Dicen que todo el mundo tiene una vocación, una función en la vida, sin embargo no a todos les llega tan rápido y claro el mensaje. En el caso de Carlos González para darse cuenta de su labor primero tuvo que saborearla. Porque fue precisamente de tanto entrar y salir de una cocina del hotel Estelar que vio que lo suyo era ser Chef.
Carlos inició a estudiar cocina en el Sena a los 30 años, pero dos años antes de empezar sus estudios, ya corría de arriba abajo en la cocina trabajando como auxiliar en el Hotel Estelar. Un lugar en el que ha trabajado desde que se puso el primer ladrillo de su construcción, y que ha sido testigo del camino que Carlos ha subido peldaño a peldaño; un camino que hoy asombra incluso a personalidades como Ismael López, el chef ejecutivo del Hotel, quien conoció a Carlos en sus inicios y que no duda en decir que su historia es un ejemplo de vida.
El Hotel Estelar, su primera escuela
“Yo empecé en este hotel como mensajero y pasé por varios puestos antes de llegar a la cocina; fui piscinero, fui aseador, luego pasé a ser almacenista. Y cuando estaba de almacenista tenía que entregar pedidos de las comidas y bares. Yo entregaba rápido las requisiciones y me iba para la cocina a poner cuidado, me ponía a ayudarles a servir y así se fue dando y se fue aumentando mi gusto por la cocina”.
Esa es la historia que cuenta Carlos, sin embargo, su relación con el hotel va mucho más lejos, exactamente desde el año 98, cuando trabajó como albañil y ayudó a poner los primeros cimientos del complejo hotelero.
La vida no le sonrió mucho al principio. A los cinco años de vida murió su madre y su padre siempre luchó para que no le quitaran la custodia. “Mi papá, desde pequeños, nos enseñó a ser muy responsables con cada cosa que hiciéramos y hoy le agradezco mucho eso”, cuenta.
Cuando empezó a trabajar en la construcción del hotel tenía 18 años, vivía solo con su papá y accedió al empleo porque necesitaba generar un ingreso mayor para la casa. Sin embargo, al segundo día de su nuevo trabajo Carlos ya no quería volver, sus manos lastimadas, llenas de ampollas, no podían más. Aún así duró 18 meses en ese trabajo. Tiempo después el mismo Hotel lo llamaría para trabajar como mensajero.
El día que se dio cuenta que quería ser chef
Carlos pudo haber tenido gusto por cualquier otra cosa; con contabilidad, con el manejo turístico, con administración, pero no, de todas esas áreas él eligió la cocina. A pesar de que cuando era niño nunca sintió que tenía tal afinidad. “Yo sabía, lo que le enseñan a uno las mamás; a hacer un arroz, un sudado, pero así como tal, de meterme de lleno en el cuento de la cocina, no”.
Trabajando de mensajero, a González le permitían algo que no podía hacer en los cargos anteriores y era entrar a la cocina. “Yo los veía a ellos cuando tenían harto trabajo, cómo se movían de un lado al otro sacando pedidos. Todo eso me llamó la atención. Incluso, estando de almacenista, les dije que si me dejaban entrar más temprano para que me pusieran ahí para aprender”. Así tuviera que llegar más temprano, salir más tarde o esforzarse un poco más Carlos lo hacía con tal de estar al lado de la cocina.
Hoy Carlos tiene en total 7 cursos de cocina certificados en el Sena, pero aún falta el más importante, el que lo certifique como Chef; y ese es su reto ahora. “Lo importante es estudiar lo que a uno realmente le nazca y haga por amor, porque hoy en día uno ve a mucha gente que estudia algo porque el papá le exige que debe estudiar, mas no porque les guste”.