Sabía que la diferencia sería mínima, pero confiaba (con el amor que le tengo a mi patria) que la victoria sería para el Sí. Sin embargo, la triste realidad es otra: no ganó el No, ganó fue el miedo.
Los colombianos nos creímos el cuento de que nos convertiríamos en una Venezuela, nos dejamos convencer de apreciaciones absurdas que nos dibujaban en años bajo un régimen «castrochavista». A todos nos faltó gallardía, nos faltó dolor de patria, nos faltó sudar la camiseta y ponernos en los zapatos de los que han vivido de manera directa con la guerra.
Para mí, no ganó el No, ganó el miedo al cambio. El miedo a arriesgarnos a escribir la página de la creatividad y la inteligencia, el miedo a una Colombia distinta que nadie, en realidad, sabe si sería mejor o peor.
Si somos totalmente sinceros, seremos conscientes de que peor no podemos estar, pues como lo menciona el escritor Mario Mendoza, ya los colombianos hemos matado de todas las formas, ya no podemos secuestrar de otra manera, ya no existe otra alternativa para derramar más sangre y dejar más víctimas. Solo nos faltaba matar la esperanza de un país mejor para las generaciones venideras y eso lo aniquilamos hoy.
A los colombianos hoy nos siguió ganando la cobardía. Nos ganó el egoísmo, nos ganó el odio, nos ganó la falta de solidaridad por el campo. Hoy los colombianos deberíamos sentir vergüenza de ser un país que ha soportado por 52 años la guerra y que dejó escapar la oportunidad más cercana, palpable y real de hacer la paz.
Hoy quiero conocer de boca de esos que votaron No cómo es que se hace paz sin ceder un poco. Quiero que me expliquen esa metodología de que la guerrilla dejará de ser guerrilla a cambio de nada.
En este país, la corrupción, el narcotráfico, la desigualdad social, la burocracia, el sicariato, la prostitución, son liderados por esos de cuello blanco que se sientan detrás de una curul del Senado, la Cámara de Representantes, alcaldías, concejos. Por eso quiero entender por qué el país desconoce que acá los únicos crimínales no han sido la guerrilla de las Farc, sino que mejor este acuerdo – que hoy ya dejó de serlo – fue entre dos bandos igual de malos que con accionar distinto han destruido al Estado colombiano.
Hoy, personalmente, quisiera ver a todos aquellos que votaron por el No sentados en frente de las víctimas de Bojayá, Mitú, Tibú , Buenos Aires, Cauca, y del resto del país, explicándoles paso a paso cómo es que se hará la renegociación y cuándo es que tendremos otra oportunidad para decirle Sí a la esperanza, a la vida, a la educación, a la inclusión social; Sí al perdón y a la solidaridad y reconciliación con el otro.
Hoy quisiera ver en las redes sociales de aquellos que, no con argumentos valederos, sino con odios ajenos y analogías desenfocadas, votaron por el No; una foto de ellos mismos o sus hijos con la maleta lista para irse a combatir en el campo colombiano, pues pienso que sería magnífico, a propósito de estos resultados, una cambio de zapatos.
¿Qué tal si los líderes del No dejan su calzado cómodo, su ropa costosa, la comodidad de sus casas, la buena y saludable alimentación, para irse unos días para el campo y con botas de caucho, camuflado y fusil en mano, buscan la paz justa de la que tanto hablaron?