Uno de los mayores problemas de nuestra región; no es únicamente la corrupción, no es solo la violencia, no es solo la politiquería, no es solo el individualismo colectivo; es el exceso de asistencialismo que nos genera una imagen de pobres que no somos como región.
Aunque se podría unir la politiquería con el asistencialismo y decir que es lo mismo ya que crea una clara situación de dependencia en el individuo, empresa o grupos que reciben los “beneficios”, sin establecer soluciones estructurales a los problemas sociales que se pretende atender con un líder que quiere brillar, no por su aporte real al futuro de una región sino por la solución cortoplacista de los problemas de las masas, o que se podría unir con el individualismo ya que algunas personas que solicitan “apoyo” buscan es réditos individuales en su mayoría, pero lo cierto es que el asistencialismo per se es como un cáncer que va invadiendo y limitando el desarrollo económico.
La culpa de este problema no es de solo de los políticos que lo practican, la culpa es de quienes tienen esa mentalidad y necesidad de ayuda (sobre todo quienes tienen capacidades y recursos) y quieren todo y cada vez más, sin arriesgar y con el mínimo esfuerzo.
Y es que todo está en los individuos y empresas que adoran el asistencialismo, no solo por ser facilistas sino porque realmente se creen inferiores, que no pueden ser como otros y necesitan ayuda y que cuentan con el estado y otras instituciones como socios capitalistas de sus proyectos pero sin participación en los resultados.
Y si, hay muchísimas personas que realmente necesitan ayuda y en ellas realmente debería enfocarse el apoyo del estado, pero desgraciadamente a veces las ayudas se van para los que más tienen y más piden. El esquema de “regalar” recursos lo único que genera es que se acostumbren a pedir y a pedir, y como decimos coloquialmente, a siempre “poner la totuma”.
Que problema se ha vuelto contratar trabajadores legalmente pagándoles todo lo de ley porque no quieren salir del Sisbén. Esa práctica, además de ser un engaño, es quitarle la posibilidad de atender la población que realmente si necesita ese tipo de ayuda.
El problema es que cualquier proceso de estos termina siendo insuficiente porque las personas que recibieron el beneficio del asistencialismo, al poco tiempo están igual o peor, pero con resentimiento, dependencia e impotencia. Vamos a la lógica, “si me dan, ¿para qué hago?”, ése es el modo de pensar que generan los enfoques asistencialistas. Los riesgos de estos modelos son que blindan contra el deseo de superación, contra las ganas de trabajar. El asistencialismo institucional, hace que ser pobre sea más atractivo y eso genera una resistencia al desarrollo económico.
Dice un viejo proverbio «Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día, enséñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida». Está claro con esto que la solución no es el asistencialismo, es la política que se debe tener para la creación de empresas y el fortalecimiento de las mismas para que puedan generar empleo y que las personas aseguren y aprendan a obtener su pescado.
En vez de tener una política de asistencialismo, debemos tener una política de emprendimiento, invertir recursos para enseñar a las personas a crear sus empresas y administrarlas sin depender para siempre del auxilio del estado, situación que genera una dependencia a los presupuestos públicos, al facilismo, al conformismo, inclusive al caudillismo y que no contribuye al crecimiento ni personal ni económico de nuestros habitantes.
Nuestra región posee una de las mayores riquezas del planeta en términos de recursos naturales: aguas, biodiversidad, minerales, hidrocarburos, etc., además de grandes oportunidades en todos los sectores. Sin embargo, seguimos teniendo una baja competitividad… ¿Dónde está el origen del problema? Tenemos complejo de inferioridad y una necesidad constante de apoyo, porque así nos acostumbraron. Realmente creemos que hay regiones mejores que la nuestra y por estar desunidos, pidiendo apoyo individual y esperando la asistencia del estado, nuestra competitividad es baja a comparación de lo que debería ser.
En la Cámara de Comercio de Ibagué creemos en los conceptos de Michael Porter, quien introdujo en el concepto de valor compartido para profundizar en el rol social de las empresas en la región. Cuando se crea valor compartido, se está creando renta, ganancia para la empresas y obviamente para nuestro departamento. Estamos siempre mas dispuestos a “enseñar a pescar” que a regalar pescados ya que creemos que contribuir al asistencialismo es ir en contra de nuestro objetivo que es el desarrollo económico y empresarial de nuestra región.
*Presidente ejecutivo de la Cámara de Comercio de Ibagué