Carlos Mario Santofimio a su corta edad, 23 años, ya se ha enfrentado a una serie de situaciones que lo han privado de ciertos privilegios o derechos con los que la mayoría de las personas tienen la oportunidad de crecer.
Cuando tenía tan solo cinco años tuvo que enfrentarse al abandono de sus papás, quienes lo dejaron en manos de una vecina en el municipio de Rovira, de donde es oriundo.
El motivo de este abandono fue la discapacidad física con la que nació, una malformación congénita que afectó sus piernas, una que perdió desde la rodilla y otra que tuvo que ser reconstruida en su totalidad. Sin mencionar, la falta de los dedos corazones de ambas manos.
“Mis padres biológicos me abandonaron por mi discapacidad, era una carga, se desentendieron de mí. No supe nada de ellos hasta muchos años después”, contó Santofimio.
Estuvo durante un año con esta vecina -con ella todavía mantiene el contacto-, hasta que fue enviado al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) de Ibagué. Carlos Mario expuso que la señora tenía sus propios hijos y ya no tenía los recursos para sostenerlo a él.
En cuanto llegó al ICBF se iniciaron los tramites de adoptabilidad de Carlos Mario Santofimio para que hiciera parte de la larga lista de niños que esperaban ser acogidos por una nueva familia.
Mientras llegaba su oportunidad de ser adoptado por unos nuevos padres, pasó por cuatro hogares sustitutos en menos de un año.
“El motivo principal por el que no duraba era mi condición de discapacidad, terminaba volviéndome una carga. Además, era un niño bastante hiperactivo, estaba acostumbrado al campo y en la ciudad me tenían todo encerrado”, relató.
Sin embargo, después de pasar por diferentes hogares sustitutos, a sus siete años llegó a los brazos de la familia Moreno Góngora. Con el abrigo de don Tulio y doña Oliva, las cosas cambiaron.
No les importó la condición física que presentaba, desde un inicio le enseñaron que no tenía ningún impedimento para hacer realidad sus sueños. De hecho, fueron quienes costearon las operaciones que necesitaba en sus piernas debido a su malformación congénita.
“Ellos fueron los que batallaron conmigo en las operaciones, costearon los viajes a Bogotá y cuando empecé a trabajar con el tema de la prótesis, ya en la fase de recuperación, me impulsaron para que iniciara mis estudios. Nunca me dejaron desfallecer”, recordó.
Santofimio llegó a ser el “consentido” de su nuevo hogar, porque, aunque don Tu- lio y doña Oliva tenían dos hijos más, ya eran mayores. En la actualidad Carlos tiene 23, mientras sus hermanos tienen 50 y 55 años, respectivamente.
Unos hermanos que nunca lo hicieron sentir mal, que lo acompañaron en sus cirugías, cuando solo tenía unos meses de hacer parte de esa familia.
Aunque no se llevó a cabo el proceso legal de adopción, motivo por el que mantiene los apellidos de sus padres biológicos, Carlos nunca más se fue de la casa de los Moreno Góngora. Encontró su hogar.
“Sigo bajo la protección del ICBF porque nunca se hizo todo el proceso legal. Mis papás ya eran de avanzada edad cuando me acogieron, entonces no eran viables para adoptar”, aclaró.
Según explicó el Instituto, cuando un menor como Carlos Mario entra bajo su protección, no importa sin está en un hogar de acogida, ellos deben hacerse responsables de las necesidades de su protegido, como estudio, alimentación, ropa, salud, la carrera universitaria que ellos decidan y en la universidad que prefieran, esto hasta que consigan trabajo y logren independizarse.
Un deportista en potencia
A sus ocho años le recomendaron tomar clases de natación, ya que este deporte le ayudaría a adaptarse a la prótesis. Lo que no sabía Carlos es que en ese momento, en que se sumergiera por primera vez a una piscina, su vida cambiaría.
“Desde el momento en que entré al deporte mi vida se partió en dos, el Carlos Mario dentro de la piscina y el Carlos Mario fuera de ella. Fue tanto mi entusiasmo que empecé a practicar y a los dos años fui llamado a la Selección Tolima por mi entrenador actual, Carlos Ávila”, relató.
A sus 10 años ya hacía parte de la Selección Infantil del Tolima de Para-Natación, allí descubrió, además de su potencial, que había muchos más niños en condición de discapacidad. Personas enamoradas de la vida, con ganas de luchar y salir adelante.
Llegaron los torneos, empezó a foguearse con otros deportistas, pasaron los años y cuando menos pensó ya estaba recibiendo reconocimiento a nivel nacional e internacional por ser uno de los mejores nadadores del país.
“En 2014 participamos en un mundial de natación, los Juegos Centroamericanos en México, obtuvimos una medalla de plata bastante peleada contra el subcampeón olímpico de Londres. En 2015 fueron los juegos Para-Nacionales, una de las mejores experiencias de mi vida”, recordó.
En esta competencia fue condecorado con la presea dorada, además del récord Para-Nacional que lo ubica, en la actualidad, como el tercer mejor nadador de Sudamérica.
Y, aunque todo parecía mejorar, todavía le faltaban un par de obstáculos que superar.
Regreso al pasado
Fue tan destacada su participación en estos torneos que medios televisivos nacionales e internacionales empezaron a retratar sus triunfos. Un hecho que llevó a sus papás biológicos de regreso a su vida.
“Hace unos años se acercaron, dijeron que ellos no me habían abandonado, sino que me había perdido. Pero la verdad es que solo habían descubierto que era una mina de oro para ellos y un potencial para pedir limosna. Eso me ratificó que mis únicos papás son aquellas personas que me criaron, que me abrieron las puertas de su hogar, que dejaron de comer para que lograra mis sueños”, precisó Carlos.
Por ello, no pierde oportunidad para insistir en que todo lo que es hoy se lo debe a don Tulio y doña Oliva. Se han convertido en su fortaleza para salir de momentos difíciles como ese –el reencuentro con sus papás bilógicos- o cuando sufrió una lesión en un hombro, la cual podía alejar- lo de las piscinas para siempre.
“Me iban a operar y si lo hacían dejaba de ser deportista, preferí aguantarme los dolores y seguir entrenando”, explicó.
Ahora, cada que Carlos se sumerge en una piscina tiene el riesgo de que su hombro se desencaje, ya que sufre de una luxación crónica. No obstante, prefiere aguantarse el dolor hasta que su cuerpo lo permita, pues una operación le limitaría los movimientos y tendría que retirarse de la natación.
Abogado y entrenador
Don Tulio y doña Olivia, sus papás, no dejaron que se saliera de estudiar, de hecho, le insistieron en que tenía que hacer una carrera universitaria. Él eligió el derecho.
Tanta ha sido su disciplina que, con 23 años, y dedicando más de ocho horas diarias a los entrenamientos, está a punto de graduarse como abogado de la Universidad Cooperativa de Ibagué.
Además, desde hace dos años, trabaja para la Gobernación del Tolima como entrenador para la Selección Infantil de Para-Natación, el lugar donde se formó. Empezó con dos niños y ahora tiene 16 a su cargo.
“Ha sido desgastante en ciertos momentos, pero lo he disfrutado porque me apasiona. Inicio mis jornadas a las 6:00 de la mañana, entreno con la selección de mayores hasta las 12:00 del mediodía; después voy a la universidad y en la tarde les doy clases a los niños”, indicó Santofimio.
Por ahora se enfoca en entrenar y ocupar los primeros puestos en los torneos clasificatorios que se vienen este año y los cuales lo pueden llevar a cumplir su gran sueño: participar en los Paralímpicos de Tokio 2020 y estar al lado de Daniel Serra- no, Nelson Crispín, Moisés Fuentes y Óscar Campas, los grandes exponentes de nuestro país en este deporte.
Siente que todo lo que le ha tocado sobrellevar en su vida son obstáculos que lo han hecho más fuerte y merecedor de sus triunfos.
“Me siento orgulloso de mi discapacidad porque gracias a ella tengo todo esto, por ella he podido ser uno de los mejores deportistas del país. Solo le pido a las personas que no nos llamen pobrecito a quienes tenemos alguna condición de discapacidad, porque somos personas comunes y corrientes, con muchas metas por cumplir”.
Carlos Mario Santofimio quiere decirles a sus papás biológicos que no les tiene ningún rencor, pero que para él no son más que unos desconocidos que hacen parte de su pasado. Finalmente, afirmó que “un persona discapacitada es, quien teniéndolo todo, no lucha por sus sueños”.