Quizás, uno de los más recurrentes temas de conversación en la actualidad, en todos los niveles que componen la sociedad, es la democracia, tanto así que el ennoblecimiento del término ha degenerado en su uso abusivo, descontextualizado y exagerado, envileciendo lo que debería ser la piedra angular de todo el sistema de relaciones humanas y el imaginario colectivo que el mismo supone.
La voluntad del conjunto social – comprendida como la sumatoria de conductas ideales que conlleven al mejoramiento progresivo de la calidad de vida de todas las personas que ocupan un mismo territorio – debería ser la cúspide de las interacciones cotidianas y de la forma en que estas mismas se distribuyen espacialmente, permitiendo que por medio de este tácito “contrato social” la racionalidad que caracteriza a la especie humana y lo ubica en la cima de la cadena evolutiva, sea el principio rector en los comportamientos que determinan el uso de los espacios sociales que nos vemos obligados a compartir, para el normal desarrollo de las actividades del día a día.
El concepto de lo público se diluye, particularmente cuando se trata de abordar el uso de los espacios públicos con que cuenta el municipio, el libre acceso a la infraestructura con la que Ibagué cuenta para el desarrollo de actividades económicas o del libre esparcimiento de sus pobladores, se ve limitada no solo por la incompatibilidad del crecimiento demográfico versus la velocidad con la que se amplían los espacios físicos para los ibaguereños, sino también con el inadecuado uso que se le da a los pocos que existen.
El derecho de usar el espacio público es un concepto ampliamente conocido y al cual apelan todos y cada uno de los residentes de la capital musical, ya sea por necesidad en el desarrollo de sus labores o por simple recreación, sin embargo la ausencia de cultura ciudadana, limita el potencial de uso de dicha infraestructura: el incorrecto manejo de las basuras, el desdén por las normas de tránsito relacionadas a semáforos y cruces peatonales, el caos vehicular que producen el estacionamiento de vehículos sobre vías, aunado a las características físicas del municipio, de forma inevitable derivan en caos, un caos que trae consigo intolerancia y el acentuamiento de precarias practicas ciudadanas, que hacen mucho más complejo el tránsito por las atiborradas calles céntricas de Ibagué.
Es necesario, imperativo y urgente modificar la percepción del espacio público en el Municipio, comprender que no solo existe el derecho de su uso, sino la obligación de garantizar que ese uso sea sostenible, democratizar el territorio implica poder disfrutar de todos los espacios que ofrece la ciudad, permitiendo que los demás tengan también este derecho al goce de la infraestructura, en condiciones óptimas y equitativas. Vox Populi – Vox Dei, la voz del pueblo es la voz de Dios, pero, a pesar de ello es importante tener en cuenta que para que la voz del pueblo sea escuchada, primero debe entonar la misma tonada, de lo contrario solo son gritos aislados sin repercusión alguna.