Si se hablara de empresarios reconocidos en Ibagué, uno de los nombres que encabezaría la lista sería José A. Sierra.
Un tolimense de pura cepa que en 40 años ha consolidado varias empresas importantes para la región, no solo por su generación de empleo, sino por la innovación que representan en el mercado.
Don José es el creador de la empresa Proandina, dedicada a la comercialización y distribución de productos de consumo masivo, y de Servinaltra (Servicio Nacional del Transporte). También, de uno de los proyectos más innovadores para la región: el Strategik Parque Empresarial.
Pero, ¿cómo llegó este hombre, nacido en el campo tolimense y desplazado por la violencia, a convertirse en uno de los empresarios más reconocidos del departamento?
La historia detrás de don José A.
Con solo 14 años, y nada más que ganas de salir adelante, llegó don José A. Sierra a Ibagué.
Se trasladó con su familia desde Anaime (Cajamarca), su tierra natal, debido a la violencia partidista que se vivía en esa zona del Tolima. Eran los 60´s y tuvieron que dejar lo que tenían: fincas, casa, tienda, animales, absolutamente todo.
Lastimosamente, perdió a su mamá desde temprana edad así que, junto a su papá, debían encontrar la manera de sacar adelante a sus seis hermanos en esta nueva vida en la capital del Tolima.
Al inicio no fue fácil, pero gracias a la vocación de servicio y a la fuerte empatía que tenía su padre fueron levantándose poco a poco.
“Mi papá compró una quesería en La 21. Allí vendía también cábano, pollo, de todo. Recuerdo que tenía una empatía tremenda, por lo que todo el mundo lo buscaba”, cuenta este empresario.
Aunque, en este nuevo negocio, don José era parte importante, ya que le ayudaba a su papá con el inventario y la cartera, él ya contaba con su propia “línea de comercio”.
“Viajaba hasta mi pueblo natal, traía frutas y verduras que le vendía a los comerciantes de las plazas”, recuerda don José, quien en esa época no tenía más que 16 años.
Y así siguió por un par de años, ayudándole a su papá con la quesería, trayendo sus productos para comercializarlos, mientras terminaba sus estudios secundarios; hasta que a los 18 comenzó a trabajar para la empresa Colombina.
Inició como almacenista, pero con los años fue ascendido a vendedor, jefe de oficina, y más tarde a supervisor de ventas. Luego a subgerente, hasta que finalmente se convirtió en el gerente de Colombina, lo más sorprende de ese ascenso es que se dio en tan solo 13 años. Motivo por el que don José A. no es modesto al decir que tiene un talento innato para brillar en los negocios.
Aunque no alcanzó a terminar su carrera de Administración de Empresas en la Universidad del Tolima (solo cursó hasta quinto semestre), en estos más de 10 años aprendió lo que serían las bases para montar su propia empresa.
3 de septiembre de 1979
Don José sabía que gracias a su talento podía haber llegado más lejos dentro de esta reconocida multinacional, pero algo le decía que tenía que construir su propio camino.
“En ese momento supe qué era lo que tenía que hacer de ahí en adelante. Yo fui un obsesionado, diría que obsesión mística, en el sentido que no quería seguir siendo empleado, sino que quería tener una empresa”, comenta.
Así que ese 3 de septiembre de 1979 abrió su primera empresa.
“Le dimos apertura a un local con tres empleados, de los cuales aún tengo dos, entre ellos mi secretaria Gladis y un vendedor”, puntualiza.
Se trataba de una empresa dedicada a la comercialización y distribución de productos de consumo masivo. Ellos le compraban a grandes empresas y don José las distribuía en tiendas, pequeños supermercados y mayoristas.
“Fue muy rápida la expansión, de hecho, en el año 82 teníamos un cuerpo de al menos 20 vendedores y siete empleados”, agrega Sierra.
Para este mismo año, decide montar una sociedad con un buen amigo, la cual llamaron “Aldana & Sierra”. Se dedicaban también al tema de distribución, pero empezaron a cubrir otras regiones del país como Huila y Caquetá.
Don José recuerda que les fue muy bien, en un par de años ya habían adquirido sus propias bodegas, una de ellas en el barrio La Francia, un espacio que les brindó la robustez que les hacía falta para consolidarse aún más en el departamento.
No obstante, lo que no presentían era que toda esa solvencia que consiguieron en tan poco tiempo peligraba.
Una avalancha que se llevó una gran parte
El año 1985 inició siendo difícil, pues don José debió afrontar el vacío económico que le dejó la separación de su socio. Pero este golpe no fue nada con lo que tuvo que enfrentar el 13 de noviembre de ese mismo año.
Ese día se presentó el desastre natural más catastrófico en Colombia hasta hoy: la avalancha de Armero. Más de 25.000 personas fallecieron, sin contar los heridos y los daños materiales.
Además del dolor de enfrentar este episodio que afectó a todos los tolimenses, pues eran sus vecinos, familiares y amigos los que perecieron, con la avalancha también se fue gran parte de lo que don José había construido en esos años de trabajo.
“Para el 85, con la avalancha de Armero, todo cambió. Allá teníamos una cartera muy grande y, lo peor, acabó con todos los clientes que teníamos allí”, cuenta.
Pero este hombre vio que, a pesar del dolor de perderlo todo, incluso sus seres queridos, los armeritas lograron levantarse y recomenzar, ¿cómo no iba a ser capaz él de hacerlo?… Así que se pusieron de pie y siguieron adelante.
De hecho, para 1988, ya estaba fundando otra de sus empresas más reconocidas: Servinaltra (Servicio Nacional de Transporte).
¿Un paso atrás o un paso adelante?
A inicios de los 90’s, la tecnología llegaba con gran fuerza y, si no quería ser rezagado, debía implementarla en sus negocios. Algo que entendió desde un principio y, aunque reconoce que no es fácil, ni barato, ha sido su fiel amigo. Por ello, en la actualidad, cuenta con uno de los software de almacenamiento más sofisticados del mundo.
Pero lo que más marcó esta época para José Sierra fue el conflicto en Colombia y sus dos antagonistas más fuertes: las Farc y los paramilitares.
No solo recibió extorsiones, sino que constantemente era amenazada su vida y la de su familia, tanto que llegó el momento en el que tuvo que sacar a sus hijos del país y, más tarde, él y su esposa también se radicaron en Estados Unidos.
“Se complicó mucho para el 99, cuando se creó la zona de distención. Nos tocó hacer contacto con la guerrillerada para que nos dejaran entrar, con unas condiciones especiales, que les prestara los carros de la empresa los viernes, sábados y domingos”, recuerda.
Pero esta petición se iba haciendo cada vez más difícil de soportar, pues en muchas ocasiones terminaron llevándose los carros por hasta 15 días y, lo peor, le pasaban las cuentas de cobro por el combustible que se gastaban.
“Se volvió muy difícil, así que un día llamé a un comandante de las Farc que manejaba la parte logística y le dije que prefería no seguir yendo. Me respondió que no podía salirme y que si lo hacía me tenía que atener a las consecuencias. Nos tocó contemplar la opción de salir del país”, explica don José Sierra.
Y así fue, durante un tiempo debió dirigir todo desde el extranjero y venir al Tolima sin aviso alguno para evitar inconvenientes.
No obstante, para inicios del 2000 el panorama cambió y pudo regresar. Creyó que podía retomar sus negocios sin problema alguno, pero todavía le quedaba otro obstáculo. Nada más y nada menos que los paramilitares.
Aunque don José reconoce que no fue tan grave como todo lo que tuvo que vivir tiempo atrás con la guerrilla, también tuvo que pagarles extorsiones en varias ocasiones. Sin mencionar los carros que le quitaron, llenos de productos, que jamás volvió a ver.
“Hay una anécdota. Cada semana me estaban quitando un carro, entonces una vez decidí mandar cinco en caravana y los cinco me los quitaron con carga y con todo”, asevera.
Sin darse cuenta, y a pesar de que trató de mantenerse al margen de este conflicto, unos de los perores que ha vivido Colombia, terminó en medio de una disputa entre las Farc y los paramilitares.
Ambos lo atacaban, la guerrilla decía que él vendía productos a los paramilitares y viceversa. De hecho, recuerda que cuando capturaron a cierto personaje, cuyo nombre prefirió no mencionar, esta persona aseguró que “José A. Sierra era el mayor colaborador de la guerrilla en el Tolima, como empresario”.
Una afirmación que le “tiró” encima no solo a los paramilitares, sino también a la Fiscalía. Pero bueno, “hemos salido adelante”, enfatiza.
Un patrimonio que debe ser protegido
José A. Sierra tiene claro que todo lo que ha conseguido no ha sido por suerte, al contrario, mucho trabajo, esfuerzo y sacrificio le ha costado llegar a la posición en la que se encuentra hoy. Por eso, sabe que no puede dejar que ese patrimonio sea tirado por la borda.
“No queremos que pase lo que sucede con muchas empresas familiares, donde la primera generación construye, la segunda destruye y la tercera desmantela. Por eso tenemos unos protocolos en la familia; cualquiera que sea la persona, así sea con el grado de consanguinidad más cercano, tiene que ser necesariamente profesional, tener un posgrado y, por lo menos, haber estado por fuera de la empresa unos años, prestándole servicio a un tercero, para que sepa qué es la subordinación, el cumplimiento de horarios…”, asevera.
Para él, la educación profesional es fundamental, por eso reconoce que una de las pocas frustraciones que tiene en la vida es no haber concluido su carrera de Administración de Empresas. Razón por la cual insistió tanto en que sus hijos adquirieran tantos estudios como les fuera posible y trata de que quienes hagan parte de su empresa también los tengan.
Sin embargo, sabe que para lograr convertir los sueños en realidad se necesita de otras cosas que no se adquieren de una carrera profesional.
“Tengo como anécdota que nos reunimos con unos empresarios todas las semanas y paradójicamente ninguno es profesional, Carlos Alvarado, Henry Escobar… y la cantidad de empleo que solo estas dos personas generan para la región es impresionante”, manifiesta don José, quien en la actualidad cuenta con más de 250 empleados.
La familia y los gustos de Don José
La base de todo, asegura, han sido sus hijos y su esposa. Ellos lo han acompañado en cada paso que ha dado. En consciente de que, debido a la cantidad de trabajo y obstáculos que le ha tocado enfrentar en todos estos años, ha tenido que sacrificar mucho tiempo con ellos; por eso, cuando tienen la oportunidad de estar juntos, los aprovecha al máximo.
Para él, el trabajo es una terapia, por eso no se ve haciendo nada. Eso sí, saca tiempo sagradamente para practicar ciertos deportes como el ciclismo y el golf.
Como buen tolimense, es hincha del conjunto ‘vinotinto y oro’, actual campeón de fútbol colombiano y del cual, destaca con orgullo, es socio.
Los nuevos formatos que debe enfrentar
Ahora no es la guerra o la violencia las que preocupan a este hombre de 72 años, quien lleva más de 50 dedicados a los negocios. No, son los nuevos formatos: las grandes cadenas de tiendas de descuento que desde hace un par de años abundan en todas las ciudades del país.
“La llegada de estos nuevos formatos se ha convertido en un desafío estratégico. No podemos seguir como veníamos antes de que llegaran, porque vienen para quedarse. Son entes con mucha robustez económica, descuentos duros, vender barato. Nos toca reinventarnos”, reconoce Sierra.
El creador del primer parque empresarial de Ibagué
La obra más reciente de don José y su familia es el parque empresarial ubicado en el kilómetro 11, vía a El Espinal.
Se trata de un espacio creado para cumplir las tres vocaciones que le encontraron a la ciudad y la región: agroindustria, turismo y logística, aprovechando a su vez la ubicación geográfica estratégica que tiene la capital del Tolima
“Es un proyecto que tiene 10 hectáreas y que está dividido en nueve parcelas, las cuales cuentan con unos lotes de mínimo 2.000 metros cuadrados, donde nosotros podemos hacer bodegas desde 1.400 metros cuadrados”, explica el hijo de don José, Andrés Sierra.
En las primeras bodegas que se han entregado, se encuentran las empresas Colanta, Fruandes, Medigen y, por supuesto, Proandina. Sin mencionar que ya hay negocios pactados con grandes multinacionales que estarán llegando a la región en los próximos meses, lo que ampliará la generación de empleo.
“El proyecto se desarrolla en tres etapas. Para el momento de terminar la tercera etapa, estamos calculando que habrá una comunidad establecida de trabajadores de entre 1.000 y 1.500, de tiempo completo. Además, que se contará con una dinámica económica que tendrá un movimiento, pues también vamos a tener restaurante, capilla, gimnasio”, explicó.
Con la construcción y puesta en marcha de este centro logístico se espera reactivar la economía de la ciudad y además ofrecer un espacio a las grandes empresas en el corredor comercial de Colombia.