Mientras en las ciudades del país y en las redes sociales hay ácidas discusiones en torno al plebiscito del próximo 2 de octubre, en la Colombia rural, la misma que ha visto de frente la cara de guerra, hay análisis elementales que también merecen ser escuchados.
Uno de ellos es de Doña Araceli Cutiva, quien vive en una apartada vereda del municipio de Ataco, la población del sur del Tolima en donde nació el reconocido investigador Manuel Elkin Patarroyo.
Dice que en la entrevista no hará público si votará por el Sí o por el No, pero que acepta hablar con el equipo periodístico de ELOLFATO.COM porque conoce de cerca el conflicto armado colombiano, no solo por vivir en una población atacada por las Farc, sino porque casi pierde unos de sus cuatro hijos cuando estuvo en el Ejército.
Esas dos razones le permiten hablar con firmeza y contundencia, y hasta cuestionar a quienes desde las ciudades opinan sobre una guerra que solo han visto a través de los noticieros de televisión.
“Yo les digo que como no la han sufrido (la guerra) pues no les interesa. El que no ha tenido hijos peleando en la guerra no le importa nada. El que no la ha sufrido, la persona que tiene sus rubros (sic) que no ha salido de la puerta de la casa, no sabe qué es vivir en el campo, no sabe qué es la guerra”, afirma esta mujer, a quien encontramos en una de las esquinas de la plaza principal de Ataco.
Doña Araceli cree que la violencia ha sido el principal problema del campo colombiano porque esta confrontación armada de 52 años acentuó la pobreza.
Mientras habla ante la cámaras, un grupo de niños que van a hacia la escuela detiene su marcha y la rodea. Todos la escuchan atentamente y ella hace una reflexión más.
“Pedimos que, por favor, miren a toda esta niñez que está aquí, que si hay gente es pobre es por la violencia. Que si hay niños huérfanos es por la violencia, que si hay madres viudas es por la violencia, todo es por la violencia. Entonces la violencia no genera nada bueno”.
Y continúa su argumentación mientras observa los rastros del último ataque de las Farc a este municipio, en abril del año 2001, cuando 400 guerrilleros de los frentes 50 y 21 acabaron con la sede de la desaparecida Caja Agraria y el Comando de la Policía. Las dos edificaciones se vinieron abajo y hoy está el lote vacío.
A los colombianos -citadinos- que discuten en las redes sociales les dice: “Ojalá esas personas se trasladaran, si quiera una vez al año, a los campos a darse cuenta de qué es lo que pasa allá. Yo invito a toda esa gente que tiene plata, a toda esa gente que tiene jerarquía del dinero, para que por favor se reporten. Los invito a Ataco, a mi vereda (Santa Rita – La Mina), que allá solo van a ver escombros de tristeza que ha dejado la guerra”.
Doña Araceli finalmente se refiere a la probabilidad de que gane el No y las consecuencias que esto traería para las familias colombianas, no solo de las que apoyarán el acuerdo con las Farc, sino también para los que se oponen a esa negociación.
“Si tienen dos o tres hijos, pues que los manden para la guerra. Y que los pongan adelante a pelear, que los manden en la primera fila para ver si no van a llorar. Van a llorar lo mismo que nosotros los pobres, que hemos perdido, que hemos sufrido. Si en este municipio de Ataco se ven pobres es por la guerra. Yo quiero que los niños nunca vayan a sufrir lo que yo sufrí”.
Lo que escucha en la droguería de Ataco
Héctor López es el propietario de la droguería más grande de Ataco, un municipio de cerca de 23 mil habitantes, donde el 99 % de la población reside en la zona rural, en 105 veredas.
Su negocio se convierte en una especie de termómetro de la opinión local y, según lo que ha conversado con sus clientes, Ataco está más inclinado a votar por el Sí el próximo 2 de octubre.
“La gente está inclinada por el Sí, por aquello directamente de que quiere lograr la paz y que esos fenómenos que se han presentado con anterioridad, que son supremamente inconvenientes para la historia de un pueblo, pues no se vuelvan a presentar”, dice.
Inconformismo con el Estado
En las calles de Ataco también encontramos voces que están en contra, pero el inconformismo no es con lo pactado entre las Farc y el Gobierno, sino con el histórico abandono del Estado.
Una ciudadana, que vive en Ataco hace 20 años, y quien pidió no ser identificada, sostiene que nadie les garantiza que después de concluido el proceso de paz, si los colombianos respaldan al Gobierno en el plebiscito, haya la inversión social que nunca ha llegado a las veredas de Ataco.
«Es muy complicado. Es muy chévere hablar desde La Habana, es muy chévere hablar desde Bogotá, pero es muy complicado cuando estás aquí en el Municipio y te das cuenta de que lo que falta aquí es inversión, obras sociales, trabajo. Desde ese punto de vista, allá se están planteando muchas cosas que parecen ser muy buenas, pero ¿qué tanto de todo eso se puede cumplir? Es el clamor de la gente de Ataco y de sus alrededores», se pregunta.
Y agrega: «La presencia del Estado debe ser en desarrollo. Y no venir y traer un proyecto, desarrollarlo y que se pierda la mitad de la plata en la burocracia que existe y fuera de eso no hay una continuidad. Aquí hay personas con muchas cualidades y destrezas, y la gente no es aprovechada. El campo está totalmente abandonado».