La visita al paraíso natural de la reserva El Silencio, un lugar bañado de cascadas y encantado por el sonido de las aves en una vegetación exuberante, se convirtió en tragedia para el ingeniero Roberto Angarita Lezama, quien aún no encuentra explicación a la pregunta que todo el mundo le hace: ¿Cómo está vivo?
Catorce heridas, ya suturadas, en los brazos, las piernas y hasta en la cabeza, son testimonio irrefutable de lo que este funcionario de la Alcaldía de Ibagué vivió la tarde del 2 de agosto pasado, en la vereda China Alta, ubicada a media hora en carro de la capital tolimense.
Ese día fue atacado con machete por un campesino esquizofrénico, a quien solo unos minutos antes había saludado cuando el hombre sembraba unos eucaliptos.
“Pasan los días y sigo sin explicarme cómo es que estoy vivo. En mi cabeza todavía retumba el sonido de los machetazos cuando el tipo me pisaba y me daba en la cabeza y en los brazos. El ruido era el de una peinilla golpeando algo metálico, afortunadamente las cortadas no llegaron al cerebro”, recuerda Angarita como si acabara de ocurrir, mientras intenta acomodarse en un sofá de su casa en el barrio La Francia.
Acaba de llegar de una de las tantas citas médicas a las que ha tenido que acudir en las últimas semanas. Le practicaron tres cirugías, una de ellas en la cabeza. (Ver: Funcionarios de Cortolima y la Alcaldía fueron atacados en zona rural de Ibagué)
A penas puede levantar su mano derecha, envuelta en un yeso y una venda. Solo puede mover dos de los cinco dedos de esa mano. La profunda cortada que atraviesa el miembro le impide mover el meñique, el corazón y el índice.
“Definitivamente, ese no era el día, porque el tipo me dio con sevicia y me gritaba: ‘este hp se está haciendo el dormido’. Yo quedé contra una cuerda y al borde del barranco, pero no me podía mover, no solo por el dolor sino porque si lo hacía, él me remataba. Tenía ganas de matar…”, precisa.
El ingeniero forestal Roberto Angarita llegó ese día a China Alta como parte de una comisión de la Alcaldía, la autoridad ambiental Cortolima y el Ministerio de Minas, con el fin de caracterizar el potencial ecoturístico de la zona para una reconvención laboral orientada a mineros artesanales.
Llegaron muy temprano para visitar las fuentes de agua y la riqueza natural que las rodea. “Alcanzamos a visitar unas cascadas muy bonitas y vimos que la zona se podía aprovechar para deportes de naturaleza”, dice Angarita.
Pero el drama comenzó al regreso. Recuerda que en el camino se toparon con un empleado de la Alcaldía que, envuelto en pánico y casi sin poder hablar, les alcanzó a advertir que un hombre armado con un machete estaba atacando a la persona que había llegado de Bogotá a mostrar el tipo de casco y de arnés que debían utilizar para la práctica de deporte de aventura.
“Uno de nuestros acompañantes se fue hasta la finca por una escopeta para defendernos y nosotros avanzamos detrás del arma, convencidos de que el señor la sabía utilizar, pero no fue así. Cuando vimos al agresor, el de la escopeta no disparó y salió a correr”, narra el hombre.
Al quedar desprotegidos, todos salieron a correr, incluido el visitante que llevaba los cascos y el arnés. La mayoría se lanzó hacia un barranco, pero el ingeniero Angarita se resbaló y cayó. Y fue en ese momento cuando el hombre la emprendió en su contra.
Allí, junto a esa cerca de púas, casi inmóvil por el miedo y el dolor, el ingeniero de 60 años comenzó a sentir calambres y mareos, mientras se desangraba.
“Me quedé quieto y el cuerpo se me comenzó a dormir, en ese momento pensaba en mi mujer, en el sueño que teníamos de comprar un apartamento. También pensaba en mis hijos y en mis dos hermanos, somos siete, todos oriundos del Valle del Cauca”, afirma al mostrar las heridas en su cabeza, donde debió ser intervenido por un cirujano plástico que le reconstruyó los tejidos.
“Casi me muero”
Cuatro semanas después de lo ocurrido, al ingeniero Angarita aún le duelen las heridas, pero le causa más dolor recordar que la ayuda desde Ibagué llegó más de dos horas después, cuando arribaron dos ambulancias.
“Ingresé al Hospital Federico Lleras con un litro y medio de sangre, casi me muero. En urgencias me hicieron la transfusión de seis bolsas de sangre y en la cirugía dos bolsas más”, apunta la víctima.
Sobre su agresor, identificado como Eulotorio Álvarez, Angarita sabe que está en la unidad de salud mental de Ibagué, bajo dosificación médica, y que las autoridades están a la espera de notificarle la orden de captura en su contra.
El ingeniero Angarita espera volver a trabajar con sus árboles, pero es consciente de que su plena recuperación será cuestión de meses.