El tañer de las campanas de la Catedral llama a los fieles a la primera misa del día. Un grupo de feligreses y anacoretas se acerca a elevar sus plegarias al cielo; frente a la iglesia, en una mesa ovalada de varios puestos, un grupo de personas jóvenes, la mayoría mujeres, se encuentran trazando, desarrollando y controlando programas para el futuro desarrollo de Ibagué.
Este equipo es dirigido por Guillermo Alfonso Jaramillo Martínez, un hombre honrado y trabajador, que no juega golf ni mucho menos tiene las mañas del alcalde que había, y que desde pequeño aprendió de su padre, el médico, exministro y exgobernador del Tolima, Alfonso Jaramillo Salazar, las buenas costumbres, la reciedumbre, el carácter y a llamar las cosas por su nombre.
Guillermo Alfonso, no busca eufemismos ni adornar ni ponerle flores a las palabras. Vamos a lo que vamos y a lo que vinimos y punto. Así siempre ha sido, y por eso ha tenido éxito en la actividad política y administrativa, porque se diferencia de los demás por ese lenguaje directo que utiliza, fuera de engaños y promesas falsas. Toma decisiones populares o antipáticas, no busca esguinces ni quedar bien con todo mundo.
Quienes conocemos su temperamento y talante desde la distancia y en algunas ocasiones de cerca, entendemos perfectamente el escenario la frase de “putas y borrachos”, pronunciadas al referirse a ciertos hechos no santos que se presentaban en el desarrollo de la Feria Exposición, Equina y de Especies de Menores, que se realiza en la capital del Tolima a finales de junio y principios de julio. En nuestro criterio se quedó corto y le faltaron palabras como: cantinas de mala muerte, traquetos y lavaperros. Quizá le faltó la semántica; cambiarle la expresión putas por prepagos y borrachos por alicorados, a la usanza de hoy, y se hubiera ahorrado el bullicio mediático y la demanda infantil ¿o ridícula? que anuncia un litigante sin oficio.
Pero con lo que dijo, algunos medios armaron el escándalo descontextualizando el verdadero sentido de sus declaraciones con tal de formar el escándalo, el ‘show’ mediático, captar audiencia morbosa y, de paso, utilizarlas como arma de desprestigio y ataques soterrados contra su administración para recordarle al mandatario local aquello de la pauta publicitaria, que tienen sed de oír las cuñas de la administración sonando; en idioma claro y castizo, el chantaje que algunos medios y ‘periodistas’ utilizan para extorsionar a los funcionarios. Hay sequía, la administración actual no tiene el manojo de billetes de las dos anteriores para comprar aplausos y conciencias.
Por eso no se dijo que Jaramillo (Guillermo), lo que quería era mejorar la feria para que esta fuera familiar, acogedora y más segura, quitarle tanto lunar negro que tiene ese evento, como el que reveló la exgerente de Infibagué, Tania Sierra, con aquello que las pesebreras en la madrugada se convertían en los moteles de los palafreneros, pero que también es, agregamos nosotros, un punto de encuentro de traquetos y lavaperros que van a exhibir a caballos y prepagos por igual (coste que no decimos putas para evitarnos demandas), cantinas y burdeles de mala muerte. Desde hace años, este jolgorio es así y no podemos taparlo con las manos ni decir que todo lo que allí se ve es digno de llevarlos al Vaticano, porque tampoco da para tanto.
Tampoco somos pacatos ni puritanos, en nuestros años fogosos fuimos putañeros y nos recorrimos todas las casas de citas con bombillos rojos de Ibagué. Entre las que recuerde: Elvira, La Japonesa, Mirella, Marina ‘La Pobre’, Marina ‘La Rica’, Las Casadas, que aún existe, pero en honor de las mujeres casadas, allí solo van trabajadoras sexuales y el nombre solo se lo pusieron por hacer sufrir a los maridos celosos. También, ocasionalmente, frecuentábamos amanecederos como El Caney, posteriormente Los Violines y finalmente Cuero Show. Pero todos estos sitios eran cerrados y exclusivamente para mayores y no se veían los espectáculos al aire libre que hoy se observan en un evento llamado cultural, folclórico y de tradiciones. Y allí, nos encontrábamos con personajes de la vida política, administrativa, empresarios, dirigentes deportivos, escritores, artistas, periodistas, y en fin, de todas las condiciones, cuyos nombres no citamos porque no somos ni delatores ni sapos.
Se le critica y censura a Jaramillo (Guillermo), por utilizar un lenguaje directo, descarnado, libre de hipocresía, para referirse a un hecho cierto y comprobado, pero se oculta los avances del breve periodo de su administración en la solución del problema del agua, donde el promedio del suministro del preciado líquido paso de seis a 18 horas diarias y no se sufre como en las administraciones de los dos ineptos pasados; los pasos que se han dado para solucionar el problema de movilidad, la lucha contra la corrupción en la administración local, el rescate de los parques, los avances en educación, salud, temas de seguridad y todos los cambios que se proyectan en el Plan de Desarrollo, donde el ser humano será el objetivo principal y la economía, el desarrollo y el progreso estarán a su servicio y no a la inversa como ha sido costumbre.
En corto tiempo, también se olvida el estado calamitoso en que se recibió la administración municipal, el desorden y el desgobierno, el asalto al erario en todas las dependencias y el robo de los dineros para los escenarios de los XX Juegos Nacionales; y por el contrario, el abogado Gustavo Osorio, asesor de Luis H. Rodríguez e íntimo amigo del gobernador Óscar Barreto, anuncia querellas judiciales contra el alcalde en representación de 16 mujeres que se consideran aludidas en las declaraciones de Jaramillo, pese a que este nunca cito nombres ni dio detalles y fue general en sus apreciaciones. Sobra decir que el togado pasa de agache los actos de corrupción de que son sindicados sus dos queridos amigos y, con razón, es apoderado del sujeto que fue sorprendido en flagrancia en el Imdri, cuando sustraía documentos y pruebas del robo de los XX Juegos Nacionales.
Ibagué debe cambiar también en su manera de informarse, la frivolidad, el espectáculo mediático, debe desparecer para darle paso a la objetividad, el contenido y veracidad.
La administración Jaramillo, se ha caracterizado por ser incluyente, donde tiene campo hasta la población LGTB; ¿cómo entonces se puede pensar que discrimine a las prostitutas? ¿O qué a todas las mujeres las mida con el mismo rasero como tendenciosamente lo afirman algunos?
Y como las palabras “putas y borrachos”, fueron el detonador del escándalo, con toda atención invitamos al litigante Osorio, a ciertos periodistas y a los moralistas a leer o releer: Memoria de mis putas tristes, de Gabriel Gracia Márquez, La puta de Babilonia, de Fernando Vallejo, La calle 10, de Manuel Zapata Olivella, y si quieren profundizar más sobre putas y borrachos pueden también consultar la obra de Balzac, Proust, Capote y Henry Miller, entre otros, para que se acaben de aterrar y pidan la excomunión después de muertos y que el abogado de marras instaure un pleito solicitando el retiro de las librerías de las novelas de estos destacados escritores por utilizar lenguaje impropio para sus castos oídos.
Por otra parte, si el abogado Gustavo Osorio gana el proceso de las 16 doncellas que dice representar y que se sienten afectadas por las declaraciones de Guillermo Alfonso Jaramillo, nosotros le firmaríamos un poder para que la Fiscalía busque a los borrachos que en las fiestas de San Juan se orinaban en el antiguo palo de mango de la Gobernación, símbolo de los ibaguereños y tolimenses, y que los acabaron por el exceso de urea. Además, para que las autoridades tomen las medidas y no dejen convertir a la carrera 5ª entre calles 25 y 43, en las mismas fiestas, en el miadero y cagadero más grande de la ciudad.
Ibagué no es un monasterio pero tampoco Sodoma y Gomorra.