El machismo mata; la coeducación mata el machismo

Por: MARIA ELSY MORALES

“Esta no es la primera vez que me agrade. La primera vez fue cuando tenía cuatro semana de embarazo y posteriormente cuando estaba en el octavo mes y tampoco me permitió ingresar al apartamento; tuve que permanecer en casa de amistades”, testimonio de Hindira Herazo, hace escazas horas brutamente agredida por su pareja el jugador de fútbol, Hanyer Mosquera.

«No denuncié ese lunes porque decidí sacarlo de mi casa y de mi vida. Uno nunca se imagina que una agresión tan grave le pueda suceder y llegar tan lejos hasta que pasa”, María Isabel Covaleda, hace unas semanas agredida por su exnovio, Camilo Sanclemente Vásquez.

Estos apartes corresponden al relato de las víctimas de los dos últimos hechos de violencia machista que han escandalizado una vez más al país; un país que se persigna, se sonroja y enfurece cada tanto tiempo que conoce una y otra vez de estos casos que llevados a cifras. El Instituto de Medicina Legal nos dice que “cada 13 minutos una mujer es víctima de algún tipo de agresión por parte de un hombre«.

En lo que ha corrido de este año, van denunciados 38.107 casos de violencia intrafamiliar, mientras que en este mismo periodo del año 2015, la cifra fue de 29.325, incrementando en 8.782 las cifras de víctimas en el 2016 en nuestro país.

Damos por hecho que son muy altas las cifras de mujeres que callan los episodios de violencia de los cuales son víctimas por motivos de género, y al no denunciar tampoco se convierten en noticia de primer orden, quedando inscritas solo en el cuerpo y las cicatrices de su alma.

Al escuchar muy cuidadosamente el cruce de palabras entre Hindira Herazo y su esposo en medio de la brutal paliza, este, entre patada y patada, le decía que el video le recordaría por toda su vida y no le permitiría borrar los morados de la agresión. Ella, de tez oscura, con cada golpe que recibía, le respondía que con ese color de piel no se le iba a notar.

Lo de menos es el color de la piel o las imágenes que plasman la magnitud de unos golpes. Realmente lo que cuenta es la actitud y la conducta por demás salvaje contra ser humano alguno, contra una mujer que acababa de dar a luz un hijo de su propio victimario.

La violencia de los hombres contra las mujeres a lo largo de la historia es el peor de los daños que ha podido recibir el género femenino en un mundo permisivo y en ocasiones complaciente con estos comportamientos.

Es responsabilidad nuestra, y de toda la sociedad en pleno, hacerle frente a este flagelo que no respeta raza, credo, edad ni cultura. El nivel de sometimiento de la mujer al varón a través de los siglos ha alcanzado todas las escalas de la barbarie de que la humanidad es capaz de desarrollar contra los seres humanos.

Corresponde a los diferentes Estados, quieran o no, asumirlo como una problemática de salud pública, con herramientas no solo que abarquen el castigo y la sanción jurídica de acuerdo a las Leyes de violencia de género, como el caso de nuestro país con la Ley 1257 de 2008 y/o Ley María Elvira Celis, que entre otras cosas también exigen aplicar la prevención.

Olvidemos de una vez por todas que el cambio de actitud, mentalidad y conducta violenta contra la mujer se hace mediante charlas, consejos y el escándalo del día en los medios de comunicación.

La escuela, la familia y el entorno social son los pilares de socialización sobre cuyos fundamentos adquiere el individuo su personalidad. Pero, ante todo, la escuela y la familia han sido y siguen siendo el elemento principal de toda formación.

La violencia de género se aprende, es por ello que aproximadamente el 85 % de las víctimas conocieron la violencia de niñas en su familia. Y de igual forma ocurre con los agresores, puesto que el 87 % la han sufrido en su infancia. Lo último que necesita un niño o una niña es tener como referente a un padre agresor y una madre víctima, lastimada o asesinada.

Esta sociedad necesita asumir una estrategia para la prevención y esto exige el cambio de mentalidad. Es la principal herramienta para desarrollar principios de igualdad, respeto entre los sexos y el repudio a la violencia de género. Se trata de introducirla en el material curricular escolar formativo de la infancia desde el inicio en la enseñanza obligatoria.

De la misma forma, llegar a introducirse como una materia más en el programa académico de las universidades y centros de formación superior la prevención de la violencia sexista en todas aquellas disciplinas que puedan ser llamadas a intervenir en el futuro de la sociedad, y donde no caben mentalidades potenciadas de machismo.

Los medios de comunicación hacen parte fundamental para este cambio. Esto a través de campañas de sensibilización a la población, soportadas en el rechazo de las conductas, actitudes y comportamientos violentos contra las mujeres.

La «coeducación» es educar para la igualdad de oportunidades a partir de las diferencias, velar para que se genere una experiencia enriquecedora a través de la diversidad en este caso de género con las desigualdades y la violencia que deriva.

Es así, y solo así, mediante la educación en igualdad («coeducación») que empezaremos a contar con mentalidades igualitarias entre hombres y mujeres. De trabajo y poder conjunto, de labores igualitarias en el hogar y atenciones compartidas a los niños. De esta manera, la violencia de género podrá algún día volverse historia en el mundo y por supuesto en nuestro país.

“La mujer ha estado desde siempre expuesta a los ataques del varón”.

Ana María Pérez del Campo Noriega, Presidenta de la Federación Estatal de Mujeres Separadas y Divorciadas – España

Foto: elolfato.com/hernando bazurto

Fecha: miércoles - 19 octubre - 2016