Del desastre ambiental que encontraron las autoridades en el año 2010 en Ataco, propiciado por la minería ilegal, ya no queda nada. Las fosas que construyeron para depositar el agua del río Saldaña y extraer oro ya están tapadas. Y sobre esta nueva capa vegetal están sembradas 25.524 plántulas de acacia, Iguá y Yopo.
Pero detrás de este proceso de reforestación hay toda una lección de vida para muchos hombres, quienes antes estuvieron al servicio de las organizaciones criminales que explotaron indebidamente los recursos naturales de este municipio.
Ahora, algunos de ellos fueron contratados por sus esposas, integrantes de Atambipaz, una asociación de mujeres de Ataco que firmó un convenio con Cortolima para recuperar las cerca de 28 hectáreas que destruyó la minería ilegal.
«Aquí teníamos que hacer dos cosas: primero, era necesario recuperar el daño ambiental; y segundo, debíamos crear conciencia entre las personas de Ataco. Ellos fueron los que hicieron la reforestación, trabajaron muy duro, se esforzaron en medio de altas temperaturas. Seguro, después de toda esta labor, serán los mismos habitantes de Ataco los principales cuidadores de esas áreas aledañas al río Saldaña», dijo Jorge Enrique Cardoso, director de Cortolima.
Hasta este momento, Cortolima ha invertido más de $1.200 millones en la reforestación de 15,7 hectáreas y en el mantenimiento y adecuación de las vías por las que circulación los vehículos y la maquinaria encargados de tapar las fosas.
Debieron rehabilitar de 31,5 kilómetros de carreteras por las que transportaron 677.900 metros cúbicos de material de relleno.
Sandra Liliana Aroca, presidenta de Atambipaz, recordó que la imagen de lo que encontraron era «terrible, porque solo se veía piedra».
«Entonces empezamos a hacer la recuperación de suelo. Fue un trabajo muy duro, somos nueve mujeres y dos hombres. Y aparte de eso, creamos empleo, porque como la gente se había quedado sin trabajo, creamos entre 15 y 20 puestos de trabajo. Toda la gente que trabajaba en la minería ilegal participó en la reforestación. La gente era barequera, porque nosotros antes nos la pasábamos en las minas», afirmó.
Pero no fue una tarea fácil. Diana Marcela Quiroga, funcionaria de la subdirección de Calidad Ambiental de Cortolima, aseguró que, en principio, hubo mucha resistencia entre los habitantes de Ataco porque veían a los funcionarios de la entidad como los responsables de la pérdida de su única fuente de ingresos.
«En este momento, Cortolima ya es vista con otros ojos debido a que la comunidad ha entendido la importancia del cuidado del medio ambiente y se han visto afectados por la carencia de recursos como el agua. Todo el Departamento ha sido afectado por la disminución del recurso hídrico«, explicó Quiroga.
Ahora, Sandra Liliana y el grupo de mujeres que integran la asociación ambiental de Ataco están haciendo pedagogía en su municipio para que sus habitantes se convenzan de que es preferible cuidar el medio ambiente que destruir sus recursos naturales a cambio de dinero.
«Nosotros tratamos de concientizar a los dueños de los predios. Es mejor ganar un poquito, pero sin dañar el medio ambiente«, concluyó.