Para aquellos que aún no se han dado cuenta, el 27 de octubre de este año tenemos elecciones de alcaldes, gobernadores, concejales, diputados y ediles. Esto quiere decir que veremos nuevamente un desfile de candidatos y presencia de partidos políticos en zonas que de lo contrario no visitarían.
Su gran mayoría haciendo política sucia, prometiendo cosas que no van a cumplir y comprando votos. Muchos de ellos sin la capacidad de orientar el rumbo de una ciudad o departamento, y sin la capacidad de tomar decisiones trascendentales. Con una mediocridad que caracterizará su campaña y posterior administración.
Sabemos que la democracia es imperfecta, la gente hoy en día vota por sentimiento y emociones, dejándose llevar por odio, miedos y rabias convirtiendo información falsa como verdades irrefutables. Las campañas se caracterizan por una corrupción desenfrenada, en donde es evidente la ausencia de un sentido de lo público ya que resaltan los apetitos y resentimientos individuales, los candidatos no buscan trabajar por reconstruir los lazos de solidaridad rotos, ni generar desarrollo en la región, si no como beneficiarse y enriquecerse durante su gobierno.
Ante este desolador panorama de la realidad que venimos viviendo todos los colombianos hace décadas, valdría la pena preguntarnos si existe algún remedio para esta enfermedad que ha venido propagándose y contagiando a todo aquel que tiene interés en hacer política. La gran pregunta es ¿Cómo superar esta gran frustración e insatisfacción de la ciudadanía?
Me considero una persona optimista, para algunos ingenua que cree que la forma de hacer política puede cambiar. No estamos condenados a ser gobernados por políticos ineptos y corruptos. Creo firmemente que sí hay personas formadas, correctas y con toda la disposición para construir una Colombia mejor. Esas personas que de verdad quieren transformar la forma de hacer política. Esas personas que están cansadas de lo mismo: de la mentira, el engaño, la falsedad e incompetencia y quieren ganar su voto y confianza con ideas.
Por eso invito a todos esos jóvenes, líderes y lideresas con vocación política, convicciones fuertes y principios a que se animen a dar el primer paso hacia el cambio, los estamos esperando. También invito a la ciudadanía – quien no puede seguir siendo apática al tema- a dar un voto informado y consciente, a votar como si nuestros derechos dependieran de ello, porque cada voto importa, cada elección nos da esperanza, está en nuestras manos decidir si queremos seguir condenados y continuar aplazando el sueño de país que queremos y nos merecemos.