Se ha hecho pública una carta que William Ospina le escribió a Carlos Gaviria, a través de la cual el escritor tolimense adhirió a su campaña por la presidencia de la República en el 2006. Tal vez lo importante no sea la carta misma sino el gesto. Ospina realizaba una declaración de principios, un manifiesto a favor de la esperanza en nombre de quien significaba una alternativa decente a la barbarie del unanimismo.
Casi nueve años después, todos sabemos cómo terminó todo. Una sentencia del profesor Rodolfo Arango nos hará recordarlo toda la vida: “El país habría sido otro si Carlos Gaviria Díaz hubiera ganado las elecciones de 2006. A veces un pueblo aprende más por lo que pierde que por lo que gana.”
“Personas muy cuestionables no habrían llegado a la Corte Constitucional para luego sumirla en el mayor de los desprestigios. Tampoco los falsos positivos o el rastro de sangre y sufrimiento habrían tenido el camino expedito si la dirección del Estado hubiere estado en manos de quien es hoy conciencia ética para la Nación.”
Días después de que Arango publicara su columna, Gaviria falleció en una clínica de Bogotá. El parte médico indicó algunas cosas, pero el “parte histórico” dirá otras: es sintomático que el mayor defensor de la institucionalidad constitucional del país no resistiera a su crisis, tal vez, con “lo que está por estallar”, las mismas instituciones tampoco lo logren.
Pero los problemas del país no son solo los problemas del más alto tribunal de Justicia. Ospina ya lo vaticinaba en su misiva al entonces candidato: “El modelo que se impone hoy en Colombia está destinado al fracaso porque es una vez más el proyecto de unos cuantos. Mucho me temo que a Álvaro Uribe su proyecto político se le va a deshacer entre las manos, y eso me duele, porque su fracaso traerá mucho dolor todavía para los colombianos.”
El programa de gobierno de Carlos Gaviria, un programa absolutamente vigente y notablemente más progresista en sus contenidos generales que el mismo “Plan Nacional de Desarrollo del presidente de la paz, se dividía en cuatro ejes estratégicos, de los cuales pendían varios puntos programáticos. Transcribiré algunas de sus propuestas, coincidentes con los puntos más problemáticos de la actual “crisis de Estado” que atraviesa Colombia.
Primero: una política social para la construcción de democracia y garantía de derechos humanos: civiles, políticos, económicos, sociales, culturales, colectivos y ambientales; democracia plural sin discriminación, abierta a la participación ciudadana en relación con distintas materias: el agua y el ambiente, la vivienda y los servicios domiciliarios, la ciencia y la tecnología, la cultura, las artes y el deporte; la información y las comunicaciones, y la educación y la salud, estos últimos entendidos como derechos humanos fundamentales.
Segundo: una política económica centrada en la generación de empleo digno, soberana en cuanto a la explotación de los recursos naturales estratégicos y las relaciones comerciales internacionales; la recuperación del campo a través de la inversión directa, la construcción democrática de un nuevo ordenamiento territorial, y una política arancelaria que garantizara la soberanía alimentaria; el fortalecimiento del aparato industrial, la formalización de la economía y la promoción y defensa de los derechos laborales.
Tal vez los puntos nodales del programa estén en esta materia, referidos a cuatro asuntos fundamentales, impensables para el credo neoliberal Uribe-Zuluaga Santos-Cárdenas: la renegociación de la deuda pública, la reestructuración de la deuda externa, el manejo soberano de la política monetaria y una reforma tributaria democrática y progresiva, que aumentara los impuestos a la renta y eliminara las exenciones a las multinacionales.
Tercero: frente al fracaso que ya avisaba la llamada “Política de seguridad democrática”, la propuesta de Gaviria se enfocaba en la formulación e implementación de un “Acuerdo Nacional de Paz” que hiciera explícito “el compromiso de todos los ciudadanos y ciudadanas, de las organizaciones insurgentes y de los grupos paramilitares, de deponer el uso ilegítimo e ilegal de las armas como mecanismo de resolución de los problemas que enfrentamos (…) La paz no puede seguir siendo un concepto vacío, o una realidad ignorada como lo ha sido para el actual gobierno, ni una promesa ocasional de campaña electoral. La consecución de la paz y la igualdad social es la principal tarea que tenemos todos en Colombia y debemos entenderla como una construcción colectiva y concertada del Estado y la Ciudadanía en los campos económicos, sociales y políticos y, en la actual coyuntura nacional, como el producto de la negociación política del conflicto armado con los actores implicados.”
Y finalmente, el cuarto eje, correspondía a la Política Internacional, basada en el respeto de la soberanía nacional y la integridad territorial, el reconocimiento a la autodeterminación de los pueblos y de los “países hermanos”, la participación en los organismos internacionales globales y regionales, tratando de construir fuertes lazos con los países vecinos a través de una ambiciosa política de frontera.
En la carta a Gaviria, William Ospina hizo dos reparos con los que estoy de acuerdo: que en su programa el papel de la educación y la cultura no tuviera un “énfasis especial” para tramitar los conflictos, y que hasta ese momento la campaña no se hubiera preocupado lo que debiera para divulgar las poderosas ideas consignadas allí. Tal vez por esa razón voté por Mockus, un voto que me duele tanto como el “voto de la paz” en las pasadas elecciones.
El plan de gobierno de Carlos Gaviria
Por: SRM