Hace aproximadamente 55 años se sembró el primer ocobo en Ibagué, en el parque Centenario, y hoy en día sus flores rosas hacen parte de nuestro paisaje. Sea porque estén en lo alto de sus árboles, o cubriendo los andenes y calles con sus pétalos, este hermoso espécimen se ha vuelto una insignia de la ciudad.
Por esta razón, la Secretaría de Desarrollo Rural y Medio Ambiente municipal inició un proceso de reforestación que comenzó en marzo de 2017 con la celebración del Día del Ocobo.
En esa fecha, se sembraron 20 ejemplares en el parque El Mohán y otros 100 en la microcuenca del Hato de la Virgen. Ahora, 16 meses después, Ibagué pasó de tener en promedio 3.600 ejemplares a contar con más de 32.000.
Cabe resaltar que 20.000 de estos árboles fueron sembrados en la periferia de Ibagué, para que la ciudad se pinte de rosa de punta a punta.
Pero, la reforestación no es la única razón por la que Ibagué se ve hoy más rosa que nunca, pues los cambios climáticos han ocasionado que sus condiciones cambien y florezcan más veces en el año.
El clima rosa
Roberto Angarita, ingeniero forestal de la Secretaría de Desarrollo Rural, explicó que los ocobos tradicionalmente florecían dos veces al año al terminar las temporadas de lluvia. La primera entre enero y febrero, y la segunda desde finales de mayo a inicios de julio. Sin embargo, los periodos lluviosos prolongados le han dado la oportunidad a los ibaguereños y visitantes de verlos florecer varias veces en un mismo año.
“Él tiene una particularidad, le gusta mucho el verano, tan pronto se acabó el invierno y comenzó el calor es que empezó la afloración y en este momento están florecidos. El año pasado, por ejemplo, sucedió tres veces porque seguramente estuvo loco el tiempo y venía un invierno y de un momento a otro, verano”, detalló.
Pero, si los ibaguereños quieren perpetuar este espectáculo natural, es importante aprender entre todos a proteger este hermoso árbol.
Los enemigos de los ocobos
Angarita puntualizó que, si bien la ciudad tiene las condiciones ideales para que prospere esta especie, dada su altura sobre el nivel del mar y su caluroso clima, hay ciertas condiciones que pueden estar afectándolos.
El primer aspecto es la poca paciencia que tienen los ibaguereños cuando los ocobos forman su tapete de flores, ya que, desafortunadamente, se vuelven muy lisas al pisarlas. Además, los dueños de las casas se cansan de barrerlas cuando caen al piso.
“Pero, esa es la belleza propia del árbol”, precisa Angarita, invitando a los ciudadanos a dejarse maravillar por esta característica que los turistas encuentran tan preciosa.
Además, la cantidad de cables de energía que hay en el casco urbano no permiten que estos árboles crezcan con tranquilidad, dado que pueden llegar a medir hasta 30 metros de altura.
“Uno de los problemas gravísimos que tienen los ocobos en nuestra ciudad son las cuerdas de la luz, porque son árboles grandes y, aunque crecen restringidos, cuando alcanzan su máximo tamaño afectan la energía y muchos son motilados”, señaló.
Asimismo, sus raíces son vigorosas y tienden a afectar los andenes que tienen a los lados. Esto, cuando no son sembrados en los parques de la ciudad que están llenos de escombros y no permiten que los árboles tengan ricas condiciones alimenticias.
Por esto, la invitación es a enamorarse una vez más de estas flores rosas que se apoderan de la ciudad y permitirles crecer con libertad. Tal vez la próxima vez que vea un andén repleto de pétalos, en vez de hacerlos a un lado, puede tomarse un segundo para admirar esta belleza que se ha vuelto la firma floral de Ibagué.