El sacerdote Pedro María Ramírez Ramos, más conocido como el ‘Mártir de Armero’, asesinado el 10 de abril de 1948 por una turba de habitantes de esa población tolimense que quería vengar la muerte del caudillo Jorge Eliécer Gaitán, será declarado beato y mártir de la iglesia por el papa Francisco en los próximos días.
Monseñor Fabio Duque Jaramillo, obispo de la diócesis de Garzón, confirmó este domingo que la Santa Sede le notificó oficialmente la aprobación de la beatificación del siervo de Dios y explicó que “el parecer de los teólogos sobre la causa del martirio ha sido por unanimidad positivo”.
A través de una carta enviada a los sacerdotes, religiosos y feligreses de su jurisdicción, el prelado dijo que esta noticia “alegra a la iglesia universal, a nuestro país y de manera particular a nuestra iglesia diocesana”, ya que el hasta hoy siervo de Dios nació en la población de La Plata, al occidente del Huila, y fue seminarista en Garzón. Al mismo tiempo, el jerarca pidió a los sacerdotes y fieles que se abstengan de promover expresiones de culto del Mártir, como la veneración de imágenes o el levantamiento de capillas e iglesias, hasta tanto el Papa Francisco no proclame solemnemente su beatificación. Sin embargo, monseñor Duque Jaramillo precisó que a partir de ahora al nuevo beato sí se le puede llamar venerable. (Ver Carta abierta del obispo de Garzón)
La causa de beatificación del sacerdote nacido el 23 de octubre de 1899 ―día en el que comenzó la Guerra de los Mil Días― tuvo un largo proceso jurídico y teológico de más de 25 años tanto en Colombia como en el Vaticano, informó a este blog el padre Héctor Trujillo, párroco de la catedral de Garzón. “El proceso lo promovió inicialmente el exobispo Libardo Ramírez Gómez (actualmente presidente del Tribunal Eclesiástico Nacional), y luego fue retomado por el actual obispo, Duque Jaramillo, quien planteó el caso ante la Conferencia Episcopal Colombiana que, con ocasión de su anunciada visita a Colombia en 2017, le pidió al papa Francisco un tratamiento preferencial y expedito del caso”, explicó el padre Trujillo.
El párroco relató que el expediente para definir si el padre Ramírez Ramos merecía ser beatificado por sus virtudes heroicas y su martirio estaba en turno para el 2022, pero que el pontífice, al acoger la petición de los obispos colombianos, ordenó a la Congregación para la Causa de los Santos ―la instancia vaticana encargada de instruir el reconocimiento de beatos y santos― que acelerara todos los trámites para efectuar la ceremonia de beatificación durante su viaje a Colombia y no en el Vaticano.
El martirio
Según relata el jesuita Juan Álvarez Mejía en el libro Una víctima de la revolución de abril, al conocerse por radio la noticia del asesinato a tiros del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán en pleno centro de Bogotá, gran parte del pueblo de Armero, que era de mayoría liberal, se levantó contra las autoridades pidiendo la cabeza del presidente Mariano Ospina Pérez y la caída del Gobierno conservador. Los exaltados, como en gran parte del país, también acusaban a la Iglesia católica de defender al conservatismo y de propiciar con su conducta pasiva y en otras, de manera velada, el clima de violencia contra los liberales.
Agrega el padre Álvarez en su libro publicado un año después del martirio que poco después de las 2:30 de la tarde, una turba armada con revólveres y machetes llegó hasta la casa cural con el propósito de matar al sacerdote, pero su intento fue frenado por la madre Miguelina, una monja mexicana de la comunidad de las Mercedarias Eucarísticas quien enfrentó a un hombre que pretendía acribillar a tiros al mártir cuando este se encontraba orando de rodillas frente al Santísimo. Sin embargo, los violentos saquearon la casa cural y destruyeron muebles, enseres, libros y ornamentos religiosos, aunque no alcanzaron a profanar el Santísimo ni a destruir las hostias conservadas en el sagrario. Pese a que las monjas le pidieron de manera encarecida que huyera del pueblo porque su sacrificio era inminente, el religioso se negó a hacerlo y repetidamente les dijo que en su corazón ya había perdonado a los agresores y a quienes más adelante atentaran contra su vida.
Al día siguiente del magnicidio del líder liberal, con una Bogotá casi destruida por la acción de los vándalos en hechos conocidos históricamente como El Bogotazo, el padre Ramírez Ramos ofició su misa de la mañana, dio la comunión a las monjas y a un grupo de estudiantes, confesó a un enfermo en el hospital y visitó a más de 170 conservadores detenidos en la cárcel. Poco antes, del mediodía repartió entre él y las monjas las hostias consagradas que quedaban, guardó una para utilizarla en caso de necesidad y escribió a lápiz un lacónico testamento que guardó en un sobre que marcó de la siguiente manera: «Voluntad del Pbro. Pedro Ma. Ramírez Ramos, a la Curia de Ibagué y a mis familiares de La Plata».
El conmovedor documento dice así:
«De mi parte, deseo morir por Cristo y su fe. Al excelentísimo señor obispo mi inmensa gratitud porque sin merecerlo me hizo ministro del Altísimo, sacerdote de Dios y párroco hoy del pueblo de Armero, por quien quiero derramar mi sangre. Especiales memorias para mi orientador espiritual, el santo padre Dávila. A mis familiares que voy a la cabeza para que sigan el ejemplo de morir por Cristo. Con especial cariño los miraré desde el cielo. Profunda gratitud con las madres eucarísticas; desde el cielo velaré por ellas, sobre todo por la madre Miguelina (la superiora). En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Armero, 10 de abril de 1948».
A los gritos de «¡Entregan al cura o mueren todas!», las monjas salieron huyendo de la casa cural por entre los tejados, dejando indefenso al hoy beato Ramírez Ramos que vestido con bonete y estola fue sacado en medio de insultos, golpes y puñetazos y llevado a la plaza principal del pueblo donde fue entregado, sin fórmula de juicio, a un tumulto de por lo menos mil hombres y mujeres exaltados, muchos de ellos en completo estado de embriaguez.
Diferentes versiones, confirmadas en expedientes judiciales, indican que hacia las 4:30 de la tarde fue otra vez ultrajado y golpeado y luego atacado con garrotes, varillas y planazos de machetes. Otros documentos señalan que instantes después de que alguien diera la orden de «No más planazos, denle por el filo», el padre Ramírez Ramos pronunció sus últimas palabras: «Padre, perdónalos. Todo por Cristo». Enseguida, varios hombres le asestaron machetazos en el cuello, la espalda y la cabeza que acabaron con su vida en pocos minutos.
El cadáver fue abandonado a la entrada del cementerio donde fue recogido por algunas mujeres que lo sepultaron semidesnudo en una fosa, sin ataúd ni ceremonia religiosa alguna. Allí permaneció hasta que varias semanas después de restablecido el orden las autoridades lo identificaron plenamente y lo entregaron a familiares y miembros de la Iglesia católica quienes lo trasladaron en un estremecedor y largo cortejo que empezó en Armero, pasó por Baguio, Espinal, Neiva y Garzón y terminó en La Plata.
Los tropiezos para la beatificación
La causa tramitada ante el Vaticano tuvo numerosos inconvenientes legales e históricos originados principalmente en los graves hechos de violencia protagonizados en los años 40 y 50 por los partidos Liberal y Conservador, una época en la cual, según diversos historiadores, fueron asesinados al menos 200 mil colombianos. Entre otras dificultades allegadas al expediente, algunos habitantes de la desaparecida Armero acusaban aRamírez Ramos de perseguir tanto en sus prédicas como en las actividades pastorales a quienes no fueran militantes del Partido Conservador. Incluso, en algunas publicaciones se indica que el sacerdote daba la comunión a los liberales con su mano derecha invertida, contrariamente a lo indicado por los cánones de la Iglesia.
Otro de los inconvenientes que estancó el trámite ante la Congregación para la Causa de los Santos fue la versión popular de que el padre Ramírez Ramos, poco antes de ser sacrificado, habría dicho que de Armero no quedaría piedra sobre piedra. Esas palabras, entendidas por algunos como una maldición profética, se habrían hecho realidad 37 años después del crimen del religioso cuando una avalancha de lodo y piedra sepultó a la población tolimense y mató a más de 25 mil personas.
Sin embargo, de acuerdo a lo relatado por personas que conocieron el expediente, los abogados canonistas contratados por la Diócesis de Garzón, así como el padre postulador de la causa, lograron refutar las acusaciones expuestas ante el promotor de justicia ―un fiscal experimentado especialista en derecho canónico, conocido antiguamente como ‘abogado del diablo’― y demostraron que las sindicaciones de sectarismo político y la supuesta maldición que habría llevado a la desaparición de Armero no tenían fundamento jurídico, histórico ni teológico.
Lo que sigue
Según el padre Héctor Trujillo dentro del proceso no fue necesario demostrar un milagro atribuido al Mártir de Armero ya las normas canónicas no obligan a hacerlo en el caso de los mártires. «Al beato Pedro María, según testimonios, se le atribuyen algunos milagros, pero esta vez no se requirió invocar alguno ya que su caso se trató de un bautismo de fe en el martirio”, aclaró el párroco de la principal iglesia de la diócesis de Garzón.
Hasta el momento el Vaticano no ha confirmado la fecha en la que el papa Francisco hará pública la declaración, aunque no se descarta que lo haga dentro de pocos días durante una de las concurridas ceremonias públicas que preside en la Plaza de San Pedro.
Sobre la ceremonia de beatificación ―el paso previo a la canonización― tampoco se conocen mayores detalles ya que esta podría efectuarse durante la visita del santo padre a Colombia el año entrante o celebrarse anticipadamente en el Vaticano en el transcurso de los próximos meses. Otra posibilidad sería celebrar la ceremonia de beatificación en La Plata, población de donde era oriundo el venerable, para lo cual viajaría hasta el país el cardenal Ángelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos.
Otros santos y beatos colombianos
La única persona nacida en Colombia que fue declarada santa es la Madre Laura Montoya Upegui, reconocida como tal por el papa Francisco el 12 de mayo de 2013. Sin embargo, tres importantes religiosos españoles que desarrollaron la mayor parte de su actividad pastoral y espiritual en el país, son considerados popularmente como ‘santos colombianos’. Se trata de san Pedro Claver, el esclavo de los esclavos; san Luis Beltrán, evangelizador de indígenas, y san Ezequiel Moreno, patrono de los enfermos de cáncer.
Al contrario de países como Italia, Francia, España y México que veneran a una gran cantidad de santos y beatos, la lista de colombianos que han llegado a los altares no es muy nutrida. Además del padre Mariano de Jesús Eusse Hoyos ―el padre Marianito―, son beatos oficialmente declarados por la Santa Sede los Mártires Hospitalarios, siete jóvenes colombianos asesinados en 1936 durante la Guerra Civil española. Se trata de Juan Bautista Velásquez Peláez, Melquíades Ramírez Zuluaga, Eugenio Ramírez Salazar y Rubén de Jesús López Aguilar, oriundos de Antioquia; Esteban Maya Gutiérrez, nacido en Caldas; Arturo Ayala Niño, de Paipa, Boyacá, y el huilense Gaspar Páez Perdomo.
Con la inminente beatificación del opita Pedro María Ramírez y el bogotano Rafael Manuel Almanza Riaño, el famoso padre Almanza, el listado de beatos asciende a diez, aunque en trámite se encuentran por lo menos otra decena de procesos con las causas de la monja María de Jesús Upegui Moreno, tía de la Madre Laura; el controvertido jerarca Miguel Ángel Builes y Jesús Emilio Jaramillo, obispo secuestrado, torturado y asesinado por la guerrilla en Arauca.
(Las fotografías incluidas en este artículo fueron tomadas del libro Una víctima de la revolución de abril, publicado por el padre jesuita Juan Álvarez Mejía en 1949).