampoco saben -no tienen por qué saberlo- que, para ella presentar un informe de 50 segundos al aire, debe muchas veces viajar todo un día, hacer entrevistas, escribir sus textos y enviaros a Bogotá para que editen sus notas.
«Cuando llego a grabar los audios, algunas veces tengo a Simón conmigo y él sabe que debe guardar silencio cuando estoy leyendo. Incluso, él me cuenta para que yo arranque a leer y dice: uno, dos, tres…«, comenta sonriendo.
Máryuri cuando no está cubriendo noticias, sale como otras tantas madres a hacer sus diligencias, siempre acompañada por Simón.
«Yo cargo juguetes en el bolso y en el carro, y él siempre va conmigo», sostiene esta periodista-mamá, quien con esfuerzo y sacrificio debe poner la mejor cara para informar al país y educar a su hijo, a pesar de las dificultades domésticas y de las duras historias que muchas veces tiene que contar como el crimen de la niña Sarita.
«No he podido llegar a la casa sin esas cargas. Oír y ver tanta crueldad es muy difícil. He intentado mil cosas para separar mi trabajo de mi vida, pero no es fácil. Por eso quiero que mi hijo crezca con mucho amor y respeto por los demás. Es difícil llegar a casa y sacarse todas esas malas energías que uno acumula haciendo periodismo. Hasta me han recomendado bañarme con jabón Rey», concluye.