Lo orgánico está de moda. Es comida saludable, un poco costosa y va con la onda de apostarle a una producción que sea más respetuosa con el medioambiente. Solo en Colombia, hay unas 54 mil hectáreas, acorde con los datos de Fedeorgánicos, la federación que agrupa a productores y comercializadores de productos orgánicos en el país.
Sin embargo, la importancia de la industria orgánica va más allá de ayudar a los consumidores a tener cuerpos saludables. El verdadero valor agregado recae en los propios campesinos, quienes pueden encontrar una alternativa que los aleja de depender de las grandes empresas para sostenerse netamente del trabajo de sus manos.
Así es la granja de don Germán, que queda a unos 6 kilómetros de Ibagué, por la vereda El Cural en Boquerón. Ahí trabaja junto a su esposa, doña Carmenza, y generan más de 140 productos agrícolas en sus escasas 8 hectáreas.
Aunque muchos dirían que no cuentan con las condiciones óptimas para generar cultivos exitosos, dado a que sus tierras están a 1.560 metros sobre el nivel del mar y están en un terreno poco fértil, Germán ha buscado la forma de utilizar la misma naturaleza para convertirlo en un espacio próspero.
La tierra hay que trabajarla
Germán se levanta a las 6:00 de la mañana a desayunar, antes de iniciar su trabajo en el campo debe comer, pues según él, es imposible empezar una jornada sin un buen desayuno, el cual le prepara su mujer para que así pueda resistir las ocho o diez horas que trabaja diario, las que detiene solo cuando “el cansancio avisa”.
“Aquí siempre hay algo que hacer. Tenemos zanahorias que sembramos la semana pasada, estas son unas papas que estoy probando y eso de allá es el invernadero de los tomates”, comenta mientras recorre esas tierras de las que habla como si fueran sus hijos.
Este campesino de botas pantaneras y manos entierradas, pertenece a la Asociación de Mercados Campesinos de Ibagué, de la cual el 70 % de sus integrantes cultiva orgánico.
Germán ha querido promover la agricultura orgánica en el municipio, pero lamenta que muchos agricultores busquen la salida fácil.
“Es mucho más trabajo, es más sencillo dedicarse a un solo cultivo, comprar las semillas a una empresa y tener un producto seguro; pero lo que no tienen ellos en cuenta es que es hasta más barato tener un cultivo orgánico. Sí, a uno le toca hacer mucho, pero uno lo produce todo”, comenta.
De esta forma vive con su familia, quienes básicamente lo único que tienen que comprar es el arroz y la sal. Los huevos, los ponen sus gallinas; para la carne, tiene unos cerdos; y ni hablar de las frutas o verduras, porque en sus tierras pueden encontrar desde plátanos y lechuga, hasta mandarinas y duraznos.
La magia de lo orgánico
A Germán le gusta verlo todo como un ecosistema que él ayuda a cuidar y el conocimiento que ha adquirido con el paso de los años, le ha dado a entender que, hasta la mal llamada maleza, puede ser una herramienta para cultivar.
“Todas esas maticas que la gente lo primero que hace es arrancar, lo que son es un colchón natural que protege los cultivos. Mire, no deja que la lluvia pase y ahogue el sembrado. Algo muy importante para los que vivimos en montaña. Pero, también son unas florecitas que atraen a los bichos y así no se van a comer lo que uno siembra”, cuenta como dando una clase que había preparado con antelación.
Entre los caminos que recorren sus cultivos se encuentra un pequeño estanque en el que nadan dos tilapias rojas. (Ver: El campo colombiano fue el sector que más nuevos empleos generó en el primer trimestre de 2018)
“Vea, si le digo algo, nunca le he dado yo comida a esos pececitos; pero ellos me ayudan comiéndose las moscas y bichitos que pueden ser dañinas para los otros productos. ¿Y sí ve como están de grandes?”, explica don Germán.
En su granja también tiene unos paticos que espera le den huevos, los cuales alimenta con los productos que sobran de su finca, un criadero de lombrices, con los que genera abono y unos cultivos de frijol canvalia, que no es comestible, pero ayuda como fungicida contra la hormiga arriera y mantiene el suelo húmedo, con el cual prepara los abonos que vende a Semicol y el SENA. Así es como cuida sus cultivos y logra ingresos al mismo tiempo.
El trabajo más importante lo hace en las canecas industriales de su biofábrica en las que genera abonos y fungicidas; y en las botellas plásticas que rodean sus semilleros y se encargan de suministrarles agua.
Así, con estos elementos que recicla y con sus propias manos genera los insumos que necesita para su producción y les dice a las grandes compañías que no necesita comprarles nada.
El objetivo de don Germán es que los ibaguereños se enamoren de los cultivos orgánicos y le sigan apostando a una agricultura sostenible, razón por la cual todos los fines de semana se ha dado la tarea de enseñarle a los hijos de sus clientes que suben a la finca a comprarle productos.
“Uno los ve y ya vienen con más ganas que los papás. Esos chinos se recorren la finca como si fuera su casa y hasta le meten más que un trabajador”, cuenta entre risas. (Ver: Minagricultura busca abrir nuevos mercados para productos del campo colombiano)
Cinco datos sobre los Mercados Campesinos en Ibagué:
- Se encuentran productos como frutas, verduras, hortalizas, pollo, pescado, huevos, derivados de lácteos, panela, café, miel y extractos de miel.
- Se mueven entre $25 y $30 millones mensuales.
- Hay 38 campesinos independientes y seis asociaciones, y junto a los que se van a sumar del Cañón del Combeima y San Bernardo se espera llegar a 80.
- Los miembros se certifican en buenas prácticas agrícolas, manufactura y poscosecha.
- Están a su disposición los sábados y domingos de 6:00 de la mañana. a 2:00 de la tarde en el segundo piso de la plaza de la 28. El tercer viernes de cada mes en el parque Murillo Toro, cada 15 días en el sector de la Samaria, saliendo al aeropuerto, y una vez al mes en el parque Macadamia.
Si le interesa comunicarse con don Germán, puede hacerlo al teléfono 3138612660 o por el correo electrónico [email protected].