Es discreto y pasa inadvertido. Siempre está en el fondo de su restaurante, listo para preparar los platos que aprendió en su casa, en Lima (Perú), cuando era apenas un adolescente. Anthony Flores tiene 33 años, y desde hace un año montó su propio restaurante en Ibagué: Inka.
Su negocio está ubicado en la nueva zona gastronómica de la ciudad, en el sector de Prados del Norte, justo atrás de la Clínica de SaludCoop. Allí, Anthony expone sus 15 años de experiencia como chef y prepara una amplia variedad de ceviches peruanos, cocteles de camarones y unas irresistibles hamburguesas en las que combina carne y pescado.
Es por eso que en Inka los comensales casi siempre deben analizar muy bien qué escoger, pues fácilmente puede antojarse de dos o hasta tres platos del menú.
Si el antojo está definido y quiere comida de mar, el coctel de camarones al estilo peruano y el ceviche «Ink Lounge» son los más apetecidos.
Pero si va con mucha hambre y prefiere algo más fuerte, el plato ‘rey’ es la hamburguesa Terra Mar. Usted puede comerse la deliciosa carne casera y una porción de ceviche encima. Y el nivel de picante depende del gusto del cliente.
Para acompañar la comida pueden ordenar cervezas y gaseosas del vecino país, o probar la chicha morada, una bebida típica del Perú hecha a base de maíz.
El precio de una comida para dos personas, incluidas las bebidas, no supera los $60.000, así que es una buena opción para los días que prefiere no comer en casa.
La atención es buena, y la aclaración es necesaria porque es algo muy difícil de encontrar en Ibagué. En Inka hay dos mujeres que están pendientes de los clientes. Ellas son: Diana Marcela Prieto y Daniela Flores, esposa e hija de Anthony.
Anthony, el discreto chef peruano, espera que sus comensales hayan terminado de cenar para ir a preguntarles qué tal estuvo la comida. En ese momento, deja el anonimato y recibe los halagos de quienes reconocen la exquisita obra de sus manos, que le ha servido para asesorar reconocidos restaurantes y hoteles de Colombia y Perú.