Entre enero y abril de 2018, la ciudad registró 1.200 habitantes de calle, un 20% más en comparación con 2017, al menos así lo explicó Claudia Osorio, encargada del programa Habitante de Calle, un proyecto que realizan en conjunto las secretarías de Salud y Bienestar Social del municipio.
Osorio reconoció que las cifras han ido en aumento año tras año, ya que cada vez más habitantes de calle de otras partes llegan a Ibagué; un fenómeno en el que influyen las condiciones climáticas, puesto que esta es más cálida que ciudades como Bogotá, de donde suelen llegar la mayoría.
A pesar de que se viene haciendo un trabajo articulado entre estas dependencias y otras entidades públicas y privadas de Ibagué, más habitantes de calle siguen recorriendo las calles de la ciudad.
Los comerciantes, la población más afectada
EL OLFATO habló con varios de los dueños de diferentes locales como restaurantes, cafeterías y licoreras. Todos concluyeron, entre otras cosas, que la población de habitantes ha aumentado y que han perdido clientela debido a su presencia.
Se roban los productos de panadería
“Un habitante aquí y otro allá. Es imposible trabajar, la gente pasa y no entra. Afecta terriblemente la tranquilidad del cliente que no se siente bien atendido porque el habitante de calle le está pidiendo. Además, sienten temor a que los roben porque se han presentando casos en donde las personas salen y les rapan la plata”, contó Marleny Díaz, administradora de una reconocida panadería.
Asímismo, recalcó que al ser un sitio donde se venden alimentos, “el olor y la apariencia de estas personas no dan ganas de entrar. No provoca”.
Esta comerciante denunció que estas personas se alejan del local solo cuando la Policía se encuentra por eso lados y los ayudan a controlarlos, pero que claramente los uniformados no pueden estar allí todo el tiempo. Por lo que diarimente cuentan con la visita de entre 10 a 12 habitantes de calle.
“Aquí hay uno que siempre nos azota mucho porque cada vez que llega es a robarse algo, entonces es muy conocido en el sector, le dicen ‘el mico’. Es muy complicado porque uno lo ve que se acerca y toca estar pendiente del bolsillo del cliente, de atender, de que no se lleve los panes…Es horrible”, concluyó.
Los clientes se nos van
“Hace como unos tres o cuatro meses uno tiró una piedra desde la calle y no me pegó a mí, sino que rebotó donde tengo los cubiertos y le pegó a un señor en el pie, quien la empezó a coger conmigo. Yo le dije que no tenía la culpa, porque él (habitante de calle) la tiró, pero el cliente me dijo que yo había tenido la culpa, porque no le había dado comida”, contó Eduardo, mesero de un restaurante del centro.
Este mesero añadió que por estas situaciones muchos clientes prefieren cambiarse de restaurante si solo hay mesas disponibles cerca a la calle, “prefieren irse a un lugar más cómodo en donde nadie les pida plata ni comida”.
Lo que lleva a que las ventas del lugar se vean afectadas.
“Nos agreden”
Para David Arias, adminitrador de un café, esta es una problemática muy difícil porque considera que el ibaguereño es una persona que tiende a dar limosna, algo que, para él, hace que vengan otros habitantes de calle al negocio.
Además, expuso que, como la Policía tampoco hace una presencia real en la zona, los mismos comerciantes son los que tienen que sacar a los indigentes y ya han tenido varios casos de agredidos por “indigentes”.
“En un café internet que hay cerca a la zona, una muchacha salió para decirle al indigente que no le siguiera dejando la basura que recoge frente a su negocio. El muchacho lo que hizo fue coger estiércol de perro y untarlo en el negocio, duró así tres días, hasta que fue a pedirnos ayuda al resto de los comerciantes y entre todos lo sacamos. A ella le costó tres días limpiar el negocio y perdió ventas porque no lo podía abrir hasta que hiciera todo el tema de asepsia para que no oliera mal”, recordó Arias.
Aunque su negocio no ha sufrido este tipo de acciones, ha tenido que soportar amenazas con cuchillos, palos y hasta escupitajos.
Son exigentes
“Hay unos a los que se les da comida y no les gusta lo que les damos y la tiran al piso, son groseros, nos la tiran en la cara. Una vez, uno se metió abusivamente hasta el fondo del restaurante a pedirle comida a un señor, mi papá le pidió que se fuera y le sacó cuchillo”, recordó July Muñoz, administradora de otro restaurante.
Aunque este hecho no pasó a mayores, pues su papá logró reaccionar a tiempo y sacar a esta persona, la preocupación sigue.
“Hemos sido testigos de los habitantes de calle que roban los carros que dejan parqueados. Los hemos visto por las cámaras que tenemos en el restaurante. Nosotros llevamos acá 12 años y los primeros años no eran tantos como es ahora”, contó Muñoz.
La otra cara de la moneda
Alejandro Arias García es el director del Hogar de Paso San Francisco de Asís de Ibagué, el único centro de la ciudad capacitado y autorizado, desde hace 18 años, para albergar habitantes de calle.
Él es la persona que se encarga de coordinar la alimentación, la estadía, el tema de salud y bienestar de las personas que llegan a este centro, el cual en la actualidad se encuentra copado.
“Tenemos el cupo completo, se quedan entre 125 a 130 hombres diarios. Definitivamente ha aumentado la población de habitantes de calle, tuvimos que construir un cuarto para 28 personas más. Incluso llegan momentos en los que no puedo albergar a más porque no tengo espacio”, narró Arias García.
La mayoría de estas personas vienen de Bogotá y Venezuela, en menor medida del Quindío, Cali y hasta la Costa, ya que, según indicó Arias, han encontrado en la capital del Tolima “un gran vividero”.
“La principal razón por la que estas personas llegan a las calles es por las drogas. Segundo, por abandono, principalmente con los adultos mayores, y algunos por desplazamiento forzoso. Ellos mismos me dicen que han llegado a Ibagué porque han encontrado un gran vividero, las personas son buenas y les dan ropa, comida y hasta dinero”, precisó Arias.
Aunque el hogar cuenta con ayudas por parte de la Arquidiócesis de Ibagué, que cubre los servicios del lugar; de la Pastoral, la cual recolecta alimentos y ropa para el hogar; así como donaciones y aportes de la Alcaldía, se ven “apretados” para albergar a tantas personas.
Arias cree que, más allá de alimentarlos y darles un lugar para dormir, deben buscar las medidas para reducir la condición de calle de estos ciudadanos, ya que considera que seguirá aumentando.
“Cuando asumí la dirección, viajé a Medellín, allí tienen un trabajo con los habitantes de calle que es muy exitoso, porque trabajan la inserción social por medio de unas granjas a las afueras de la ciudad y eso es lo que estoy intentando hacer, pero para ello necesito una finca donde podamos sacarlos y trabajar con ellos desde el campo. La mayoría quiere cambiar y salir de la situación en la que se encuentra”, indicó.
Finalmente, comunicó que están abiertos a cualquier colaboración, sobretodo de alimentos perecederos, ya que no se están dando abasto con la demanda de habitantes de calle que reciben diariamente.
Según las autoridades administrativas, pese a que el escenario no es el mejor, se espera que durante el Festival Folclórico Colombiano esta población crezca en la ciudad. Aunque no se puede hablar de un número exacto, desde el programa Habitante de Calle de las secretarias de Salud y Bienestar Social, estiman que arriben unos 300 más.