Esta semana se armó el avispero, pero no por cosas trascendentales para la ciudad o periodistas reclamando al exalcalde Luis H. Rodríguez que salga de su guarida y les dé la cara a los ibaguereños por la catástrofe de los escenarios deportivos, así como lo hacía él y su asesor, cuando la crítica de algunos muy pocos le reclamaban. El agite se debió al informe de El Nuevo Día, sobre la amplia contratación con periodistas y medios de comunicación en el cuatrienio anterior.
Vamos por partes. Los periodistas no deben enfurecerse, como evidentemente lo han hecho algunos, por la publicación del diario de marras, pues es información pública y, si es honesta, no deben sentirse ofendidos porque no se debe olvidar que una de las actividades que más disfrutan es descalificando a contratistas y escrudiñar la vida privada de los servidores públicos.
Ahora, dentro de lo publicado por El Nuevo Día, no todos se pueden meter en el mismo recipiente, porque evidentemente hubo contratación generosa con periodistas y medios escritos y hablados, pero se hace dentro de la actividad misional del ejercicio periodístico y como una retribución contractual. Me explico, se contrata publicidad y publicidad se suministra. Ocurre con el New York Times, Le Monde, El País de España, Revista Semana, El Tiempo, CNN, etc.
Pero decía que no todos en el mismo tarro, pues es evidente que otros gozaron con privilegios que no corresponden al ejercicio periodístico, pero que sí lo aprovechan, por ejemplo, teniendo buen ‘raiting’, siendo agresivos con el micrófono o con la pluma, o haciendo parte del régimen aportando damiselas al burgomaestre de turno. Así como se le reclama al político que no se puede tener la doble condición de ser político y comerciante, lo mismo debería reclamarse del periodista. Pero aquí viene la coyuntura filosófica, ¿tenemos periodistas o comerciantes? Periodistas, sin duda tenemos, pero los que reciben tan jugosos contratos comerciales no son precisamente los carga ladrillos.
Se supo la semana anterior que un empresario, por estos días muy nombrado, se reunió con dos periodistas y socios para ofrecerles respaldo económico ante el hecho de que ya no contaran con las mieles del erario. Allá ellos con su periodismo, pero que no se rasquen las vestiduras porque salieron en una lista que, como insisto, es pública.
Pero ahora que se habla de los periodistas, cómo sería de bueno que se dijera cuántos escritores solo venden sus escritos a las administraciones públicas, cuyas bibliotecas están atiborradas de libros que nadie lee, o los millones y millones de pesos que recibieron en el mismo periodo, quienes suministraban revistas, folletos, monumentos, pinturas o cuanta chuchería le ofrecían a Luis H. Rodríguez, porque si se habla de moral esta nos debe involucrar a todos, pero si se trata de doble moral, ya se conoce también quienes actúan de esa forma.
Alguien dijo: “Lo que exijo a mí mismo no es comparable a lo que tengo derecho de exigir al otro”. Esta máxima tan elemental es la que a veces no se aplica desde los micrófonos y se olvida la época en que se amenazaba desde las ondas hertzianas a los funcionarios paso de moda, porque ya el funcionario no es nombrado por el gamonal del pueblo sin requisito alguno, sino que ahora las exigencias académicas son mayores y eso le da más independencia.
Seguirá la discusión sobre el verdadero periodismo y la publicidad necesaria para sobrevivir, pero qué bueno que se aprovechara el momento para un buen debate sin las fuerzas oscuras que están atizando esta hoguera que solo afecta a Ibagué.