Las cicatrices de cortadas de cuchilla que Lucila* mostraba en sus piernas y en sus muñecas alertaron a su padre.
Cuando el hombre se acercó y le preguntó el origen de las marcas, la pequeña de tan solo 12 años se desahogó y habló de la tragedia que vivía en su propia casa hacía meses.
“Papá no quiero vivir, mi padrastro me está violando y me amenaza con dejar a mi mamá sola y embarazada si digo la verdad”, confesó temerosa la niña.
El drama vivido por Lucila en el barrio Yuldaima de Ibagué, es tan solo uno de los 345 casos de abuso sexual contra niños y adolescentes menores de 18 años en el Tolima, que llegaron a los registros del Sistema de Vigilancia de la Secretaría de Salud (Sivigila) del departamento, entre los meses de enero y septiembre del 2018.
Esa cifra, que revela la magnitud del riesgo al que están sometidos los menores de edad en el Tolima, representa el 84 % de los 412 casos de violencia sexual reportados en el Sivigila. Lo anterior significa que el 16 % de las víctimas son mayores de 18 años.
El coordinador del Área de Vigilancia Epidemiológica de la Secretaría de Salud, Fair Alarcón, informa que el número de víctimas de violencia sexual reportadas corresponde a las personas que llegan a los centros asistenciales de todos los municipios a recibir atención luego del episodio de abuso.
“El personal de los hospitales, médicos y enfermeras están obligados a reportar estos casos – conocidos como ‘Código blanco’-, lo que nos permite visibilizarlos, prestar vigilancia y hacer el seguimiento”, dice Alarcón.
El análisis minucioso que le están haciendo a cada uno de los casos le ha permitido al sistema conocer que el 64% de los episodios de violencia sexual están ocurriendo en el interior de la casa y que los responsables hacen parte del núcleo familiar o son personas cercanas a la familia, como amigos o vecinos.
El drama que vivió Lucila, por ejemplo, sucedió en su casa cuando el padrastro aprovechaba los momentos que la niña quedaba sola porque la mamá salía al médico a realizarse los exámenes por su estado de gestación.
Sandra Bedoya, coordinadora de Salud Mental en el Tolima, advierte que el llamado “depredador sexual” siempre está al acecho de la víctima y a la espera de la oportunidad para atacar y la casa se convirtió en el lugar más vulnerable.
“El depredador sexual siempre está pendiente de la rutina de la niña o del niño, nunca va a estar lejos del menor. Analiza en qué momento la mamá sale de la casa, cuándo está solo, cuáles son los momentos en los que puede asaltar al niño o cuál es la vulneración. Si es un menor en extrema pobreza lo va endulzando con detalles para ganarse la confianza, le ofrece ropa, plata o celular”, revela la psicóloga.
Precisamente, gran parte de la actividad de prevención contra la violencia sexual está enfocada en hacerle entender a los padres que no dejen solos a sus hijos y que deben estar muy pendientes, incluso, acompañarlos al colegio para evitar que sean atacados en el recorrido.
“El tema es complejo porque reúne factores culturales, de educación, de protección. Es difícil enmarcar el abuso sexual en una sola condición, no se puede tipificar solo en el descuido, por ejemplo, puede pasar que lo dejó con el vecino y en ese momento ocurrió el ataque sexual”, dice la coordinadora.
En ese contexto las autoridades de salud han tenido que coordinar acciones con las entidades judiciales para perseguir a los abusadores sexuales y proteger a los niños.
En el caso de la Dirección Seccional de Fiscalías del Tolima, la entidad informa que entre los meses de enero y septiembre imputaron cargos por delitos sexuales contra 257 personas. En el grupo de imputados está el padrastro de la pequeña Lucila, quien a pesar del testimonio de la niña no aceptó los cargos, pero el juez le creyó a la víctima y ordenó su traslado a la cárcel.
Como resultado de las investigaciones por delitos sexuales, se puede afirmar que no pasa semana sin que la Fiscalía expida boletines sobre hombres capturados, medidas de aseguramiento, imputaciones, acusaciones o condenas contra abusadores sexuales en la región.
Estadísticas escalofriantes
Según la caracterización de cada uno de los 345 episodios de ataque sexual a niños y adolescentes del Tolima reportados al sistema de salud este año, se define que en 286 hubo abuso sexual; en 24 se registró acoso; en 25, acceso carnal, y en 10, actos sexuales con uso de la fuerza.
Es más, el impacto de la violencia sexual en el departamento es tan fuerte que solo cinco de los 47 municipios no han registrado casos este año: Alpujarra, Dolores, Falan, Santa Isabel y Suárez. Con el registro de 102 casos, Ibagué ocupa el nada alentador primer lugar en el departamento, seguido de Chaparral con 46; El Espinal, 25; Coyaima, 20, y Rioblanco, 18 (vea gráfica).
No obstante, a las autoridades les llama particularmente la atención cómo Carmen de Apicalá, un municipio con tan solo 8.918 habitantes, registra la tasa de incidencia más alta de violencia sexual en el Tolima con 112,2 casos por cada 100.000 habitantes. Lo siguen Herveo, con una tasa de 102,6 casos, y Chaparral, 97,2.
De acuerdo con el comportamiento demográfico de la violencia sexual, en el Tolima se puede determinar que el grupo de edad más afectado por este delito es el de 10 a 14 años, seguido por los niños entre 5 a 9 años.
A estas cifras se suma que en 300 de los 345 casos reportados, las víctimas son mujeres, es decir, el 87,1%.
(*) Nombre ficticio para proteger a la víctima.
‘Hay que creerles a los niños’
La Asociación Afecto, una organización responsable de estudios científicos y educativos sobre el maltrato infantil, entre estos la violencia sexual, considera fundamental que al niño hay que creerle a la hora que revela ser víctima de abuso.
Ana María Venegas, psicóloga jurídica de la entidad, dice que los niños no dicen mentiras sobre episodios de abuso sexual porque en sus relatos entran en detalles de cosas que les pasa y que por su edad no conocen.
“No se puede inventar detalles de un abuso sexual en un relato”, asegura la psicóloga.
Además, afirma que cuando un niño dice mentiras lo hace para salir de un problema no para inmiscuirse en uno.
“Por lo general el niño es manipulado por el agresor con intimidaciones, pero si ese abusador está en el interior de la casa se va a generar una cadena de cosas que cambiarán la vida de ese niño y de su familia porque habrá conflicto. Por eso el niño no va a decir una mentira de ese tipo”, dice Venegas.
La psicóloga recomienda que tan pronto se conozca el relato del niño hay que poner la denuncia. “Si pudo haber un abuso sexual y no se denuncia somos tan cómplices como el abusador”, precisa la psicóloga.