Debo confesarlo desde el principio. Hasta hace dos años no creía en la política y mucho menos en los políticos. Digamos que desde la lejanía no avistaba un liderazgo o causa con la cual me identificara como ciudadano. Hoy, la cosa es distinta. Creo en lo que tenemos, en lo que hacemos y en el futuro que queremos lograr.
Cuando pienso en Ibagué, como ciudad y como región, me imagino a la ciudad del futuro. Ubicada en el centro del triángulo de oro, rodeada por las tres grandes urbes de Colombia, Cali, Medellín y Bogotá; las inversiones que aquí aterrizan reflejan que ese porvenir es también para los ciudadanos de a pie, para quienes se esmeran por salir adelante a través de su esfuerzo y su sudor. Para quienes sueñan en no irse a prosperar a otra capital, sino crear e impulsar su empresa en Ibagué.
Y es que cuando pensamos en Ibagué como la ciudad del futuro, la pensamos como la ciudad de las oportunidades. Y lo hemos visto de cerca los jóvenes, cuando años y años atrás lo único a lo que podíamos aspirar era a estudiar en el colegio, y emigrar a la universidad en Bogotá. Hoy, Ibagué está comenzando a pensar en las oportunidades, en el capital semilla para los jóvenes que desean emprender y crear su propio negocio. Y me refiero a programas como los de Ibagué Emprende, por ejemplo, o a la bolsa de inversión entre el Fondo Emprender y la Alcaldía, por más de $1.000 millones de pesos.
Sin embargo, al pensar en el futuro que queremos, obviamente nos preguntamos, ¿y cuál es la ciudad que queremos? Es aquí en donde entramos nosotros, los jóvenes, el futuro y el presente de Ibagué. No podemos pensar en una ciudad próspera y en desarrollo, pero sin agua. ¿Qué haríamos sin agua? ¿Qué ocurriría con la economía sin agua?
Cuando pensamos en desarrollo, indudablemente caemos en el imaginario industrial y casi siempre contaminante, pero el desarrollo va mucho más allá, va ligado a la sostenibilidad, a contaminar menos pero producir más y de forma eficiente.
Ibagué está a la puerta de convertirse en una ciudad agrópolis, en donde la base de la economía continúe siendo el agro, las buenas prácticas en la cosecha, en el alimento natural y saludable.
Como joven, hace un año tomé mi propia decisión, como hijo adoptivo de Ibagué: trabajar día y noche por el futuro de esta ciudad. Y hoy, debo decirlo, pongo mi grano de arena. Y ese esfuerzo es el de apoyar la consulta popular minera. No solo por nosotros, sino por nuestros hijos y la salud de las miles y miles de generaciones que nos siguen.
Y por supuesto, habrá quienes salgan a oponerse a esta causa, quienes salgan a decir que la consulta popular minera es un instrumento, o quienes busquen hacer de esta noble causa por el medio ambiente y la salud de nosotros, un instrumento politiquero y mediático. A ellos no solo debemos decirles que no estamos de acuerdo con sus argumentos que atentan contra nuestro futuro, sino que no les creemos, que nos cansamos de creerles, que llegó la hora de que seamos nosotros quienes decidamos cuál es la ciudad que anhelamos.
Ya ha sido suficiente que los de siempre decidan cuál es el futuro que nos van a dar. Es hora de decidir, de participar, y de votar «no» en la consulta popular minera.
@RiveraPrieto