Paul Romer, ganador del premio Nobel de Economía en 2018, ha sido destacado por los medios de comunicación en Colombia como un excelente planeador del crecimiento y el desarrollo.
Su participación en proyectos de ordenamiento urbano en Montería y Valledupar, en los últimos años, constituye un hecho de gran trascendencia para el futuro de las ciudades intermedias en nuestro país. Sin embargo, en lugar de unirme al coro de celebración, considero que el modelo propuesto por él debe ser tema de reflexión y análisis desde la academia.
En una entrevista en la W Radio, el 10 de octubre de este año, Romer fue enfático en afirmar que el desplazamiento masivo de habitantes de las zonas rurales al sector urbano, lejos de ser un motivo de preocupación, constituye una decisión de alta conveniencia para la economía y el desarrollo de las ciudades colombianas.
Desde una perspectiva teórica del desarrollo capitalista, no hay duda de que en la medida en que las relaciones salariales se expanden en el campo y la productividad del trabajo aumenta en el sector rural, son muchos los trabajadores sobrantes que deben trasladarse a las ciudades, atraídos por la demanda de mano de obra por parte del desarrollo industrial.
Así ha ocurrido en los países que hoy lideran el capitalismo mundial. Pero este no es el caso nuestro. Una cosa es la migración rural-urbana como consecuencia del avance capitalista en el campo y en la ciudad, y otra muy distinta es el desplazamiento campesino a las ciudades debido al reforzamiento del poder de los señores de la tierra y el enfrentamiento armado entre paramilitares y guerrilla.
En este sentido, para Romer en Colombia no existen problemas relacionados con la tenencia de la tierra en el campo, los que expresan un cierto rezago feudal, y tampoco se requiere una política industrial, porque como lo ha enfatizado también en sus entrevistas, todo se resuelve con la planeación urbana.
La no consideración, por parte de Romer, de las raíces de la violencia en Colombia y del accidentado proceso de industrialización del país, sobre todo a nivel de las ciudades intermedias, lo lleva a resaltar el “gran avance” de Montería.
Cabe recordar que estamos hablando de una de las ciudades con mayor segregación social y más altos niveles de corrupción, donde el enriquecimiento se ha dado, no por la vía de la producción, sino por la extracción y captura de rentas estatales, hecho que también ha sido registrado por los medios de comunicación en los últimos años. De todas maneras, el proyecto de ordenamiento urbano, en el que participa el reconocido premio Nobel de economía, sigue adelante, y el Banco Mundial ha comprometido a los alcaldes de Montería a darle completo cumplimiento.
En conclusión, si el proceso de paz no llega a su final, con reforma agraria, desarrollo rural y avance industrial, el futuro de las ciudades intermedias, como Montería, no será el esperado por el galardonado profesor de la Universidad de Nueva York.