Camilo Andrés Carbonell logró vencer las dificultades económicas y con determinación y disciplina se convirtió en jefe de cocina de uno de los restaurantes más prestigiosos de la ciudad. En el proceso, fue cobrador, vendedor de ropa y mesero para poder costear sus estudios. Estos sacrificios le sirvieron de impulso para querer ser uno de los mejores cocineros de Ibagué.
Cuando ingresó al Sena en 2007, Camilo no contaba con los recursos suficientes para costear sus estudios. Sin embargo, sabía que tenía una oportunidad que debía aprovechar para salir adelante y cambiar su vida. Recordaba cómo muchos amigos de su infancia, con los que jugaba microfútbol en el barrio industrial de Ibagué, habían tomado los caminos de la drogadicción y la delincuencia, pero él sabía que quería hacer algo distinto.
“Yo quería otra cosa para mi vida, no por haber estado rodeado de un ambiente difícil tenía que escoger ese rumbo. En eso tuvo que ver mucho mi familia, que siempre me ha apoyado y guiado con el ejemplo”, comenta. Así que, con la idea de superarse y realizarse como persona y profesional, Camilo ingresó al Sena a estudiar gastronomía fruto de la casualidad, ya que esta no era su primera opción.
Para su sorpresa, el gusto por este oficio fue instantáneo y empezó a desarrollar un talento que hasta ese entonces era desconocido para él. La pasión por la cocina era algo que había estado presente toda su vida gracias a su familia: su gran maestra en la culinaria fue su bisabuela, quien cocinaba deliciosos platos “sazonados con ajo y la cola de la cebolla verde”, recuerda.
“La gastronomía es un mundo de posibilidades”
Para Camilo, lo mejor de la gastronomía es poder cocinar y generar emociones en los comensales. Desde hace tres años ejerce como jefe de cocina en el restaurante Altavista y su mayor reto ha sido crear platos que reflejen los sabores de la región.
Así, con el fin de descubrir nuevos sabores y aprender sobre otras culturas gastronomicas, Camilo viajó en 2014, durante dos meses, a hacer un recorrido por Chile y Perú, donde tuvo la oportunidad de conocer y aprender. En el país austral cocinó por un tiempo en el restaurante «Los buenos muchachos», un sitio reconocido por la comida típica chilena.
Tolima, un departamento lleno de sabores
Para Camilo, los sabores y preparaciones del Tolima son exquisitos. “Este departamento tiene gran variedad gastronómica, con mucho potencial. El tamal, la lechona y los amasijos tienen combinaciones que se pueden explotar para hacer nuevos platos o para transformarlos”, asegura.
Por eso, él, como jefe de cocina, se preocupa por rescatar todos los sabores que considera propios de la región. Por esta razón, creó para la carta de Altavista una paella tolimense que contiene los ingredientes de la lechona como la arveja y el cerdo, pero que además es una propuesta única que incluye hasta un costillar glaseado con guayaba.
“Hay que creer en uno mismo”
Camilo no ha olvidado de dónde viene y por este motivo tiene entre sus proyectos personales crear una escuela de artes gastronómicas. Allí pretende enseñar el arte de la cocina a jóvenes de bajos recursos, todo ello con el fin de presentarles más opciones de vida. “Quiero contar con un lugar que sea auto-sostenible, es decir, que sea escuela y restaurante a la vez para que se puedan suplir los gastos de los muchachos en cuanto a uniformes y herramientas, y también la materia prima”, añade.
Con esto, quiere que los jóvenes que hagan parte de ese programa tengan una oportunidad de cambiar su vida de la misma forma como lo hizo él, con trabajo duro y disciplina: “Todos tenemos las mismas oportunidades, solo debemos creer en nosotros mismos”.